Propuesta de desmantelamiento de las Fuerzas Armadas
( Alfaguara Año 2 Nº4 – SET-OCT 1993 )
Art. 18. El despotismo militar será precisamente eliminado con trabas constitucionales que aseguren inviolable las grantías de los pueblos.
Art. 17. Que esa provincia tiene el derecho para levantar los regimientos que necesite, nombrar los oficiales de compañía, reglar la milicia de ella para seguridad de su libertad, por lo que no podrá violarse el derecho de los pueblos para guardar y tener armas.
Instrucciones del año XIII
FRUGONI – GRAUERT – QUIJANO
La idea que está contenida en planteo artiguista, en el autoarmamento del pueblo, la autodefensa armada de la población. Hay una falsificación en atribuir a las FFAA uruguayas actuales la herencia del “ejército de Artigas”. En cambio sí tiene razón el Ministro de Defensa cuando vincula la participación actual de efectivos uruguayos en fuerzas multinacionales de intervención con la vergonzosa participación en la Guerra del Paraguay en los 60 del siglo pasado(1). Porque estas FFAA uruguayas son la continuación del ejército de Flores, quién fundó en este país el ejército regular, en sustitución de la montonera, para poder servir así a las potencias colonialistas de la época en una guerra de agresión contra un pueblo hermano. Un ejército cipayo en sentido estricto. Con Latorre, ese ejército fue consolidado como parte del proceso de ajuste de las relaciones capitalistas de explotación y del estado capitalista, que algunos historiadores prefieren llamar “modernización”. Se trataba entonces de un destacamento amado para “poner el orden en la campaña”.
Pero es recién con Batlle cuando el estado capitalista logra realizar completamente el proyecto de monopolizar la fuerza armada, expropiando de su uso a la sociedad civil (2). Durante el siglo pasado la constante fue una guerra civil intermitente, actuada por la montonera que degeneró, luego de la guerra de la independencia, en bandas enfrentadas y bandolerismo: la “tierra purpúrea”. En cambio, durante este siglo logra imponer una nueva impronta anticipada ideológicamente por Varela. Entramos en el mundo de la “sociedad amortiguadora” de la que habla Carlos Real de Azúa.
La hipertrofia de las fuerzas armadas, y al mismo tiempo su marginalidad pasiva (“el ejército que tomaba mate en los cuarteles”) es un elemento constitutivo de esa forma “pacífica” de hegemonía burguesa que tiene su apoyo principal en un fuerte consenso ideológico. Las FFAA hipertrofiadas y pasivas participan de esta estructura amortiguadora en dos aspectos: como parte de la hipertrofia del empleo del público usado como válvula de escape de las tensiones sociales dentro de la estrategia de formar un colchón de sectores medios; y actuando como elemento disuasivo por su sola presencia frente a la sociedad. Esta actuación por sola presencia es la que da importancia a la complementación de esos dos aspectos: hipertrofia y pasividad. Un conjunto de factores ha hecho de nuestra una sociedad donde la violencia está atemperada. Comparemos por ejemplo un partido de fútbol o un concierto de rock en nuestro país con sus similares en Argentina, España o Inglaterra.
De esta forma, Uruguay es uno de los países más militarizados del mundo en relación a la población. El cuarto lugar entre los participantes de la reciente Cumbre de Bahía (3), solo superado por países con servicio militar obligatorio, guerras civiles, o peligro cotidiano de invasión.
Una proporción de “defensa” en el presupuesto nacional similar a la que existe en EEUU. Y al mismo tiempo, el nuestro es uno de los países donde la “justificación” de un ejército para la defensa territorial es menos creíble.
“La inexistencia en el país de razones valederas que justificaran un organismo de estas características, a las que se agregaba el peligro de una repetición aquí de la dolorosa experiencia de los militarismos en el continente” (Caetano y Rila, “El joven Quijano”) son las razones que impulsaron en los 20 y los 30 a Frugoni, Grauert y Quijano (4). cada uno por su lado (un socialista, un colorado, un blanco, la familia completa) a impulsar, con diferencia de matices, la idea de la disolución de las FFAA.
