……. como un soplo de aire fresco, y aunque las circunstancias son muy distintas, su ejemplo de organización, lucha y educación bien podrían ser un foco de inspiración para todos aquellos y aquellas que andamos indignados y buscamos nuevos caminos hacia esta sociedad soñada con más justicia y menos desigualdad.
Comprobar que desde el 1985 (año en el que nació el Movimiento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST), este movimiento no ha dejado de crecer ni ha abdicado de sus principios, convirtiéndose en un referente, tanto en Brasil como en toda América Latina, es un signo de esperanza en medio de este nuestro desierto lleno de rabia e impotencia.
Bajo el lema de: “Ocupar, resistir y producir”, el MST organiza a los campesinos que no tienen tierra para ocupar zonas improductivas. Para ello pueden agruparse desde 300 familias hasta 3.000, normalmente personas que viven en los barrios pobres de las grandes ciudades después de haber sido expulsados del campo. Salir de la pobreza y volver a vivir del trabajo en el campo es lo que empuja a estas familias a agruparse en torno al MST y empezar el proceso de ocupación y resistencia.
Una vez decidida la zona, el día y la hora, toman posesión colectiva de la tierra. El paso siguiente es defenderla. A veces aparecen los pistoleros, otras el ejército. Los campesinos no tienen armas y su defensa es la no-violencia y el abandono temporal de la tierra en caso de expulsión, normalmente violenta, para volver a ocuparla posteriormente.
Las familias montan los campamentos y empiezan un proceso a fin de legalizar la ocupación. La Constitución brasileña reconoce el derecho a que las tierras improductivas sean “susceptibles de Reforma Agraria”. Así la ocupación es una forma de lucha y de presión para obligar al gobierno a poner en práctica el mandato constitucional de realizar la reforma agraria y hacer que las tierras cumplan con su función social.
Este proceso de legalización, a partir de un gran equipo de abogados del propio movimiento puede durar meses y a veces años. En el 80 % de casos se consigue, pero hay campamentos que llevan 10 años esperando que termine el proceso. Durante todo el tiempo que dura el campamento se combinan las acciones legales, la negociación y la movilización: marchas, ocupaciones de edificios públicos, etc.
Finalmente, una vez lograda la legalización de la ocupación, la tierra pasa a ser propiedad del Estado que la da en usufructo a las familias que la ocuparon. Así empieza el asentamiento, la construcción de las casas y la producción. Las personas que conquistaron la tierra planifican todas las cuestiones relativas a ella, como repartirla, como trabajarla, donde construir las viviendas, la escuela, etc. Es un proceso democrático, asambleario y participativo. La línea política del MST es la de impulsar y desarrollar la producción de forma colectiva, pero las decisiones corresponden a los asentados y asentadas.
Una vez conseguido este objetivo el MST continúa buscando nuevas tierras para asentar a nuevos campesinos y campesinas. Una parte de la producción de los ya asentados sirve de apoyo para las nuevas ocupaciones y la experiencia de unos ayuda la organización de los otros, en un vasto círculo de solidaridad que permite su expansión.
Desde que empezó el Movimiento no han parado de ocupar tierras, de organizar la producción, de construir escuelas y de formar a nuevos militantes. En este momento unos dos millones de personas viven y trabajan en las tierras ocupadas y/o legalizadas. Existen cientos de asociaciones campesinas y cooperativas de producción. En abril del 2010 se contabilizan cerca de dos mil escuelas en sus acampamentos y asentamientos y en su Escuela Nacional Florestán Fernández han pasado 16.000 jóvenes para formarse política y técnicamente. Mientras, unas 60.000 familias están acampadas en espera de legalizar las tierras ocupadas.
¿Cómo consiguieron tanto con tan poco? Tres son los puntales básicos del éxito del Movimiento: la lucha constante, la organización como construcción de nuevos valores y la educación como garantía de continuidad.
