Por: Pedro Pierre
A nivel cultural, aparece como indispensable lograr nuevas formas de comunicación, de organización y de compromisos que entusiasmen a los demás.
«Vivimos aún tiempos inciertos y difíciles a causa de la pandemia. Son muchos los que están atemorizados por el futuro y agobiados por las situaciones sociales, los problemas personales, los peligros que provienen de la crisis ecológica, de las injusticias y de los desequilibrios económicos planetarios… No sirve abatirse ni quejarse, sino arremangarse para construir la paz” … Tal es el mensaje del papa Francisco para el pasado 1 de enero, día internacional por la paz.
Al comenzar un nuevo año, propongámonos unas pocas tareas que decidamos llevar adelante cueste lo que cueste a fin de responder a los desafíos que nos asedian y superar en algo los mayores problemas que nos destruyen. Definamos brevemente algunos de estos problemas que sufrimos, mirando la realidad de nuestro país desde las víctimas de toda clase de atropellos.
En lo económico, continúan las privatizaciones de los bienes públicos que nos privan de nuestros derechos básicos y de nuestro bienestar ciudadano. Por otra parte, las desigualdades crecen entre una minoría de ricos cada vez más ricos a costa de una inmensa mayoría de pobres cada vez más pobres.
En lo político, el gobierno obedece al plan neoliberal del FMI (Fondo Monetario Internacional) que saquea el país y prepara la represión a quienes expresen su desconformidad. Al nivel de la Asamblea, fuera del movimiento UNES (Unión por la Esperanza), los indígenas y las izquierdas terminan apoyando al gobierno del banquero. Al nivel internacional, sigue pendiente la tremenda deuda nacional con Julian Asange traicionado por el gobierno de Lenin Moreno y ahora a punto de ser entregado al gobierno criminal de Estados Unidos.
En lo socio-cultural, los medios de comunicación comerciales se han especializado en las manipulaciones al desinformarnos, mentir y satanizar a sus críticos y opositores. La plaga de los femicidios en el año 2021 llega a 172 asesinatos, o sea, más de 3 asesinatos de mujeres por semana. Es preocupante mirar a la mayoría de los jóvenes adormecidos por la tecnología y el engañados por el sueño norteamericano. Todo esto conforma un pueblo desesperado y abusado de múltiples maneras por los empresarios, los poderes del Estado, las redes sociales y las Iglesias.
En lo religioso, el clericalismo y el fundamentalismo generalizados de la mayoría de los obispos y sacerdotes termina silenciando al papa Francisco y comprometen su empeño en construir una Iglesia sinodal, es decir, inclusiva, participativa y solidaria con los pobres. La complicidad de las Iglesias evangélicas con los gobiernos neoliberales, lleva a los pobres a felicitar a sus victimarios.
Frente a esta situación, los desafíos son personales, colectivos y eclesiales. Al nivel personal es urgente llegar a ser personas conscientes, críticas, organizadas y activas para superar la represión gubernamental, la explotación laboral, la manipulación de los medios y las Iglesias. Hace falta que la gente reconozca que es capaz de entender la realidad nacional y encontrar personal, familiar y socialmente caminos alternativos. La unión y la solidaridad son indispensables para superar la indiferencia y la pasividad, para involucrarse con las y los que luchan individual y colectivamente por un cambio social.
En cuanto a los desafíos colectivos, aparece la gran necesidad, por una parte, de conocer grupos, asociaciones y movimientos que ofrecen la posibilidad de incidir en la vida social, económica y política, y, por otra formarnos cultural y políticamente para enfrentar las embestidas de un sistema perverso, deshumanizante y destructor de la naturaleza. No podemos menos que participar en actividades colectivas de denuncias, propuestas y cambios progresivos. En la familia y con la vecindad debemos ser amigables con la naturaleza, crear espacios de producción de alimentos sanos, de comercio justo, de actividades no contaminantes, de celebraciones festivas y de solidaridad efectiva. Frente a los feminicidios, “¡Basta! Herir a una mujer es ultrajar a Dios, que tomó la humanidad de una mujer”, grita el papa Francisco por las violencias contra la mujer.
A nivel cultural, aparece como indispensable lograr nuevas formas de comunicación, de organización y de compromisos que entusiasmen a los demás. Eso será posible si nos comprometemos en movimientos sociales y partidos políticos para consensuar proyectos de sociedad que prioricen el bien común y la equidad.
Los desafíos eclesiales no son menos importantes. Los cristianos están llamados a volver, por una parte, al testimonio luminoso de Jesús y a su movimiento liberador del Reino y, por otra, a la práctica comunitaria, diversificada y solidaria de las primeras Comunidades cristianas con los pobres. Con la institución eclesial hace falta reconocer todo lo obsoleto de las normas, la jerarquía y el clero afín de dejar de lado todo lo que impide el protagonismo de los seglares, la igualdad de las mujeres, la creatividad de los jóvenes y la renovación de las culturas indígenas y afrodescendientes. La urgencia actual está en entrar en un proceso de sinodalidad, o sea, pasar a ser una Iglesia de iguales e igualmente responsables, tal como eso existe en varios espacios eclesiales nacionales y latinoamericanos: en las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) desde más de 60 años, en la nueva organización de la Conferencia Eclesial de los 9 países amazónicos y en el desarrollo y contenido de la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe que tuvo lugar recientemente en México. Si las Iglesias no quieren ser reducidas a meras sectas encerradas sobre sí mismas, hace falta constituir una Iglesia renovada desde la práctica real del bautismo que hace a los cristianos profetas, sacerdotes y reyes pastores: profetas para anunciar en palabras y hechos lo que construye el Reino y denunciar lo que lo destruye, sacerdotes que nos relacionamos con Dios desde nuevas expresiones religiosas, reyes pastores que nos organizamos conforme a nuestras necesidades, carismas y ministerios.
Para no sentirnos agobiados por tantos desafíos, concluiremos que tenemos que limitarnos a unas pocas tareas prioritarias afín de no terminar haciendo nada. Preguntémonos personalmente cual de estos desafíos es más urgente y cuál de estas tareas vamos a priorizar… conversándolo con otras y otros y realizándolo colectivamente. Dejémonos iluminar por el misterio de vida y amor que nos habita, habita toda la humanidad como habita también todo el universo. Si este Misterio arde en nosotros, ¿quién contra nosotros?
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