La inspiración de estos planteos está en el antimilitarismo y pacifismo de Jean Jaurés, y en la experiencia de las milicias civiles como en Suiza.
“¿IRÁ BRASIL A LA GUERRA?”
Un pequeño país que solo tiene fronteras con vecinos mucho mayores y superiores en fuerza militar e industrial, no puede esperar nada de una defensa militar convencional. ¿Acaso podría esperar algo del “poder de disuasión” de sus FFAA?
En 1971 las FFAA brasileñas habían preparado un plan de invasión a Uruguay, en la eventualidad de un triunfo electoral del Frente Amplio. Esto se llamó “Operativo 30 horas” (tiempo estimado de lo que resistirían “nuestras” FFAA). El marxista brasileño Paulo Schilling se embarcó entonces, en un Brasil en plena dictadura militar, a denunciar este plan de agresión, y a mostrar además su perspectiva de fracaso a largo plazo. Vale la pena destacar algunas de sus ideas expuestas en una serie de artículos, que luego fueron reunidas en un libro (5).
Schilling consideraba que, aún de producirse, esta invasión podría vencer la resistencia militar inmediata, pero no podría mantener una ocupación militar duradera sobre el territorio uruguayo. Basaba su opinión en estimar la capacidad de resistencia a largo plazo de la población civil, y el desgaste progresivo que se produciría en Brasil, militar, económico, social y político. La realidad nos ha mostrado muchas veces cómo el conjunto de factores que componen la defensa de un país (población, economía, condiciones de vida, etc.) rebotan sobre el país agresor. Este verdadero “poder de disuasión” siempre lo toma en serio cualquier candidato a invasor.
Los militares brasileños, que tienen prestigio de sabiduría en su terreno y hasta tienen su “Sorbona”, estimaron en 30 horas el tiempo necesario para “vencer” frente a sus semejantes uruguayas. Algo parecido había estimado el ejército imperial portugués cuando entró en la Banda Oriental en el siglo pasado. Ya demostró con tres años de resistencia de la montonera artiguista, mientras la burguesía montevideana le abría las puertas.
Hoy, la disposición de fuerzas sociales seria similar.
Uruguay podría sufrir invasiones extranjeras de: 1) sus grandes vecinos; 2) superpotencias (los yanquis, nadie más); 3 fuerzas multinacionales “de paz” como las que vemos hoy, y que la participación de militares uruguayos está ayudando a instituir. Los”vecinos” podrían actuar por encargos de las superpotencias o por cierto desborde “subimperialista”, de las que se han visto algunos casos con suerte variable. La disuasión contra cualquier agresión de este tipo, son las dificulta es de sometimiento de las población civil. ¿Por qué acaso EEUU no ha aún invadido Cuba?
Frugoni tenía muy claro esta “doctrina de la seguridad nacional” bien entendía, cuando decía: “… las guerras actuales… se realizan en gran parte en los talleres y en las fábricas”; “un ejército… si tiene una retaguardia donde las mujeres y los niños se mueren de hambre y se desesperan porque les falta lo más indispensable, es un ejército que está derrotado de antemano”; “un presupuesto militar que sea excesivaente gravoso para la capacidad económica de la nación puede ser funesto hasta para la propia eficiencia militar”.
LA DOCTRINA MILITAR
Es tan evidente la irracionalidad de pretender nuestra defensa territorial por estas FFAA, y unas FFAA que no sirvan para defender el territorio es algo tan absurdo, que alguna justificación hay que sacar de la galera.
Mucho problema no se hacen los militares, que no acostumbran a justificarse en ideas, sino en situaciones de hecho. Pero en Uruguay, las cosas tienen que justificarse con razones. Hasta los militares comprenden que su existencia no se justifica.
En el famoso reportaje de Araújo (Néber) a Medina por televisión, este último decía que el papel de las FFAA uruguayas en caso de invasión sería “inmolarse heroicamente por la patria”, sucumbiendo ante el invasor como cuando la caballería polaca cargó contra las divisiones blindadas nazis. ¿Qué tal?