La lucha como motor
La lucha constante parte de la idea que la conquista de la tierra por un grupo de familias no es suficiente, la lucha continua con la Reforma Agraria, y con una nueva concepción de la producción en el campo: sin grandes latifundios, sin monocultivos dedicados a la exportación, sin agro-tóxicos ni transgénicos. Una agricultura que permita a los campesinos y campesinas vivir en el campo y del campo, producir sin dañar a la naturaleza, cultivar para el consumo interno y asegurar la soberanía alimentaria para toda la población. Todo ello implica un cambio en las estructuras de la propiedad y supone un cambio en el modelo económico y político del país. Un gran cambio estructural y de sistema para conseguir una sociedad más justa y sostenible, es el objetivo último de este movimiento. “No queremos pequeñas islas fantásticas, queremos cambiar la sociedad”, nos decía un joven dirigente.
Así la tierra pasa a ser disputa y acumulación de poder en tres sentidos: el primero es la conquista de la tierra y la derrota del latifundio: es impactante el espectáculo de kilómetros y kilómetros sin casas ni personas en las grandes haciendas de eucalipto o de maíz transgénico y, de repente, como en un oasis, aparece un asentamiento, con casas, jardines, huertos, niños y niñas, animales, escuelas, en definitiva, con vida. El segundo porque obliga al Estado a legitimar la organización y la ocupación de esta cantidad ingente de personas y así cumplir con sus propias leyes constitucionales. Yel tercero, porque al conquistar la tierra, la organización de los Sin Tierra pasa a ser referencia política y social con condiciones para influir en un espacio geográfico y social alrededor de sus instalaciones comunitarias.
La lucha, además, va generando hábitos y maneras diferentes que dan identidad a la organización. Así ocupan tierras, luchan por créditos, educan a los niños y niñas, graban CDs, protestan contra las privatizaciones, hacen acciones solidarias con otros movimientos, organizan encuentros, realizan marchas, editan libros, y tantas otras cosas.
La organización como base de la futura sociedad
En esta conquista de la tierra demuestran, además, que es posible una forma alternativa de organizar la vida: propiedad, producción y comunidad. La propiedad colectiva, la producción en forma de cooperativas y la organización asamblearia de la comunidad es lo que permite al movimiento mantenerse y crecer. Según estudios de la FAO sobre los asentamientos, los campesinos beneficiados por la conquista de la tierra, ganan 3 veces más que antes, se ha erradicado el analfabetismo y la mortalidad infantil y se está dando una salida a los/as jóvenes que viven en los asentamientos, ofreciéndoles formación técnica, profesional y política.
La organización en los asentamientos, acampamentos, escuelas y en todas las estructuras del MST es una de sus grandes conquistas y herramientas de cambio. Con la organización de los asentamientos y el trabajo voluntario y colectivo, están llevando a cabo una “reforma dentro de la reforma”.
La vida real en los acampamentos y asentamientos reconstruye la vida social con otro orden: cada 10 familias se agrupan en un “Núcleo de base” y entre ellos se elige un coordinador y una coordinadora (en todos las estructuras organizativas la paridad es una norma), así como a las personas responsables de los distintos Sectores: Infraestructura, Educación, Salud, Finanzas, Seguridad, Comunicación y cultura, Producción y Frente de masas. Cada 5 Núcleos forman una Brigada (50 familias) en donde se coordinan los representantes de los Núcleos y de los distintos Sectores. Finalmente, los coordinadores y coordinadoras de cada Brigada, junto a los responsables de cada Sector, forman la Coordinadora General del Acampamento o del Asentamiento.
Cada semana, normalmente los sábados, se reúnen todos los Núcleos de base y todos los sectores y al finalizar se reúne la Coordinadora general con todas las propuestas y decisiones que vienen de las distintas reuniones. Así mismo, el coordinador y la coordinadora de cada asentamiento o acampamento se reúne con los de los asentamientos cercanos, en la que se llama coordinación local, que, junto a otras coordinadoras locales, forman la coordinadora territorial, la estadual y, finalmente la nacional.
Esta organización desde la base fomenta la participación y la auto-organización de la vida cotidiana de los asentamientos y acampamentos, favorece la convivencia entre las distintas familias que ocupan una misma tierra y mantiene vivo el espíritu de solidaridad y de lucha. Al mismo tiempo mantiene en contacto y en constante coordinación las distintas estructuras del propio Movimiento, permitiendo aunar fuerzas, sumar luchas, intercambiar experiencias, unificar consignas, lo que hace al movimiento más grande y más fuerte. La democracia, dicen, no puede ser entendida sólo como un proceso de participación en las disputas electorales, ella debe estar enraizada en todas las dimensiones de la vida de la sociedad.
