Por: Luis Gonzalo Segura
Colombia es el infierno soñado para Venezuela y Cuba porque la desigualdad y la pobreza, que ya afecta a casi el 45% de la población, son cada vez más extremas mientras se rebajaron hace dos años los impuestos a las grandes empresas y se tolera que las élites colombianas evadan los capitales que deseen.
Colombia es el infierno soñado para Venezuela y Cuba porque sus tasas de criminalidad apuñalan el país casi a diario mientras ocupa el primer puesto mundial, año tras año, en el asesinato de líderes ecologistas –al menos 64 en el año 2019– y se encuentra en puestos destacados en cuanto al asesinato de líderes sindicales.
Colombia es el infierno soñado para Venezuela y Cuba porque su sistema sanitario ha dejado más de 75.000 fallecidos y tres millones de contagios durante la pandemia y solo ha conseguido inocular una primera dosis de vacuna en el 10% de la población mientras sus élites compran pisos en las zonas más caras de Madrid, los rehabilitan y los venden obteniendo millonarios beneficios.
Colombia es el infierno soñado para Venezuela y Cuba porque la mayoría de los ciudadanos no se puede confinar debido a la ausencia de un subsidio con el que sobrevivir mientras se ha convertido en el líder mundial de la producción de coca, con el 70% del total.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Colombia contribuye como casi ninguna otra a que América Latina sea hoy la región más desigual y violenta del mundo mientras exhibe un clasismo y un racismo tan excluyente como anacrónico y obsceno
Colombia es el infierno soñado para Venezuela y Cuba porque pretendió reducir la pobreza y la desigualdad con subidas de impuestos a las clases medias, a lo que queda de ellas, con una reforma que aspiraba a bajar el umbral del impuesto de la renta y subir los impuestos indirectos que a todos afectan, en lugar de aumentar los impuestos a las élites y a las grandes empresas.
Colombia es el infierno soñado para Venezuela y Cuba porque se ha convertido en aliado estratégico de la OTAN en la región mientras sus Fuerzas Armadas asesinan niños sin piedad.
Colombia es el infierno soñado para Venezuela y Cuba porque reprime de forma salvaje a la ciudadanía –se contabilizan 26 fallecidos y más de 400 desaparecidos en estas últimas protestas– como antes han hecho en Chile, Ecuador, Perú o Brasil mientras las causas reales que subyacen tras el descontento de la ciudadanía continúan sin solución.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Colombia es el infierno soñado para Venezuela y Cuba porque su pueblo se ha revuelto contra sus gobernantes, como en los últimos años han hecho chilenos, ecuatorianos o peruanos.
Colombia es el infierno soñado para Venezuela y Cuba porque contribuye como casi ninguna otra a que América Latina sea hoy la región más desigual y violenta del mundo mientras exhibe un clasismo y un racismo tan excluyente como anacrónico y obsceno.
Colombia es el infierno soñado para Venezuela y Cuba porque su pueblo se ha revuelto contra sus gobernantes, como en los últimos años han hecho chilenos, ecuatorianos o peruanos, de la forma en la que los Estados Unidos hubiera deseado que ocurriera en Venezuela, Cuba o Bolivia mientras en estos países fracasaron los intentos de asesinato, los movimientos golpistas, las presiones a los militares e, incluso, las autoproclamaciones presidenciales kafkianas.
En definitiva, Colombia es el infierno soñado para Venezuela y Cuba y, por ello, en estos países se han perpetrado las más salvajes y crueles medidas, algunas de ellas con consideración bélica, como las inmisericordes sanciones económicas, lo que ha provocado una inhumana reducción de alimentos, medicamentos y productos básicos entre los ciudadanos.
Por ello, cuando lea sobre Colombia, Chile, Perú o Ecuador, lo que sólo ocurrirá cuando ardan, como en los últimos años, reflexione sobre toda América Latina en su globalidad y sus problemas. Quizás entonces, ante una visión más general y menos sectaria, sea posible considerar que el gran problema de América Latina es su modelo económico y el esbirro que lo impone, Estados Unidos.
Comentario