Por: Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Ser, decir, invocar, simbolizar o jugar a ser nazi no es un insulto, es un delito. “Nazi” significa horror, crueldad, inhumanidad, exterminio, sistematicidad para derrotar la dignidad humana de la humanidad. Invocar, formar o acudir a la doctrina nazi es abominable, y si es aplicada por agentes estatales constituye ética y judicialmente un crimen internacional, de lesa humanidad, políticamente es un despropósito del estado, y técnicamente un síntoma de autoritarismo en grado sumo.
En Colombia podrían encontrarse evidencias de la que hay formación y aplicación de la doctrina nazi en los asesinatos ocurridos en la protesta social, en los ojos reventados de los jóvenes ocasionados por disparos certeros aprendidos, en los juicios a jóvenes sindicados de ser de la primera línea heredada de sus madres para defender derechos. Las hay también en los cuerpos violados y violentados como botín de barbarie, en los mutilados excombatientes asesinados por haber preferido la paz que los convirtió en indefensos, en los lideres, lideresas, indígenas, afro y ambientalistas ejecutados como en ningún otro lugar del mundo por defender la vida, la tierra, la decencia para habitar un territorio y promover la armonía humano-naturaleza. Y las hay allí donde se desprecia a sus víctimas, se produce burla sobre su existencia y se les vuelve a maltratar.
Los Nazis le arrebataron al ser humano su dignidad, libertades y derechos, pero siempre dijeron lo contrario, acusaron a sus víctimas de su tragedia, responsabilizaron al más débil de la desgracia de la patria y convirtieron al humano en una cosa, en un objeto. Formaron niños y jóvenes nazis, que aprendieron a comportarse como superiores, leales al líder, y crueles y perversos sin límite alguno, aunque hayan tenido en sus primeras lecciones con armas de madera. Nazi es equivalente a odio, contra derecho, infamia. La humanidad, condena toda lección de “educación”, aprendizaje, o exaltación a la doctrina nazi y reclama responsabilidades políticas del más alto nivel donde ocurran.
Donde hay practicas nazis ni hay derecho basado en la justicia, ni hay estado de derecho. El derecho nazi fue ilegal, inmoral e ilegitimo, aunque los nazis y sus neoseguidores crean que su odio era derecho puro, para justificar los crímenes. El partido en el poder nacionalsocialista y su líder el Furher, crearon confusión entre el derecho y la voluntad del líder y desfiguraron conceptos jurídicos clave, que permitieron hacer creer que torturar o matar era higiene para limpiar imperfecciones. Los jueces nazis actuaron con “discrecionalidad para salvar la patria”. Las leyes estaban del lado de los SS, los funcionarios y miembros del partido Nazi, cuyo fuero de total impunidad los mantuvo seguros hasta que llegaron, aunque tarde y después del horror padecido, los juicios de Nuremberg.
Nada faltó en el ámbito legal del partido en el poder, ni siquiera un recibo en el cobro de los pasajes a quienes eran amontonados en los trenes rumbo a los campos de concentración. Hasta el último pasaje estuvo en regla, la contabilidad del sistema era precisa, los trenes eran puntuales, rigurosos con sus cargas humanas rumbo al horror, algunos “pasajeros” se “beneficiaron” con promociones y descuentos. La sevicia estaba legalizada. “Todo estaba en regla y era por el bienestar del pueblo”, para ganar la guerra. Todo estaba en perfecto orden, ni un error cometido, ni una dimisión de un cargo, cada nazi cumplía la misión jurada en lealtad al líder. Los invitados visitaban ghettos, campos, instituciones, fábricas, incluso las de jabón hecho con la grasa humana de sus víctimas y todo era perfecto, legal, correcto, ningún observador encontró algo incorrecto o fuera de control. Todo el mundo sin embargo se sentía espiado, sin libertad personal, ni prensa libre. La propaganda nazi fijaba la matriz de información que repetían de mentira en mentira los periodistas del Reich, hasta volverlas verdad. Todo el mundo sentía miedo de las SS, de Himmler, de Goebbels, “desde el mariscal del Reich hasta el último soldado”, pero todo era correcto, perfecto, le hicieron creer al mundo por casi dos décadas que eran un estado de derecho y el Furher su gran conductor.
A Hitler le importaba amasar más y más victorias personales, era un ególatra, con alguna anomalía mental que le permitía tener fanáticos dispuestos a ganar la guerra y evitar la derrota, de si mismos porque ellos eran los criminales. Algunos se justificaban después diciendo “¿qué otra cosa iba a hacer un alemán leal y ansioso de que su patria se alzara con la victoria?”. La esclavitud en los campos era presentada como una medida estratégica de política económica que encontró respaldo y felicitación de otros gobiernos y; las ejecuciones eran apenas acciones necesarias de “legítima defensa” del capataz del campo cuando un extranjero encadenado y débil le gritaba sin fuerza que le iba a cortar el cuello. Las ejecuciones en las fábricas quedaban en actas, porque respondían al cumplimiento de decretos y se llevaba a los presos a ver la ejecución y a que entendieran que para ellos todo era legal y permitido. Rudolf Mildner que fue un alto mando de la Gestapo, jefe de un campo y responsable de enviar a miles de judíos a su muerte en Auschwitz reconoció que pese a haber constituido tribunales y sentenciado a muerte, “los juicios fueron mera formalidad”, dijo que tanto las sentencias como las condenas estaban amañadas, dictadas de antemano, sin que se le consultara, por parte del administrador del distrito nombrado por el partido. Dijo como todo Nazi puesto al descubierto que se limitó a obedecer órdenes, incluso cuando asesinó por fechorías de poca monta como robos, que eran necesarios para mantener el orden e impedir sabotajes.
Tantas coincidencias con Colombia anuncian cosas, respecto del estado de derecho y de las prácticas dictadas por el partido en el poder cercanas a la formación del Reich. A la luz del mínimo indispensable de condiciones para ser un estado de derecho, no se cumplen ni el imperio de la ley justa e igual para todos; ni la independencia y separación de poderes, con cortes imparciales y a salvo de los demás poderes y; la defensa, protección y garantías a los derechos humanos y la paz. El panorama pone en evidencia que hay más similitudes con la formación del Reich a cargo del partido en el poder, que, con un estado de derecho de la OCDE como Dinamarca, Noruega o Finlandia, donde matar es impensable y solo promover la guerra la peor derrota. De colofón el desorden institucional como estrategia para controlarlo todo, es orientada por el partido en el poder, cuyo símbolo es la imagen del líder del que el presidente y el gobierno son su principal y leal exponente.
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