Todo ello permite, desde el primer día de la ocupación, resolver los problemas que la precariedad y la convivencia de miles de personas, desconocidas entre ellas, produce. En pocos días se construyen depósitos de agua, barracas con maderas y plásticos, calles y alumbrados, baños y escuela. Conjuntamente se establecen normas de convivencia y así se reorganiza, en pocos días, la nueva forma de producir y vivir. El trabajo colectivo, la participación democrática crean una nueva cultura en torno a nuevas virtudes que la organización ayuda a desarrollar. Padres y madres de familias que, hasta hace poco apenas eran nombrados por sus hijos, ahora son anunciados por los altavoces para participar en las reuniones que decidirán el futuro de sus vidas. Y la verdad es que asombra ver a estas enormes aglomeraciones de personas conviviendo sin necesidad de ninguna representación estatal ni fuerza policial.
Las puertas de las casas están abiertas y no tienen muros, la delincuencia es casi inexistente al igual que el robo o la violencia (mi estancia en estos acampamentos, alojada en sus barracas sin puertas, con todos mis documentos, equipaje y dinero dentro, no crearon el más mínimo interés ni el más mínimo problema). Los conflictos se tratan colectivamente y el espíritu de lucha está presente en todos sus actos cotidianos. En todos los asentamientos y acampamentos, la bandera del MST está pintada en las paredes de los galpones, las casas y las escuelas. No hay una plaza de ningún asentamiento en donde no haya una bandera roja danzando al viento contrastando con el verde de la vegetación. Los animales domésticos pasean entre las criaturas y delante de cada cabaña, por humilde que sea, hay un pequeño huerto y unas flores que adornan.
Los padres nos cuentan la satisfacción de tener a sus hijos e hijas “lejos del clima de delincuencia y droga en que vivían en los barrios marginales de las grandes ciudades” y los más chicos manifiestan sentirse “más libres y más seguros”. El miedo y la exclusión parecen obra del pasado.
El interés por el cuidado y la limpieza de los espacios forma parte de sus valores. El contacto con la tierra y la belleza natural del paisaje fomenta el sentido de la estética, usando los productos de la propia naturaleza para hacer más bella la vida cotidiana y para despertar el interés por el arte: cantar, pintar, decorar, hacer teatro, emitir en pequeñas radios locales, forman parte de las actividades colectivas. “La belleza de los asentamiento sirve para demostrar que caminamos rumbo a la reconstrucción de la vida” dicen con orgullo. La conciencia ecológica nace también del respeto a la naturaleza y el afán de reconstruir la producción sin venenos ni transgénicos, respetando y recuperando las especies nativas.
La educación como semilla de futuro
Para el MST educar es fundamental. Su preocupación por la escuela está presente desde el inicio del movimiento. La lucha por la escuela es la fase siguiente a la lucha por la tierra: se trata de asegurar el acceso a la educación de todos los niños y niñas en edad escolar, la alfabetización de jóvenes y adultos y la formación técnica y política de sus Jóvenes.
Educar, para el MST significa básicamente “formar para transformar la sociedad”: se trata de una educación que no esconde su compromiso en desarrollar la conciencia de clase y la conciencia revolucionaria, tanto en los educandos como en los educadores. La escuela es concebida como un espacio donde los niños y niñas y los adolescentes se están formando como seres humanos integralmente. La organización colectiva se concibe como un pilar fundamental de la escuela y el trabajo como base de todo proceso educativo. La auto-organización de los educadores y de los alumnos/as, así como la implicación de toda la comunidad está también presente en la educación: desde su autoconstrucción a la lucha por la misma y la participación en los consejos escolares.
Lo primero que se construye en un acampamento es la escuela. Después se busca a los jóvenes que tienen más formación para que inicien la educación de los más pequeños. El paso siguiente es la lucha por la escuela pública, exigiendo a la Administración (local o estadual, según se trate de primaria o secundaria) la construcción de la escuela pública y la adjudicación de los maestros y maestras.
