Fuente: Correo del Alba
En enero de 2020, a pocos meses del golpe de Estado y su renuncia, el expresidente Evo Morales anunció desde su exilio en Buenos Aires que “el candidato a Presidente [del Estado Plurinacional de Bolivia] por el Movimiento Al Socialismo – Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) es el licenciado Luis Arce Catacora (…) candidato a Vicepresidente, tomado en cuenta la propuesta del Pacto de Unidad, quiero informarles que es el hermano David Choquehuanca”.
La militancia, simpatizantes y hasta algunos “pititas” arrepentidos optaron disciplinadamente por la mentada dupla, que ganó con más del 50% de los votos en los comicios del 18 de octubre de 2020. Sin embargo, a poco andar del Gobierno, las fisuras internas comenzaron a aflorar y ser amplificadas por una prensa opositora que dedicó vastas portadas al conflicto.
No fue necesario seguir apuntando a un eventual distanciamiento entre masistas desde los medios de comunicación, en tanto el propio presidente del MAS, Evo Morales, ha ido publicando, desde hace varios meses en su cuenta Twitter, Facebook y otras redes sociales, denuncias y ataques al Ejecutivo, reforzadas por sus colaboradores más cercanos.
Personas afines al MAS, así como parte de su militancia y numerosos adherentes se sienten desconcertados y desconcertadas ante los problemas cupulares. ¿Qué está pasando realmente y qué debemos saber de esa situación? ¿Existe un ala denominada “evista” y otra “arcista” en flagrante disputa? ¿Es posible concertar la unidad a estas alturas? ¿En qué se parece este proceso de ruptura a lo experimentado en el siglo pasado por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), partido que capitaneó la llamada Revolución del 52?
En fin, son muchas las preguntas y pocas las respuestas. En busca de ellas hemos entrevistado a tres voces claves para que nos den su opinión y análisis sobre la crisis por la que atraviesa el MAS. Desde el “ala arcista” (renovadora) respondió el exministro de Gobierno, Hugo Moldiz; del “ala evista” (radical) el abogado de Derechos Humanos, Nelson Cox; y una voz de la experiencia que ve con preocupación el impasse, el extitular de Minería, José Pimentel.
¿Cuál sería el origen del conflicto entre “renovadores” y “radicales”?
Hugo Moldiz (HM)–Tiene que ver con la ausencia de un espacio de resolución de las contradicciones y tensiones que se iban a presentar debido a que, por vez primera desde 2005, se iba a producir un dislocamiento entre el liderazgo político-institucional o estatal y el liderazgo político. Evo Morales concentró ambos desde enero de 2006 hasta noviembre de 2019.
Aquel liderazgo concentrado cambió desde la campaña electoral misma, como se puede inferir, y es también un hecho el que no hubo ningún tipo de acuerdo desde la designación del binomio. Se partió del supuesto de que se tenía un binomio meramente instrumental, lo que, ciertamente, no fue asumir que, desde el golpe de Estado y la recuperación de la democracia, se iba a presentar una nueva configuración política.
Nelson Cox (NC)– Deviene de ciertas posturas asumidas. El entorno de Luis Arce –Hugo Moldiz y los ministros Lima, Del Castillo, María Nela Prada, Montaño y Novillo– le han hecho creer que era el nuevo referente de Bolivia y paladín del MAS, quien estructuró los basamentos del Proceso de Cambio y que su vínculo con Evo Morales le perjudicaría.
Obviamente ellos tienen mucha afinidad con la derecha y esa determinación interna ha permitido que cometan actos de traición, no solamente con los procesos de Senkata y Huayllani, sino con relación a la propia agenda que ha dejado el golpe de Estado y el gobierno de facto, por ejemplo, el procesamiento a altas autoridades como son los exministros de Jeanine Áñez, a Tuto Quiroga, Carlos Mesa, a Samuel Doria Medina, a Waldo Albarracín.
Al apartarse de todo eso se ha hecho un acto de traición a la ideología del MAS, estableciendo alianzas con el eje de la derecha: Jhonny Fernández, Manfred Reyes Villa y Arias.
José Pimentel (JP)– No hay tendencias, son simpatías e intereses. El MAS-IPSP es un instrumento de las organizaciones sociales, en sí no es un partido. Por eso el liderazgo no es un hecho electivo, si no consecuencia de la lucha que los dirigentes y líderes han desarrollado en el seno y en servicio de las organizaciones sociales. Estos dirigentes, formados en la resistencia contra las dictaduras militares y el neoliberalismo, ocuparon cargos en el Ejecutivo, la Asamblea Constituyente (AC), el Parlamento y los gobiernos subnacionales. La exigencia de una gestión acelerada y eficiente dio paso a su sustitución por profesionales, mientras los sectores sociales se convertían en beneficiarios, relegando su función dirigencial. La gestión gubernamental ha tenido un acompañamiento de las organizaciones sociales, pero no la orientación y dirección de las mismas, esta falta de reflexión-práctica no ha permitido que se profundice el cambio o prevea errores.
