Por: Miguel Ángel Ferrer
Ya es bien sabido pero vale la pena repetirlo: electoralmente hablando el conservadorismo cuenta con un tercio del padrón de votantes. A esta tercera parte del electorado nacional no le afecta ni le preocupa mucho que los tres partidos políticos que la representan estén en permanente crisis: desprestigiados, sin líderes competitivos, sin oferta ciudadana.
Y así, con toda seguridad ese tercio del electorado volverá, como en los comicios de diciembre de 2018 y junio de 2021, a sufragar por cualquiera de los partidos políticos del conservadurismo (PRI, PAN, PRD y MC). O por una previsible alianza de éstos, como no aconteció en 2018 pero sí en 2021.
Pero en cualquiera de esos dos casos, a la derecha no le alcanza con la tercera parte del padrón electoral para desalojar de Palacio Nacional al obradorismo. Y con desgano, frustración y amargura así empiezan a reconocerlo los más conspicuos voceros de la derecha en los medios de información.
Podría decirse que esos voceros constituyen un buen termómetro del sentimiento político del conservadurismo. Este sentimiento de derrota anticipada explica los insultos, los exabruptos, y las provocaciones de la derecha. Ésta sabe bien que no puede aumentar su techo electoral y ya empieza a resignarse.
El obradorismo, por su parte, no ha sufrido en los últimos tres años merma alguna ni en su cosecha electoral ni en las preferencias ciudadanas. Y más bien pasa lo contrario. Encuesta tras encuesta y elección tras elección sus guarismos mejoran. Por lo que toca a los comicios, el último proceso se zanjó con un crecimiento en gubernaturas, presidencias municipales y congresos locales. Y, además, el obradorismo mantuvo su cómoda mayoría en el Congreso de la Unión. Y por lo que toca a las encuestas, éstas van desde un respaldo popular mínimo del 60 por ciento hasta, en algunos casos, el 90 por ciento.
En otras épocas históricas una situación como ésta no le preocupaba demasiado a la derecha, pues contaba con el gran recurso del fraude electoral institucional. Con este gran aliado el conservadurismo pudo sostenerse en el poder en los comicios de 1988, 2000, 2006 y 2012.
Con la desaparición de ese recurso la derecha ha quedado atenida a los sufragios que pueda conseguir legítimamente. Y como éstos no pueden pasar de un tercio del padrón electoral, el conservadurismo se ha quedado sin fichas. Y sólo le quedan, como se está viendo, los recursos de las provocaciones, las injurias y los exabruptos, que sirven para mantener presencia en los medios de información pero no para ganar elecciones.
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