Por: Alfredo Jalife-Rahme
Mas que el acuerdo propiamente dicho sobre la destrucción de las armas químicas sirias de Bashar al Assad ( The Washington Post, 16/9/13) que puede ser muy elusivo a la hora de su aplicación, ya no se diga de su interpretación unilateral por EU –como sucedió con Saddam en Irak–, destaca el regreso triunfal de Rusia, concomitante al preocupante declive de EU en el “Gran Medio-Oriente”, donde sus pasadas tres guerras desde el 11/9 –libradas en Afganistán, Irak y Libia– le han causado graves estragos a escala global, regional y local.
El acuerdo secreto Rusia-EU fue esbozado entre Obama y Vlady Putin desde la cumbre de Los Cabos del G-20 ( Bajo la Lupa, 17/6/12) y refrendado en la cumbre de San Petersburgo del mismo grupo en un aparte bilateral de 20 minutos. No existió tal teatralidad de la “pifia” de Kerry ni “sorpresa” alguna.
¿Qué tanto pesó el asombroso rechazo de Indonesia –la mayor población islámica sunnita del planeta: 260 millones de feligreses–, a la aventura militar de Obama durante la cumbre del G-20 en San Petersburgo?
Curiosamente, Obama vivió parte de su infancia, en su etapa formativa, en Indonesia: de los seis a los 10 años.
De que Rusia no estaba jugando ni bluffeando, como alucina Stratfor, lo delata el “regaño” (¡súper-sic!) de su Ministerio de Defensa al agregado militar israelí debido a la prueba “secreta” de un misil de EU/Israel con trayectoria en dirección de Moscú (Barak Ravid, Haaretz, 9/9/13).
Stratfor (13/9/13), en su calidad de sicofante de la desinformación israelí con máscara “texana” expuesto por los hackers de Anonymous, tergiversa que la crisis económica de Rusia nulifica su aspiración a pretender a un liderazgo global como resultado del triunfo diplomático de Putin, desde ahora genuino candidato al Premio Nobel de la Paz 2013.
Sin caer en una abyecta misoginia, resaltan tanto la mediocridad dual de Susan Rice, flamante asesora de seguridad nacional a quien le quedó muy grande el puesto, y de Samantha Power, embajadora de Obama en la ONU, así como la inoperancia del etéreo concepto intervencionista R2P (“Responsability to Protect”: Responsabilidad para Proteger) bajo la tramposa coartada de los “derechos humanos”: herencia teológica de la anterior secretaria de Estado de Clinton, Madeleine Albright, a quien, visto en retrospectiva 14 años después, le rindió frutos efímeros su controvertida guerra en Kosovo, si se toma en cuenta que Rusia empieza a recapturar su influencia desvanecida en la parte oriental de Europa que vive un ominoso proceso de balcanización subrepticia.
La aventura militar de Obama en Siria, hasta ahora abortada por la diplomacia rusa, representaba la mezcla de las guerras de Kosovo y Libia que empuñaron EU-OTAN-G-7 (con las específicas reticencias de Alemania), y muy probablemente hubiera intensificado una guerra regional ya en curso que no se atreve a pronunciar su nombre como reflejo y reflujo de las operaciones de Al Qaeda en ISIS (ver Bajo la Lupa, 28/8/13) y que en un descuido hubiese constituido el inicio de la Tercera Guerra Mundial, como se vislumbró ominosamente con la fractura del G-20 en San Petersburgo, donde EU fue aislado por la mayoría.
En sus entrevistas a NBC y PBS, el geoestratega Zbigniew Brzezinski (ZB) –autor del libro ultrarreduccionista de entonaciones solipsistas Visión estratégica: EU y la crisis del poder global– acepta el declive de EU en el “Gran Medio-Oriente”, y lanza sus zanahorias seductoras a Irán y China con el fin de colaborar en un amplio arreglo sobre Siria que impida el riesgo de una guerra regional, donde el sunnismo jihadista prevaleciente en el Cáucaso –en contigüidad al mar Caspio: pletórico en hidrocarburos– afectaría los intereses de Rusia y obstaculizaría la celebración de los Juegos Olímpicos de invierno en Sochi (Rusia) donde Putin ha invertido gran parte de su prestigio.
