Por: Jhonny Peralta Espinoza
Martí afirmaba que escribir bien y emocionar al público no está reñido con la calidad de la información, pero los medios de comunicación bolivianos por ignorancia tergiversaron ese adagio; así, es común leer “Yapacaní, bastión del MAS y el narco, sacó a la Policía cinco veces”, “Seguidores de Evo toman el control del aeropuerto, golpearon e hicieron arrodillar a cruceños”, “Con súplicas, una mujer pide a masistas que no incendien Bolivia”, “Las imágenes que dejó la noche de terror en Cota Cota”, “Quintana deja el país desde El Trompillo”, “Dirigente cocalero plantea instalar «500 francotiradores» para enfrentar a militares y policías”, “Masistas roban una cámara y agreden a periodistas en Senkata”, “Del Fondioc se han robado más de mil millones de bolivianos”.
Este periodismo oficial hecho para el consumo irreflexivo, el sensacionalismo putrefacto y el espectáculo inculto, no debe alarmarnos ni escandalizarnos, porque como vivimos en una sociedad de clases, nada se libra de la lucha de clases; por esta razón la clase simbólica boliviana sólo refleja los elementos culturales a los cuales quiere defender y servir: la oligarquía antinacional. Y entonces lo que tenemos como clase simbólica, es un grupo de hombres y mujeres alienados que “entregan su conciencia a hechos no referidos a la propia realidad inmediata” (Zavaleta Mercado), y además que no poseen ni cultivan los valores, los gustos y el lenguaje de la clase dominante a la cual sirven.
Esta clase simbólica que cree merecer ser el guía espiritual de nuestra “confusa e ignorante” población, se aprovecha del silencio de la plebe, un silencio impuesto por el autoritarismo y la violencia que cercena la libertad de expresión de lxs ciudadanxs, y que esxs periodistas llenan ese silencio en nombre de la libertad y la independencia de clase, cuando todas sus palabras escritas y difundidas tienen el olor de fiscal, censor y policía. Por estas razones la clase simbólica boliviana, incrustada en los medios de comunicación social, desdichadamente (para desgracia de ellxs) es pusilánime frente a los brotes de racismo y xenofobia; cobarde con actos de injusticia contra mujeres embarazadas encarceladas y fugas de embajadores de ciencia y tecnología; ruin ante actos nada transparentes del manejo de más de 2 mil millones de dólares en ayudas y préstamos para enfrentar el coronavirus; y complaciente con la insolencia y la prepotencia de gobernantes que piensan que están en sus chiqueros.
Por tanto, cuando leemos, escuchamos o vemos esos titulares y contenidos, la clase simbólica frente al desafío estético como es el uso del lenguaje, no piensa por un momento que a través del lenguaje el ciudadano puede pensar la realidad, entender el por qué y el para qué y el cómo de las cosas, para después poder darse él mismo las respuestas. Por esta razón, Saramago pensaba que no había que reinventar el periodismo, sino reinventar al periodista: “El problema del periodista es que vive en un mundo de apariencia…los periodistas deben acercarse a los hechos y a dar la vuelta completa a los mismos para poder ver su auténtica dimensión”.
Pero la sugerencia de Saramago no podemos llevarlo a cabo con una clase simbólica servil, por eso afirmaba más arriba que no hay que alarmarse ni escandalizarse, el problema mayúsculo se encuentra en que el campo popular que debe buscar y leer un periodismo que no siga las reglas del juego del periodismo ruin, ni aceptar su lenguaje clasista, ni confundir la libertad de prensa con la libertad de empresa ya que la comunicación social no es una mercancía cualquiera. En otras palabras, para ser libres debemos estar informados, y estar informados implica defender los intereses del pueblo, donde la información viene con su carga ideológica y política, su carga de clase. De esta manera, reafirmaremos junto a Lucho Espinal quien clamaba “que no hacía periodismo, hacía política”, y si esa carga ideológica corresponde al bien del pueblo lxs periodistas servirán al pueblo.
Es verdad que lxs periodistas no son el pueblo, pero no pueden describir la realidad de manera hipócrita, porque el pueblo tiene urgencias fundamentales y no necesita medias verdades, telones de por medio para ocultar la cruda verdad. De esta manera las “verdades” que lanza la clase simbólica servil que nos muestran al pueblo como salvajes, terroristas, narcotraficantes, ignorantes, satánicos, no debe preocuparnos porque no son más que apelativos despectivos clasistas y racistas.
Es el momento de tomar partido y comenzar a leer Prensa wiphala, Bolivia no se calla, destiempos (https://destiempos.wixsite.com/noticias/inicio/), imilla sediciosa, kawsachun coca, rebelión (https://rebelion.org), periodismo internacional alternativo (http://www.noticiaspia.com), kaos en la red (https://kaosenlared.net), markaabyayalawordpress (https://markaabyayala.wordpress.com), la zurda radio (https://lazurdaradio.com), la época (https://www.la-epoca.com.bo), barómetrolatinoamericano (http://barometrolatinoamericano.blogspot.com), whipa.la rebelde (https://www.wipha.la) y otros medios. Así desde nuestras luchas y las lecturas podemos construir una nueva narrativa desde la cual trabajar por un mundo nuevo.
Jhonny Peralta Espinoza, exmilitante de las Fuerzas Armadas Zárate Willka
Comentario