Catherine Ashton junto al ministro de Exteriores iraní Mohamad Zarif. Foto: REUTERS
Las grandes potencias e Irán han reanudado este martes en Ginebra las negociaciones sobre el programa nuclear del gobierno de Teherán por primera vez desde el ascenso a la presidencia del país persa deHasan Rohaní. Irán acudió a la mesa negociadora con una nueva propuesta cuyos detalles no han sido divulgados.
“Creemos que nuestra propuesta tiene los elementos como para marcar un punto de inflexión. Vamos en serio. No estamos aquí para perder tiempo, perseguimos con seriedad una negociación que dé resultados”, declaró a la prensa el viceministro de Exteriores iraní, Abas Araqchi, quien señaló que las partes acordaron mantener confidenciales los detalles de la propuesta. Los representantes de las seis potencias (Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, Alemania) no ofrecieron comentarios.
El tono moderado del nuevo líder, síntomas de deshielo en las relaciones entre Washington y Teherán y las duras consecuencias sobre la economía iraní de la batería de sanciones occidentales han dado a las en las semanas previas a la reunión a las expectativas de avances significativos después de años de infructuoso diálogo. “Mantenemos un cauto optimismo” respeto a la posibilidad de progresos, dijo el portavoz de Catherine Ashton –la representante de Exteriores de la UE, que dirige la delegación de las seis potencias- poco después del inicio del diálogo.
La ronda negociadora fue precedida anoche por una cena entre Ashton y el ministro de Exteriores iraní, Mohamed Javad Zarif –que encabeza la delegación de Teherán- en la que se hizo patente una “atmósfera diferente” con respecto al pasado, según fuentes comunitarias. Las negociaciones, por vez primera, se están desarrollando directamente en inglés.
La presencia de Zarif, responsable de Exteriores, constituye de por sí una significativa novedad. Rohaní decidió asignar a Exteriores la cartera de la negociación nuclear, que hasta ahora gestionaba el conservador Consejo de Seguridad Nacional.
La reunión arranca además precedida por manifestaciones de optimismo –“la ventana de la diplomacia se está abriendo”, dijo el domingo el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry; “tengo la esperanza de que podamos acordar una hoja de ruta el miércoles”, señaló Zarif- e inequívocas señales de sufrimiento económico que elevan el interés iraní a buscar una solución que acerque al levantamiento de las sanciones.
Años de desencuentros y consideraciones de carácter estratégico invitan sin embargo a un prudente escepticismo a muchos diplomáticos y analistas del sector.
Aunque el cambio en la presidencia iraní –de Ahmadineyad a Rohaní- haya marcado un claro viraje en la actitud diplomática, estos señalan que el poder de decisión final sobre el programa nuclear reside –ahora como antes- en las manos del líder supremo Jameneí. Y argumentan que el cálculo estratégico según el que disponer de armas nucleares o de la capacidad de fabricarlas representa un seguro de vida para el régimen es muy radicado en el establishment iraní.
Teherán pondrá previsiblemente sobre la mesa de Ginebra una propuesta que contenga algunos avances con respeto a su anterior posición; pero es dudoso que las concesiones sean suficientes como para despejar las sospechas que Occidente nutre acerca del programa nuclear iraní y especialmente convencer de ello al Congreso estadounidense, que en última instancia tiene que aprobar el levantamiento de las sanciones. Israel presiona con fuerza para que eso no ocurra. El primer ministro israelí llamó hoy a las potencias a mantener firme su postura y a exigir un completo repliegue del programa nuclear iraní.
Las cuestiones técnicas sobre las que se negocia vierten especialmente alrededor del programa de enriquecimiento de uranio, un proceso que, hasta ciertos niveles tiene usos civiles, pero que, con mayor grado de refinamiento, permite producir cabezas nucleares. En los últimos años, Irán ha multiplicado su capacidad de enriquecimiento elevando el número de centrifugadoras a ello aptas; y también ha empezado a enriquecer uranio hasta niveles del 20%, un umbral todavía de uso civil, pero que le ha acercado significativamente al grado militar.
Occidente sustancialmente reclama mayor capacidad de inspección a las instalaciones iraníes; que Irán deje de enriquecer al 20% y entregue a algún país o entidad neutral el material ya producido –o lo convierta a formas que impiden o dificultan su ulterior procesamiento hasta niveles militares-. El objetivo es que Teherán no disponga de suficiente stock para armar –si hubiese la voluntad- una bomba. También hay presiones para que se reduzcan el número de centrifugadoras operativas y se cierre una planta subterránea –la de Fordow, cerca de Qom, al sur de Teherán- que por sus características es muy difícil de atacar. Irán solo tiene una central nuclear civil, construida por Rusia, que difícilmente justifica un programa masivo de enriquecimiento de uranio.
Irán mantiene que es su derecho enriquecer uranio y que solo lo hace con intenciones civiles. Uno de los negociadores iraníes ha señalado el domingo que la entrega de material es una “línea roja”, pero debería haber flexibilidad en materias de inspecciones y del futuro ritmo y nivel de enriquecimiento.
Optimismo y escepticismo conviven en un proceso que, sin duda, se halla aquí en Ginebra ante una oportunidad única de encarrilarse en una senda pacificadora.
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