El corolario es sicalíptico: un estallido regional perjudicaría a los importadores de hidrocarburos: China, Japón, India y Corea del Sur.
De allí, Brzezinski –ex asesor de seguridad nacional de Carter, íntimo de Obama, presunto inventor de Al-Qaeda (http://www.sourcewatch.org/index.php?title=Zbigniew_Brzezinski ) y catalizador del empantanamiento de la URSS en Afganistán por los mujahidines (de su confesión a Le Nouvel Observateur, 15/21.1.98)– quizá derive su puntual invitación a China para participar activamente en un arreglo regional donde concentra la discordia al triángulo de los polos de Siria, Irán e Israel-Palestina, a su juicio, íntimamente imbricados.
Después del anuncio del acuerdo Rusia-EU, Brzezinski comentó por tuiter: “es tiempo que China (¡súper-sic!) supere el resentimiento (sic) al discurso del pivote de Obama y se percate que el uso del término (sic) fue hecho mas sin pensar (sic) que en forma intencional”, lo cual refleja consecuentemente, a mi juicio, la nueva correlación geoestratégica de fuerzas del G-3, las máximas superpotencias globales: EU, Rusia y China.
Un día antes, Brzezinski había tuiteado que “es simplista pensar que Rusia y China están unidos por la cadera. Los intereses de Rusia en Siria, y más ampliamente en el Medio-Oriente, no son los de China”. ¿Busca Brzezinski torpedear el triunfo diplomático ruso mediante la seducción a China?
Las tres guerras de EU en el “Gran Medio-Oriente” y, en especial, la política del “pivote” de Obama –la “contención de China” intensificada por Hillary Clinton desde la Secretaría de Estado– han acercado cada vez mas a Rusia y a China, lo cual quedó explícito durante la reciente cumbre del G-20 en San Petersburgo con el rechazo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) a la aventura militar de Obama en Siria, frente a la zozobra del disgregado G-7 (que acabó en un aislado G-2: EU y el “socialismo” francés).
El geoestratega Brzezinski, rusófobo empedernido, de seguro estuvo atento a la decimotercera cumbre del Grupo de Shanghai, celebrada en Bishkek (Kirguistán) y escamoteada obscenamente por los multimedia “occidentales”.
Mientras la OTAN, la Unión Europea (y hasta el Vaticano) mostraban su pulverización frente a la proyectada aventura militar de Obama en Siria, en marcado contraste, el “G-6 de Shanghai”, constituido por dos superpotencias globales y cuatro países islámicos centroasiáticos (China, Rusia, Kazajstán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán), exhibía una mayor cohesión y la presencia de tres observadores: Irán, Afganistán y Mongolia.
Bishkek fue el punto de reunión, por primera vez, entre el triunfante zar global Vlady Putin y su homólogo iraní recientemente entronizado, el “moderado” Hassan Rouhani, quien arranca bajo los mejores auspicios para descolgar un arreglo sobre el contencioso nuclear iraní, inextricablemente conectado, a mi juicio, a la optimización de las negociaciones sobre Siria entre Putin y Obama.
Irán, víctima de las armas químicas entregadas por la CIA a Saddam, contribuyó al arreglo Rusia-EU, y está dispuesto a un compromiso nuclear con Obama y Putin. Se gesta así una inesperada dinámica de resolución pacífica integral contraria a la ruta bélica regional.
Pero sectores oficiales iraníes no están nada optimistas: la estatal Press TV (13/9/13) expone “10 razones” de la inevitabilidad de guerra de Obama en Siria.
Comentario