Por: Alfredo Serrano Mancilla
“No es Churchill, pero es lo que hay”.
Esta fue la frase, tan lapidaria como elocuente, que escuché en la mesa de al lado en el aeropuerto de El Dorado de Bogotá (Colombia) mientras tomaba un café esperando la partida de mi vuelo. Un señor de corbata le hacía este comentario a su colega de trabajo en clara referencia al resultado electoral de Rodolfo Hernández en primera vuelta y con miras a lo que podría suceder el 19 de junio.
El ‘candidato sorpresa’ había llamado la atención de propios y extraños por colarse en la gran final contra Gustavo Petro. Un desconocido para muchos, sometido ahora a infinitos intentos (forzados) de encorsetarle a través de categorías sencillas.
Pero no. En política, como en la vida, no hay atajo simple para fenómeno complejo.
¿Quién es Rodolfo Hernández? En parte, es un viejo político que ha podido reinventarse como nuevo y diferente gracias, precisamente, a la victoria política de Gustavo Petro y lo que la Colombia Humana representa. La alternativa progresista amplió el marco de lo posible en este país.
¡Qué (democrática) paradoja!
Aunque parezca que estamos en una segunda vuelta, en verdad nos encontramos en el tercer round.
El primero tuvo que ver con la disputa Petrismo vs. Uribismo, con todo lo que ello significa. Y, en gran medida, esta partida ya fue saldada. Uribe dejó de ser el centro de gravedad de la política colombiana. Tiene su fuerza institucional, mediática, económica y militar, sin lugar a dudas, pero en cuanto a apoyo popular quedó relegado a una minoría. Desde hace unos años, la matriz de valores y sentidos comunes en Colombia no es uribista. Es otra ‘cosa’.
El segundo está vinculado a la idea de ‘Cambio’, que en Colombia es mucho más que un eslogan de campaña. Esta batalla también está ganada. El país cambió y sigue cambiando. La gran mayoría quiere dejar atrás el viejo país con sus desigualdades e injusticias; y anhela un Estado que garantice derechos sociales; más paz que violencia; un modelo económico más productivo, sin mafias ni corrupción; un sistema tributario sin privilegios; con relaciones internacionales soberanas. Este cambio también tiene su correlato electoral: los dos candidatos más votados acapararon dos tercios de los votos válidos. Ambos representan el cambio, cada uno a su manera. Petro en un sentido muy definido y Hernández de manera mucho menos nítida.
Y ahora estamos ante la segunda vuelta electoral que realmente constituye un tercer round político. Lo que está en juego a partir de ahora es hacia dónde ir. El cambio implica dejar atrás un estadio anterior, pero no necesariamente se conoce cuál será el rumbo a seguir.
Se viene un nuevo plebiscito político que deberá definir, por un lado, si las dos victorias anteriores (Fin del uribismo y Cambio) serán duraderas o si, por el contrario, fueron meramente coyunturales. La propuesta de Hernández se moverá entre marcos superficiales sin que nada de lo profundo sea modificado.
Y, por otro lado, está en disputa el modelo económico y social. Hernández seguramente optará por el goteo hacia abajo sin querer afectar los Privilegios de los de Arriba. Un clásico de la doctrina del Empresario llegado a la Presidencia. A lo Piñera, a lo Cartes, a lo Macri, a lo Lasso. Ya conocemos sus resultados. Ganan los de siempre a costa de los de siempre. Y, frente a ello, Petro pretende un Estado de Bienestar como pivote, en el que la Justicia Social sirva como palanca del crecimiento. Y donde la economía real se imponga a la especulación financiera y la producción interna a la exportación de materia prima sin valor agregado. Son dos vías en pugna. Ambas en el marco del capitalismo, pero diametralmente opuestas.
En definitiva, en esta tercera contienda política, que coincide con la segunda vuelta electoral, se elige entre Hernández, “es lo que hay”, y otra opción, Petro, que no sabemos si llegará a ser una suerte de Churchill colombiano, pero que seguro sí posee todos los atributos para ser un gran Estadista.
Alfredo Serrano Mancilla es Doctor en Economía y Director Celag
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