La pasividad de las masas, que puede interpretarse como satisfacción o tranquilidad para conseguir respuestas a sus intereses y necesidades, no da paso al protagonismo de los actores sociales, ni al surgimiento de nuevos líderes. En ese sentido, la conducción del aparato estatal asume la titularidad del liderazgo y la conducción política está condicionada a los espacios que se logren en el Gobierno; por eso la promoción de “tendencias” es un adelanto de espacios en las futuras elecciones.
¿En qué se fundamentan las desavenencias? ¿Hay diferencias estratégicas?
HM– El Instrumento Político nació en 1995 como síntesis de un pluralismo político en el marco del antiimperialismo, el anticolonialismo y el anticapitalismo, aunque con una aproximación bastante compleja desde el indianismo, katarismo, socialismo no marxista, socialismo marxista e incluso desde la socialdemocracia.
Si bien es cierto que no se ha producido nunca un debate medianamente profundo del carácter del Proceso de Cambio y de su horizonte histórico, es evidente que existen desavenencias en términos de cómo concebir, construir y gestionar la política; de definición del sujeto histórico de la Revolución; del tipo de relación entre el “líder” y el pueblo y de otros aspectos que, entre otras cosas, no son suficientes para marchar por rumbos distintos.
NC– Se fundamentan en ese acto innoble de deslealtad, de ataque constante, sistemático y ofensivo contra Evo Morales. Debieron tener claridad en no atacarlo, pero han hecho un “Plan Negro”, el pasado año, con el objetivo de desmontar el ideario que se tiene de él en cuanto a su liderazgo histórico y político.
Hay diferencias estratégicas, el MAS y nuestro presidente Evo Morales es antiimperialista y anticapitalista, nosotros jamás nos vamos a aliar y dar la mano con la derecha. Por otra parte, los “renovadores” no están de acuerdo con las determinaciones del MAS, se apartan de su estructura y no escuchan las sugerencias de Evo Morales, desoyen las recomendaciones para que alejen a ministros nefastos como Del Castillo, Lima y otros.
JP– Estos intereses particulares ocultan el agudo enfrentamiento ideológico que los del pueblo tienen con los sectores retrógrados. Problemas como la concentración de la tierra, la fuga de divisas, la explotación ilegal del oro, el cambio de la Justicia, la aplicación de la salud universal y la educación intercultural, la lucha contra la corrupción y el enriquecimiento ilícito, son temáticas que plantea y busca solucionar el Gobierno al margen del conocimiento y sentir de las masas. Por lo tanto, la lucha ideológica se suple con un enfrentamiento de la fuerza gubernamental y la movilización de la oposición.
La reafirmación de nuestros principios solo se puede dar enfrentando al enemigo, que no ha desaparecido y está al acecho. El futuro del proceso está en la definición de esta disputa ideológica y la construcción del poder popular; lo otro es descuidar la retaguardia y recibiremos un golpe en la espalda.
A medida que se aproximan escenarios electorales, ¿qué rumbos avizora pueda tomar esta disputa? ¿Hay mayores posibilidades de unidad o de ruptura?
HM– Nada justifica la ruptura, menos una lógica electoral. Hay que señalar que la táctica y la estrategia es la unidad, pues sin ella el avance de los procesos políticos es mucho más difícil y a veces hasta imposible.
Si no hay un cambio en la forma de ver las contradicciones actuales la ruptura será inevitable. Estamos por llegar, si es que ya no se lo hizo, a un punto de no retorno, con las consecuencias negativas que ello va a implicar. Desde la subjetividad, mantengo el optimismo de que se podrá evitar la ruptura.
NC– Hay mayor probabilidad de unidad en la lealtad, la convicción y en los postulados para poder seguir en el camino de la Revolución Democrática y Cultural, una revolución dentro de la Revolución, a la cabeza de nuestro presidente Evo Morales, único e indiscutible líder, Comandante. Obviamente nosotros no vemos que esto tenga sintonía y tono cuando existe un afán de proscribir al MAS y ser utilitarsistas del voto.
El Gobierno ya no es del MAS, se ha apartado, hay una ruptura ideológica y programática con relación a la continuidad del Proceso de Cambio, que está pausado. Se llenan la boca hipócrita y discursivamente el Presidente, el Vicepresidente y la ministra Prada, con actos que no son coherentes ni coinciden con el “Plan de Gobierno” que hemos votado todos. Hay una mirada hacia el Bicentenario y una “Agenda Patriótica” de 13 puntos que ni siquiera observan. No ven lo que hizo el gobierno de Evo Morales, tampoco reconocen la nacionalización. Realmente son unos amnésicos por conveniencia.
