Por: Alfredo Serrano Mancilla
Hace más de tres meses me preguntaba ” cuántas clases medias caben en la clase media”. La intención de ese artículo no fue precisar un número exacto ni cerrado de clases medias; ni siquiera tener una única respuesta que permitiera identificar la amplia tipología de clases medias posibles. El verdadero objetivo fue afirmar que no existe una única clase media, que sea monolítica y homogénea. La casuística al interior de esa categoría sociológica es tan variada como factores consideremos. Todo depende en gran medida de la episteme local, porque el concepto de clase media no puede ser “importado” de otras latitudes como si cada país tuviera la misma historia y los mismos hábitos y costumbres, patrones culturales, niveles económicos, etc. Y, además, tampoco podemos olvidar la dimensión subjetiva en torno a la lógica aspiracional, que permite diferenciar una gran variedad de matices al interior de ese totum revolutum llamado “clase media”.
Bajo ese marco referencial, cada país requiere su propio análisis. En Argentina, según la mayoría de estudios, la clase media es, precisamente, el grupo poblacional más nutrido. Pero la pregunta es la misma de la que partíamos, aunque esta vez adaptada a una realidad concreta: ¿cuántas clases medias hay en Argentina? A esta cuestión se podría responder desde una perspectiva doble.
Por un lado, siguiendo los enfoques clásicos denominados “objetivos”, a partir de una variable focal muy economicista (ingreso, consumo), podemos realizar un análisis pormenorizado de la distribución intra “clase media”. Así podríamos observar cómo existe una gran dispersión de casos. En Argentina, si mirásemos únicamente al bloque de la “clase media”, podríamos afirmar que entre el primer trimestre de 2015 y el de 2019, ese grupo pasó de ser el 43,5 % al 37,4 %, en términos “objetivos”. Sin embargo, de esta manera no estaríamos identificando toda la problemática real al interior de ese gran espacio, porque no advertiríamos que seguramente hay muchos ciudadanos que durante el ciclo macrista se vieron perjudicados en su nivel de ingreso y consumo, y quedaron “rozándose” con el umbral de la pobreza. A esos, el Banco Mundial les llama “casi clase media”. Y no sería justo de ninguna manera que a ese grupo más vulnerable lo equiparáramos con aquellos que están al otro extremo de la distribución intra clase media, que son casi más clase alta que media.Alfredo Serrano Mancilla, economista y académico español, actual director ejecutivo del CELAGNo hay una única identidad de clase media en Argentina por mucho que se abuse del término
Por otro lado, está la dimensión subjetiva, basada en la autopercepción. Este enfoque no es ni mejor ni peor que el anterior, sino que es necesariamente complementario del otro para tener una visión más integral y compleja del fenómeno clasemediero en Argentina. En Celag, en la última encuesta realizada para todo el país (mayo 2020), hemos preguntado precisamente por esa variable, y los resultados ayudan a entender mejor la compleja heterogeneidad existente de la “clase media”: a) el 41% se autopercibe como “clase media de toda la vida (CMTV)”, b) 27,8% como “clase media con miedo a ser baja (CMMSB)”, c) 7,1% como “nueva clase media (NCM)”, y d) 3,2% como “clase media-alta”.
Si hiciéramos un zoom en cada categoría podríamos observar cuán diferentes son entre sí. Por ejemplo, el 52,4% de la CMTV tiene estudios universitarios y, por el contrario, en la NCM solo los tiene el 10,2% (y el 25% para la CMMSB); en materia de cobertura médica, la CMA y la CMTV usan mucho más la prepaga que la CMMSB; preguntados por si “los que más tienen deben aportar más para afrontar la crisis”, la CMMSB muestra un respaldo muy superior que la CMTV; por su parte, la CMMSB se muestra anímicamente menos fuerte que la CMTV para afrontar la crisis actual del coronavirus.
En conclusión, no hay una única identidad de clase media en Argentina por mucho que se abuse del término. Las distintas clases medias presentadas, según nuestra encuesta Celag, es una de las divisiones posibles, pero seguramente podrían haber tantas como criterios utilicemos (por ejemplo, a este mismo ejercicio lo hicimos en Bolivia con la categoría acuñada por Álvaro García Linera de “clase media de origen popular”, y representa en autopercepción el 31,7%).
En nuestro caso, el argentino, lo verdaderamente importante, sobre lo que queremos llamar la atención, es que hay que evitar caer en la trampa de una generalidad que no existe. Cada “clase media” tiene un nivel económico diferente; posee un matriz de miedos y sensaciones distinta; su lógica aspiracional también varía. Y, en consecuencia, lo riguroso es asumir que no hay única forma de concebir a la clase media, sino que habrá tantas como clases medias existan.
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