Pero más allá de declaraciones pintorescas, la necesidad de justificación ha llevado a los militares a construir una “doctrina estratégica”, según la cual Uruguay debe estar preparado para una “agresión combinada” de fuerzas “externas e internas”. El papel de las FFAA uruguayas sería “colaborar” con fuerzas “hemisféricas” en lo estratégico y actuar por sí mismas “en lo táctico”. Esto que dicen hoy en forma rebuscada los militares, lo explicó hace tiempo Frugoni en su conocido estilo directo: “Perros que ladran a los de afuera y muerden a los de adentro”.
Durante el gobierno de Sanguinetti, hasta el plebiscito de abril del 89, se discutió en el país la existencia de una “tutela” militar sobre el poder civil. Más allá de lo que pasase en esa coyuntura, ¿qué es lo que ocurre ahora?
Hoy tenemos en el país un gobierno (6) que decide cuando se sortea la Comboleta, intenta decir (¿podrá?) a qué edad se deben jubilar los funcionarios públicos, o qué formulario deben llenar los importadores.
La política económica del país la manejan funcionarios de los organismos de crédito internacionales, sentados en escritorios de reparticiones del estado uruguayo. Los órganos de gobierno formales tienen poco que hacer en esto. Pero los militares (en una neta diferencia con lo que ocurría hace algunos años) tampoco participan en la definición de estos temas.
Pedro Montañez, un militar de izquierda “en situación de reforma” (expulsado de las FFAA) ha explicado como la característica arraigadamente marginal de los militares en el estado uruguayo, se constituyó en una traba para las posibilidades de éstos de actuar como administradores efectivos del estado capitalista, cuando ejercieron esta función en la dictadura.
Algunas investigaciones de Luis Stolovich muestran que esta característica se mantiene luego de la dictadura: los militares uruguayos no han obtenido una cuota de participación completa en el poder, incluyendo la participación económica. Su propio carácter marginal condicionó el estilo de la dictadura militar, y la “vuelta a la democracia terminó en una nueva compartimentación para los militares, aunque muy distinta: un bunker.
Las FFAA tienen actualmente un coto reservado en las áreas de “seguridad” e “inteligencia”. No rinden ni se les pide cuentas. hay entonces una estructura de poder compartimentada, con funciones diferenciadas y relativamente autónomas. No puede hablarse hoy estrictamente de “tutela” militar, aunque obviamente no existe tampoco una “subordinación” a las “instituciones civiles”.
Pero como ya lo hemos dicho, en Uruguay hay que justificar racionalmente las cosas (el “iluminismo”, otra de las constantes “amotiguadoras” de Real de Azúa). Y esto ha traído algunos problemas.
¿Cómo justificar la hipertrofia militar, cuando la línea es el “achicamiento del estado”? ¿Cuando “se terminó la guerra fría”? ¿Y se “terminaron las ideologías”? ¿Cuando el propio imperialismo impulsa la política del “redimensionamiento”?
Lo primero es comprender cuál es la propuesta militar del imperialismo yanqui en el Tercer Mundo, y por qué. Su estratega se compone del siguiente esquema:
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Reducción de sus propias FFAA, onerosas y anacrónicas.
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Reducción de las FFAA de los países del Tercer Mundo, que a esas dos características suman la escasa confiabilidad, la tendencia a generar “islas” que quedan fuera de control (Noriega, Sadam, etc.) y se transforman en nuevos problemas. Además, son una fuente permanente de irritación popular.
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Sustituir las FFAA tradicionales por las “fuerzas de despliegue rápido”, contingentes más reducidos, cuerpos de élite con técnicas y armamentos modernos.
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Estas “task forces” son además, desarraigadas, siempre extrañas en cualquier país, “multinacionales” (apátridas). No es casual que el cine y la televisión yanquis se dediquen a glorificar al héroe mercenario.
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Sometidas a la hegemonía imperialista a través del dominio tecnológico. Articuladas por mecanismos directos (“coordinación de ejércitos”) por fuera y por encima de las estructuras “oficiales” de los estados.
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Se apoyan en un nuevo tipo de “legitimidad” que no tiene nada que ver con la “defensa territorial” sino todo lo contrario: el establecimiento de un “gendarme planetario”, guardián del orden por encima de las fronteras.
