Por: Mohsen Khalif
Desde el comienzo de 2023, leer sobre la situación en los territorios ocupados por Israel en medios hebreos ha sido una experiencia desconcertante.
Por ejemplo, un artículo reveló que el comandante militar israelí responsable de la ocupada Cisjordania distribuyó recientemente a sus oficiales un folleto mesiánico: “Los secretos de los redentores de la tierra, desde Abraham nuestro padre hasta los jóvenes colonos”, sobre cómo apoderarse de la tierra palestina.
Mientras, otro informe reveló que la cifra de los palestinos asesinados por fuego militar israelí en la ocupada Cisjordania en 2022 ha sido el más alto en 18 años. De igual modo, otro explicó cómo la corte suprema de Israel aprobó la expulsión de los palestinos de sus hogares en ocho pueblos y la demanda del ejército israelí de realizar ejercicios de entrenamiento regulares en esa misma área.
Estos informes exponen las sombrías realidades cotidianas de los palestinos en los territorios ocupados por Israel. Estos reportajes, rara vez, llegan a los boletines de noticias del mundo porque los medios de comunicación internacionales no cubren estas historias, y si lo hicieran, desafiarían profundamente la narrativa actual que han estado vendiendo durante mucho tiempo sobre Israel: “que tiene democracia sólida”.
De hecho, la cobertura internacional de Israel, desde las elecciones de noviembre de 2022, ha sido más o menos uniforme y dice que los cambios legislativos propuestos por el primer ministro Benjamín Netanyahu debilitan la corte suprema de este régimen.
Estos son, sin duda, temas importantes que merecen una amplia atención de los medios. Las leyes y políticas que está introduciendo o recomendando el nuevo gabinete de extrema derecha están claramente dirigidas a socavar la separación de poderes entre el legislativo, el ejecutivo y judicial, una separación que sirve para proteger los intereses de Netanyahu, que enfrenta acusaciones de corrupción.
Desde el inicio de la coalición de Netanyahu, la cobertura de los medios internacionales sobre Israel se centró casi exclusivamente en estos temas. La prensa informó ampliamente sobre las protestas de ciudadanos israelíes que perciben las políticas del nuevo gabinete como un “ataque a la democracia”.
Esta interpretación no es necesariamente incorrecta. Pero los informes de los medios hebreos, y las experiencias de millones de palestinos que viven bajo la “democracia israelí”, sugieren que es muy engañoso.
La narrativa dominante sobre Israel que circula actualmente se basa en el tropo familiar de que Israel es “la única democracia en Asia Occidental”. Pues, los informes que aparentemente critican al gabinete de Netanyahu en realidad sirven para encubrir la naturaleza inherentemente antidemocrática de Israel y sus principales instituciones, incluida su corte suprema.
Claro, hay democracia en Israel, pero es similar a la que existía entre los blancos en el apartheid de Sudáfrica y a la democracia que existe actualmente en los países avanzados.
Millones de palestinos en la ocupada Cisjordania viven bajo el control militar israelí, donde no pueden participar en el proceso político, mientras que cientos de miles de palestinos que residen en el este de Al-Quds (Jerusalén) son “residentes” en lugar de ciudadanos y, en consecuencia, no pueden votar en las elecciones nacionales.
Y aunque los ciudadanos palestinos de Israel pueden participar en las elecciones, también están sujetos a una serie de leyes discriminatorias. Todo esto, según muchos investigadores, juristas, activistas y respetadas organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, significa que Israel no es una democracia liberal en pleno funcionamiento, sino un “apartheid”. Dicho de otra manera, Israel tiene democracia solo para los judíos.
La corte suprema de Israel, retratada en los medios internacionales como un modelo de rectitud moral, es de hecho una defensora de los derechos democráticos de los colonos israelíes. Como han demostrado varios estudios, la corte ha desempeñado un papel vital para permitir el proyecto colonial de Israel y legitimar los abusos del Estado contra los palestinos.
Los fallos de la corte suprema otorgaron legitimidad a la expropiación de tierras palestinas y cobertura legal para ejecuciones extrajudiciales, demoliciones de viviendas, deportaciones y detenciones administrativas contra palestinos. Algunos de sus jueces son los mismos colonos, tal y como dice el derecho internacional, son “criminales”.
Según lo expuesto, la afirmación de que el nuevo gabinete de extrema derecha está en camino de destruir la democracia de Israel solo “sería cierta” en un mundo donde los palestinos no existan.
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