Para el Movimiento, la formación de sus propios enseñantes es también una cuestión clave, y ello por dos razones: la primera para asegurar la continuidad de la escuela, ya que el asentamiento y el acampamentos están en zonas apartadas y los maestros que no forman parte del Movimiento abandonan muchas veces la escuela o no quieren trabajar allí. Y en segundo lugar, porque así pueden implementar su concepción de la educación ligada a la historia del asentamiento, a la lucha por la tierra y al trabajo en el campo.
Cuando han conseguido la escuela pública en el acampamento o el asentamiento, la formación es “oficial” y los maestros y maestras pagados por la Municipalidad o el Estado. En la gran mayoría de estas escuelas consiguen que los jóvenes del propio asentamiento, que ya han sido formados, puedan ocupar estas plazas.
Todo ello implica que deben impartir los contenidos oficiales. Pero no se quedan ahí, sino que implementan sus propios principios educativos: una metodología “emancipadora”, inspirada en Paulo Freire y una educación teórico-práctica ligada a la tierra, con huertos escolares, cuidado de árboles y flores, etc. Así amplían los contenidos oficiales con contenidos propios y elaboran material didáctico alternativo. La “Mística” (cantos, himnos, consignas, representaciones simbólicas, etc.) está también siempre presente en las escuelas, así como la educación artística y cultural: música, danza, teatro, arte. Estas escuelas, ubicadas en los asentamientos, muchas veces están abiertas al resto de chicos y chicas de las aldeas próximas, con lo que prestan también un servicio a la comunidad local.
Por otro lado, el MST, en convenio con varias universidades, organiza cursos técnicos y pedagógicos para sus jóvenes. Estos cursos funcionan siempre a tiempo parcial, combinando la teoría con la práctica: dos meses de formación en el Centro educativo y tres meses de trabajo en el asentamiento, y así sucesivamente durante 3 años, al final de los cuales tienen una formación y un título universitario que les permite trabajar en los asentamientos como profesores de las escuelas públicas o como técnicos en agro-ecología y cooperativismo.
La concepción de la escuela en el MST abarca un gran número de aspectos: la planificación, la evaluación, la formación de los profesores, los materiales didácticos, la relación profesor alumno, el trabajo pedagógico, etc. O sea, la escuela es repensada de forma integral y contempla muchos objetivos: como herramienta de emancipación social para terminar con el analfabetismo y abrir el acceso a la cultura para todo el mundo. Como promoción intelectual y técnica de los jóvenes que facilite que puedan quedarse trabajando y viviendo en los asentamientos. Como transmisora de valores: amor en la tierra, trabajo colectivo, solidaridad, disciplina, creatividad. Como forma de mejorar la vida de los asentamientos y del entorno local: producción, cooperativismo, agroecología. Como forma de estimular el compromiso: lucha por la tierra, la recuperación de la historia propia (de la ocupación, del acampamento) y colectiva (las luchas sociales y campesinas, las revoluciones en América Latina, etc.). Como manera de formar a los futuros cuadros y dirigentes: formación política.
La educación así forma parte de un proceso de retroalimentación del propio Movimiento y una herramienta de transformación social.
A lo largo de su cuarto de siglo de existencia, el MST construyó una vasta red de escuelas, en su mayoría públicas, que se localizan en áreas de influencia del MST. Según datos del sector de educación, en abril del 2010, existen en sus asentamientos y acampamentos, cerca de dos mil escuelas, básicamente de educación infantil y primaria completa, y algunas con secundaria. Hay unas 300.000 personas estudiando en escuelas públicas, desde infantil a la universidad, pasando por la educación de jóvenes y adultos. En las escuelas del asentamiento y el acampamentos, actúan 10.000 profesores, más otros 5.000 trabajadores en educación, normalmente jóvenes que ejercen de educadores sin título pero que ya se están formando en los cursos pedagógicos del MST.
Todo ello les ha permitido acabar con el analfabetismo, tener escuelas en todos los campamentos y asentamientos, tener maestros y maestras jóvenes, motivados e implicados en esta educación como proyecto global más allá de la simple instrucción.
Tener muchos jóvenes con título y formación y un alumnado participativo y motivado, con pocos problemas de indisciplina y un gran sentido de la responsabilidad.
