Por: Manuel Carmona Curtido
Hace tiempo que la Utopía murió, mataron entre todos y nadie estuvo para salvarla. En un mundo, aparentemente, dominado por los “opuestos”, la muerte de la Utopía provocó el nacimiento de la Distopía.
La Distopía, en su propia definición ya se presenta como una sociedad indeseable, según la RAE significa “Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”, y hacia ese futuro es el que parece que vamos caminando de manera global sin frontera que le ponga límite.
El imaginario colectivo está bien nutrido de pasajes distópicos, de ello se ha encargado la literatura contemporánea (1984, Un mundo feliz, La Era de la Supernova…) y la industria cinematográfica (Blade Runner, Guerra Mundial Z, Los juegos del Hambre…) son tantos los títulos que se ambientan en una sociedad distópica que sería imposible nombrarlos a todos.
Parafraseando a Bukowski cuando siempre estás embadurnado en mierda, la gente termina confundiéndote con una mierda, y eso es lo que hemos hecho con el futuro, lo hemos embadurnado tanto de “mierda” que ha perdido cualquier atractivo.
El presente tampoco nos facilita albergar muchas esperanzas de un futuro atractivo; el cambio climático augura la desertización del planeta, catástrofes naturales, etc., la tecnología, que venía a facilitarnos la vida, ha “apresado” a una mayoría de la población a la que, a través de sus pantallas, les muestra, que decir, como vestirse, como relacionarse, cuales son los cánones de “éxito” establecidos y en definitiva como pensar, que viene a ser lo mismo que no pensar.
Importantes intelectuales han avisado y siguen avisando sobre esta situación; Zygmunt Bauman, Noam Chomsky, Byung Chul Han… pero no han pasado de ahí, analizar el mundo en que vivimos, haciendo caso omiso de la máxima que dejara escrita Karl Marx en sus “Tesis sobre Feuebach” donde instaba a dar un paso más en el análisis de la sociedad y plantear caminos para su transformación.
Hubo un tiempo en el que los pensadores reflexionaban sobre cómo construir una sociedad mejor, las obras de Platón, Aristóteles o Tomás Moro, quedaron como prueba del deseo humano por la construcción de un mundo mejor, dejando la impronta de que la construcción del mismo está en manos del ser humano.
Hoy el futuro se plantea como una espada de Damocles que nos caerá encima de un momento a otro.
La naturaleza humana se siente atraída hacia el desastre, tiene especial predilección sobre lo negativo, no solo las malas noticias “venden” más que las buenas noticias, sino que las buenas noticias ni siquiera son noticia, solo hay que ver un telediario para darnos cuenta de esto.
Urge repensar el futuro, revivir la Utopía, dar el valor que realmente tiene el ser humano como constructor social, y volviendo a parafrasear a otro de los “filósofos de la sospecha” dejar de mirar al abismo.
“Cuando miras largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de ti” F. Nietzsche
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