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El enemigo ahora es “el estallido de rabia” (este es “análisis” de los sociólogos yanquis luego de lo de Los Ángeles)(7).
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El complemento es que estas FFAA realicen obras de “acción civil”, es decir, alguno servicios de “ayuda”a la comunidad.
Como podemos ver, una de las características de las formas actuales del poder burgués es reservar los núcleos “duros” o centros de decisión, separándolos de los circuitos más permeables de la sociedad civil.
No vamos a entrar aquí en las causas últimas de esa estrategia. Pero sí corresponde señalar como los “estados nacionales” quedan rebasados en esta realidad. Para los pueblos, de lo que se trata entonces no es de defender “fronteras”, sino de defenderse ellos mismos de las agresiones de estos de poder que pueden provenir de dentro o fuera de esas fronteras. Y para esa tarea las fuerzas armadas “nacionales” de tipo elitista (diferenciadas de la población civil) han resultado siempre un obstáculo, nunca un instrumento o un aliado.
Por cierto, todo esto desenmascara la mistificación liberal del estado basada en Rousseau y otros. Pero éste es un elemento ideológico que ha entrado en desuso para la burguesía. Las mistificaciones actuales no buscan encontrar un sentido racional al estado, sino proponer cínicamente la “aceptación del poder de lo fáctico”.
EL MOVIMIENTO POPULAR FRENTE A LAS FFAA
En el 4to. Congreso del PIT-CNT, AFUTU presentó la propuesta de incorporar a la discusión programática el desmantelamiento de las FFAA. La propuesta se aprueba de inmediato sin objeciones. Pero luego de aprobada, comienza la inquietud entre muchos delegados ante la “enormidad” de lo hecho. Se produce entonces una curiosa situación. No se puede votar en contra de la propuesta ya aprobada, ya que para eso habría que decir que el movimiento sindical no quiere suprimir las fuerzas armadas. Pero la cúpula sindical no puede dejar siquiera sobre el papel este planteo programático. El nudo se resuelve dejando el tema en suspenso para una cuidadosa discusión en las bases. Y luego se dio el carpetazo.
La revista “El Soldado” publica sobre esta propuesta un editorial hablando del “SIDA apátrida que ataca la nacionalidad”. ¿Pero por qué SIDA y no cólera, cáncer o gonorrea? Porque proponer el desmantelamiento de las FFAA es un ataque al sistema de defensa del capitalismo, es mortal, y en las condiciones de Uruguay es además (alcanzaría hace una encuesta callejera para verlo) una idea muy contagiosa, se propaga muy rápidamente. Para ellos, es el SIDA.
¿Por qué la dirección reformista del movimiento popular no puede comprometerse con esta propuesta?
Roland Barthes o Ernest Mandel han señalado la “dialéctica de las conquistas parciales” como un rasgo distintivo del pensamiento burocrático (8). La conservación de la parcela que se ha conquistado, se cree haber conquistado, o se supone a punto de conquistar, es más importante que la lucha por el todo. “Respetar las reglas de juego” pasa a ser el verdadero juego, argumentando que con esas reglas se va a ganar. A este juego se sacrifican los objetivos que alguna vez se tuvieron. La burocracia que administra los objetivos del conjunto del movimiento, sacrifica esos objetivos para mantener los mecanismos de administración.
La perspectiva de “llegar al gobierno” hace que nuestra izquierda ponga en primer lugar el objetivo de que “la dejen gobernar”. Para ello, trata de reconciliarse con las FFAA, como también con la banca internacional o las cámaras empesariales.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
¿Afianzar las instituciones?
En el pensamiento más corriente entre los actuales dirigentes de izquierda, de lo que se trata es de asegurar la “subordinación” de los militares al “poder civil”. Pero atar las piezas del poder burgués no es una estrategia para la defensa de los sectores populares. Por otro lado, la compartimentación de este poder burgués no es un simple bandazo de una de sus piezas, es su estrategia actual.
¿Reinsertar las FFAA?