JP– El proceso electoral todavía está lejano, la reafirmación de nuestros principios y la unidad solo se puede dar enfrentando al enemigo, este sabe poner en debate problemas intrascendentes para hacernos olvidar la esencia de la disputa del poder: La apropiación del excedente económico. Es en este plano que hay que plantear acciones para superar nuestra situación de país proveedor de materias primas con la participación de los sectores sociales, a objeto de encontrar soluciones entre todos. La socialización no es convencer, es construir una voluntad colectiva.
¿Qué cree que sería necesario hacer para pavimentar una ruta unitaria? ¿Qué condiciones debieran darse para ello?
HM– Ojalá pronto, pues el tiempo político se agota, exista un proceso de “desfetichización” del poder de parte de quienes llevaron el Estado desde 2014 y que hoy están fuera de cualquier tipo de conducción institucional.
La posibilidad de recuperar el Proceso de Cambio, de corregir los errores que se cometieron, de profundizar lo que se hizo bien, y de articularlo con los resultados positivos de la gestión del presidente Arce, a pesar del contexto internacional adverso y las dificultades internas, va a depender de concebir la política de una manera “no burguesa”.
NC– Pavimentar la unidad pasa por la predisposición de Luis Arce de dejar de escuchar ese zumbido de moscas que andan rondándole para seguir viviendo del prebendalismo y el oportunismo, que retorne al cauce del Proceso de Cambio, que escuche a su Presidente y compañero que ha liderado 14 años Bolivia. Pasa igualmente porque retorne a las bases sociales con sinceridad, respetando al MAS y lo dispuesto cuando se expulsa a diputados; escuchando cuando se le sugiere que cambie ministros. La mirada tozuda de Luis Arce le aleja no solamente de la verdad, sino además de la base social, que está ofendida.
JP– La unidad es una necesidad para la lucha; solo la lucha nos unirá. La batalla contra la derecha es ahora. De esto dependen los resultados de las elecciones: Si hoy defendemos el Proceso de Cambio, profundizándolo, movilizando, cohesionadas y puestas en orden nuestras filas; sino llegaremos divididos y agotados. Lo otro es marketing electoral. Nuestra visión es desarrollar la lucha social.
¿Cuál considera que ha sido el costo de esta disputa para la gestión gubernamental y los movimientos sociales? ¿Habrá ganadores y perdedores?
HM– El hecho de que la facción “conservadora” [“radical”] esté desplegando una táctica similar a la de la izquierda ante el gobierno de Siles Suazo entre 1982-1985 no solo es equivocada, sino que pone en riesgo una acumulación histórica del pueblo durante décadas. Si esto se profundiza, se pierde de vista al enemigo principal –que es el imperialismo–, la desestabilización del gobierno de Luis Arce será la constante y crecerá el riesgo del acortamiento de su mandato, al que parecen apostar algunos miembros de dicha facción. Si esto ocurriese, el pueblo habrá perdido y la única ganadora será la derecha, que mira expectante cómo se desangra el Proceso de Cambio. Esto porque en 1971, luego del gobierno patriótico militar de Juan José Torres, se instaló una dictadura militar de Hugo Banzer; y en 1985, después de Siles Suazo, no se instauró un gobierno popular, sino dos décadas de neoliberalismo.
NC– Me apena que la determinación equivocada de Luis Arce y de David Choquehuanca genere estas fisuras, que le han convenido solo al entorno de Luis Arce y que están provocando que el MAS pierda, porque le afecta y desacredita; afecta el prebendalismo de dirigentes que están buscando con estas divisiones un quiebre. La mirada lineal de los movimientos sociales está padeciendo un divisionismo interno; no podemos negar que hay un divisionismo motivado por David Choquehuanca, que es el operario de Luis Arce y busca crear, a través de la Ministra de Culturas, de la ministra la Prada y el viceministro Vilca, un paralelismo en nuestras organizaciones.
Hay un movimiento prebendalista fomentado desde el Gobierno, quien está ganando bastante; mientras que la gran perdedora es la estructura unívoca y uniforme del MAS, que está padeciendo un revés trazado por intereses externos nefastos.
JP– El costo es enorme, la política es acción en un momento preciso: No se aprovechó la fortaleza del triunfo electoral para recuperar lo que se había postergado en la primera etapa de gobierno, el socialismo comunitario y el desarme de los golpistas. Las luchas interfracciones nos alejan más de este objetivo, cuando la mayor lección que nos dio el golpe de Estado de 2019 es que si un proceso no toma pasos hacia adelante, retrocede.
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