Con ello consiguieron también jóvenes y adultos con una gran preparación ideológica y política, poca deserción de los jóvenes en el Movimiento y un mayor afincamiento en los asentamientos, lo que les ha permitido un aumento de la calidad en la producción y en la autoorganización de los asentamientos. Todo ello equivale a continuar avanzando en la lucha por la tierra y la transformación social y al mismo tiempo aumentar las oportunidades vitales, personales, y profesionales de los campesinos/as sin tierra
La Escuela Nacional ENFF: el conocimiento libertador de conciencias
Junto a la educación, la formación política siempre fue uno de los pilares del MST, y por ello nació la Escuela Nacional Florestán Fernández, en el año 2005. La idea de esta escuela nacional empezó a finales de los 90 cuando surgió la necesidad de tener un espacio de formación de la militancia y de intercambio de experiencias y debates sobre la transformación social en América Latina.
Esta escuela está localizada en Guararema (a 90 KM. de Sao Paulo) y tiene como objetivo ser un espacio de formación superior plural, en las diversas áreas del conocimiento, no sólo para los militantes del MST, sino también para los de otros movimientos sociales, rurales y urbanos, de Brasil de otros países de América Latina. La escuela se construyó a partir del trabajo voluntario de brigadas de personas de los campamentos y asentamientos y de otros movimientos sociales. Más de mil personas colaboraron en la autoconstrucción de la Escuela , que, además, se caracteriza por una gran belleza y sencillez arquitectónica y un entorno bello y bien cuidado. Cuenta con dormitorios con capacidad para 250 personas, con un gran comedor, una sala de proyecciones, una sala de actos, una biblioteca, 15 aulas, un gran huerto, una guardería infantil y amplios espacios exteriores ajardinados.
Desde 2005 han pasado por esta Escuela más de 16.000 jóvenes, cerca de 500 profesores voluntarios de diversas Universidades de Brasil, de América y de otros continentes y casi 2.000 visitantes de todo el mundo. Los espacios de la escuela sirven también para distintos encuentros: de jóvenes, de profesores, reuniones de otros movimientos sociales, como Via Campesina, Movimiento Negro, Movimiento Sin Techo, etc., así como para la realización de seminarios y otros eventos. Los principales intelectuales de izquierda pasaron por allí alguna vez, y muchos repiten.
Los alumnos y alumnas no pagan nada y el profesorado tampoco cobra nada. La conservación del centro se hace a partir del trabajo de los jóvenes que están estudiando y que asumen las tareas de limpieza, cocina, trabajo productivo en el huerto y en el cuidado de los animales, que serán una parte fundamental de su propia comida. Así la Escuela se autosustenta y el trabajo colectivo tiene una dimensión pedagógica y educativa fundamental en su alumnado.
La formación de militantes o formación política abarca cuestiones teóricas y de conocimiento junto con una formación ética y moral, haciendo hincapié en la cooperación, la solidaridad, el orgullo de clase, la importancia del estudio, del trabajo y de la belleza. La escuela se valoriza así como capaz de impulsar la formación de militantes, la formación para nuevas formas de trabajo en el campo y la formación de valores humanistas y socialistas.
Conclusión final
En tiempos de neoliberalismo radical y pensamiento único, el MST demuestra que es posible establecer un nuevo tipo de propiedad de la tierra y producir sin perjudicar a la naturaleza, avanzar y perfeccionar la democracia interna y la solidaridad, participar en todas las luchas contra la opresión y ensayar la convivencia de valores con nuevos contenidos.
De su organización, de su lucha, de su empeño por una educación emancipadora, podemos aprender, como educadores y como activistas de movimientos sociales. La historia no está escrita pero hay caminos trazados y vale la pena explorarlos.
En la noche, cuando menos lo esperan, allí se ven legiones de familias montadas en camiones camino a ocupar haciendas abandonadas, dándoles la posibilidad de renacer como seres sociales y políticos. Al poco tiempo, el rojo de las banderas como si fuese el resplandor de una gran hoguera, avisa que ahí los esclavos buscan la libertad e invitan a los demás a forjar juntos su propio destino. (Ademar Bogo:”O MST e a cultura”. Sao Pâulo 2009))
LUCHAR ES LA MEJOR MANERA DE ESPERAR
Rosa Cañadell es Profesora. Portavoz de USTEC·STE. Miembro del Comité de Apoyo al MST en Barcelona. Miembro de Socialismo 21.
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