Ya dijo Rapella en el 85: los que se tienen que “reinsertar” son los civiles. Los militares no desean salir del ghetto. Medina, en el reportaje citado, se oponía a que los militares construyan carreteras o limpien las calles porque eso va borrando la “mentalidad profesional”. La “acción civil” que propone el imperialismo no es útil a los civiles. La “ayuda” que vimos aquí, fue el jugo de naranja podrido de la Guerra del Golfo que repartieron en las escuelas. No se trata de que un helicóptero militar rescate víctimas de un incendio: demos ese helicóptero y saquemos a los militares. Juan Rial o Ma.del Huerto Amarillo abogan para que los civiles “comprendan” a los militares y no los “aislen”. Pero son los militares quienes se aislan. Y nosotros, para derrotar el despotismo militar, debemos profundizar el aislamiento que ellos mismos crean.
¿Dividir las FFAA?
Es también ampliamente dominante en la izquierda la “táctica” de buscar “progresistas”, “nacionalistas”, o “legalistas” entre los militares. La base de esta idea es: los cambios solo pueden hacerse de arriba a abajo, el monopolio de la fuerza por los militares es inevitable. Las divisiones que busca esta izquierda son siempre cupulares, nunca horizontales, como sería por ejemplo apoyar la huelga policial. Nuestra idea, en cambio, es recuperar el derecho popular a la autodefensa. El guardían no es aliado de la igualdad, el guardián solo puede ser guardián de la desigualdad, existe porque existe la desigualdad. No es necesario intentar dividir a los militares. Ellos mismos se dividen en mil fracciones enfrentadas (Guardia Artiguista, Comando Lavalleja, Tenientes de Artigas, Chucrut, nombres graciosos de realidades nada graciosas). Korzeniak, muy lejos ideológicamente de Frugoni, dice que este es un hecho tranquilizador que indica el “debate democrático interno” de los militares. Uno de esos grupos “democráticos” se atribuye el atentado contra Sanguinetti. Este grupo, u otro grupo similar de criminales, ha sido autor del atentado a Cores, el asesinato de Roni Scarzella, o el secuestro de Berríos. La fractura de los militares no es un atenuante del peligro que representan, es un agravante.
¿La paz mundial?
Hemos leído en la prensa que estos soldados uruguayos muertos en Camboya o Mozambique han caído “por la paz mundial”. Tampoco esto es cierto. A la vista está que la ONU no puede llevar la paz a estos lugares del mundo,lo que lleva es el poder imperialista, y las propias luchas interimperialistas. Hay que oponerse abiertamente a estas intervenciones, y a la participación de Urugay en ellas. El orden imperialista no va a traer la paz. La ONU sigue el camino de la Sociedad de las Naciones, y por la misma causa.
La Segunda Declaración de La Habana decía que lo único que Cuba podía dar al mundo era su ejemplo. ¿Qué puede dar el Uruguay al mundo? El ejemplo de una sociedad sin militares, esa puede ser nuestra contribución a la paz.
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(1) Este artículo fue escrito en 1993. Por lo tanto, todas las menciones a “siglo pasado” se refieren al XIX, y las a “este siglo” al XX.
(2) Véase “Historia social de las revoluciones de 1987 y 1904”, Barrán y Nahum
(3) Se refiere a la Tercera Cumbre Iberoamericana, Salvador de Bahía, Brasil, 1993. En el 2008 hubo otra “cumbre” allí.
(4) Nos hemos referido a estos antecedentes en numerosos artículos.
(5) El expansionismo brasileño / Paulo R. Schilling. Mexico : El Cid Editor, 1978.(¿Ira Brasil a la guerra? La satelizacion del Uruguay. La cuenca de la integracion, o los rios de la discordia. La lucha por la Amazonia y el expansionismo brasileno. La politica de Brasil en Africa, Portugal y en el Atlantico Sur. Etc)
(6) Es el gobierno de Lacalle.
(7) Los disturbios de Los Ángeles estallaron en abril de 1992 cuando un jurado de blancos absolvió a los cuatro policías que aparecieron en unas grabaciones danto una terrible paliza a Rodney King (negro).
(8) Ver p.ej. Ernest Mandel, “El poder y el dinero”, 1994.
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