Por: Fernando Dorado
Hemos venido insistiendo en que para darle continuidad al proceso de cambio que lidera en Colombia el presidente Gustavo Petro, se hace necesario ampliar y consolidar el espectro de clases y sectores sociales que apoyan al gobierno.
En la actualidad, de acuerdo a nuestra percepción y a encuestas y sondeos, la favorabilidad del primer mandatario ha mermado y, ello, debe preocupar.
También, hemos planteado que existen condiciones externas e internas que explican la aparición y crecimiento de cierto escepticismo e incertidumbre frente al gobierno. Por un lado, los efectos negativos de la recesión económica global, la guerra Rusia-Ucrania y la inflación mundial y, por el otro, los problemas acumulados y las enormes expectativas sobre la nueva administración que han sido aprovechadas por la oposición mediática para desgastar su imagen.
Igualmente, hemos señalado algunas causas de ese “desgaste” que tienen que ver con la acción errática del Presidente y del Pacto Histórico, que en gran medida se justifican por cuanto corresponden a un proceso político relativamente nuevo y a la situación real de un país y una sociedad en movimiento y transformación, que sólo en medio de la “praxis” se puede reconocer y abordar con acierto mediante el diseño y el ajuste continuo de la política y la comunicación.
Para ilustrar la particularidad del momento que vive el país, acudimos a la categoría de “alianza interclasista” que surgió en Colombia con ocasión del proceso de paz con las Farc, liderado por un sector importante de la oligarquía financiera y de la burguesía burocrática, y que fue apoyado por gran parte de la población colombiana, a excepción de los terratenientes despojadores de tierra y de sectores sociales muy golpeados y resentidos con las guerrillas izquierdistas.
Así mismo, explicamos el triunfo electoral del Pacto Histórico como la continuidad del proceso anterior encabezado por el expresidente Santos y que fue saboteado durante el gobierno de Duque. Lo anterior esclarece y explica la derrota del candidato uribista (Fico Gutiérrez) y la posterior disputa presidencial entre candidatos que apoyaban el “cambio” y la paz (Hernández y Petro).
No obstante, lo ajustado de los resultados electorales y la composición social y territorial de la votación nos lleva a plantear que la correlación de fuerzas a favor de una transformación estructural es limitada y precaria, y, por tanto, el ejercicio de gobierno es fundamental para romper con el equilibrio estratégico entre quienes apoyan el cambio y quienes lo adversan.
Esa “alianza” se ha tensionado en los últimos meses por la presentación y trámite legislativo de las reformas de salud, laboral y de pensiones que inquietan a sectores financieros y burocráticos, y por algunos pronunciamientos sobre la suspensión de contratos de exploración petrolera y gasífera u otras iniciativas que afectan intereses oligárquicos (política económica, servicios públicos, etc.).
Es necesario recordar que las clases y sectores sociales que apoyaron a Petro fueron los campesinos, indígenas y comunidades negras del Pacífico, Costa Caribe y departamentos de la Colombia profunda, periférica y fronteriza. Los trabajadores, las clases medias y sectores de la burguesía emergente lo hicieron parcialmente, destacándose la votación en Bogotá.
En cambio, quienes se alinearon con la oposición a Petro fueron las castas dominantes (oligarquía financiera, grandes terratenientes, burguesía agraria y lo más corrupto de la burguesía emergente) y los pequeños y medianos productores agrarios, localizados en las regiones de más alto desarrollo económico y con gran tradición “paisa”, que fueron fuertemente afectados por las acciones irracionales de la insurgencia fariana (ver mapa 1).
Mapa 1. Resultados electorales – Presidencia de la República – Colombia, junio de 2022
Por ello, si el gobierno quiere impulsar seriamente la industrialización de nuevo tipo y una transición ecológica hacia fuentes de energías limpias, tendrá que atraer a los únicos sectores que –en verdad– tienen la necesidad, el interés y las condiciones para hacerlo de una forma asociativa, eficiente, con tecnologías de punta, no-asistencialista y relativamente rápida y sostenible.
Esos sectores o sujetos sociales del “cambio progresista” son los pequeños y medianos productores, especialmente los agrarios, y los “profesionales precariados” (que algunos ubican dentro de las “clases medias”), porque aun sin el apoyo de los anteriores gobiernos, han construido una economía productiva relativamente democrática y rentable con base en sus propios esfuerzos y recursos.
Y la punta de lanza de dichos sectores sociales está plasmada en diversos proyectos (individuales y comunitarios) que existen a lo largo y ancho del país en agroecología, turismo ecológico, agricultura urbana, educación social-popular, acueductos comunitarios, salud preventiva y medicina ancestral, y muchas más experiencias alternativas, que son la vanguardia y potencia transformadora de la verdadera revolución que necesita Colombia y el mundo.
Nota sintética sobre el momento actual (por desarrollar)
A diferencia de quienes tienen una lectura insurreccional del “estallido social” de 2019-2021, pensamos que en Colombia no estamos en un momento “refundacional” y tampoco “de-constituyente”. Sólo estamos frente a un “umbral de transición”, en donde un gobierno progresista (y las clases y sectores sociales que los representa y apoyan) tiene la oportunidad de construir un verdadero “pacto histórico” que debe ir más allá de lo electoral y coyuntural.
Mientras se mantenga dividida y enfrentada la sociedad colombiana entre la nación paisa y santandereana de raigambre “blanco-español” (conservadora) y la nación mestiza y periférica de origen “indio y negro” (liberal), que ha sido la condición para que exista una casta oligárquica que reproduce la dominación colonial, racista, patriarcal, clerical y capitalista, y que ha dado origen a una estructura social diferenciada y fragmentada, no podremos construir una verdadera Nación y desencadenar la energía creadora de un Pueblo unido alrededor de objetivos transformadores.
El programa construido por Petro y el Pacto Histórico tiene los componentes teóricos y políticos para avanzar en esa dirección, pero de acuerdo a nuestra percepción, no se ha roto totalmente con las visiones insurreccionales y “refundacionales”. No hemos asimilado las experiencias de otros países en donde unas “minorías iluminadas” en nombre de los trabajadores y de los pueblos quisieron “cambiar el mundo”, derrocar a las clases dominantes y “por decreto”, cambiar el modo de producción capitalista. No lo lograron; el pasado regresó por la puerta de atrás.
El voluntarismo y la impaciencia se juntaron para crear un imaginario “cortoplacista” que nos llevó a fracasos y derrotas históricas. Son lecciones que no podemos dejar pasar. “Del afán solo queda el cansancio” reza el dicho popular. Lo hoy que ocurre en Chile y está en desarrollo en Ecuador, Bolivia, Brasil, etc., es parte de lo mismo. Y si en Colombia no evaluamos y aprendemos, le llevaremos agua al molino de las derechas guerreristas que están al acecho.
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