Fuente: La Jornada
Mañana se cumplen 60 años de un parteaguas en la historia de Estados Unidos y de las luchas contra la opresión. El 28 de agosto de 1963, un cuarto de millón de seres humanos se congregaron en Washington D.C. para exigir el fin de la desigualdad racial y para escuchar al líder moral y espiritual del movimiento por los derechos civiles de los afroestadunidenses, el reverendo Martin Luther King Jr. Fue aquel día cuando, delante del monumento a Abraham Lincoln, pronunció el discurso que lo inmortalizó: “A pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño”, dijo, “sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: ‘Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales’”.
A seis décadas de ese hito, se ha recorrido un camino dulce y desolador, tan lleno de victorias incontestables como de colosales pendientes. Es cierto, hoy los afroestadunidenses y los integrantes de otras minorías étnicas ocupan más puestos en la política, la cultura, la ciencia, el deporte y los negocios que nunca antes. Asimismo, el clamor de igualdad se ha extendido a otros colectivos que en aquel momento se encontraban condenados a un papel subalterno o a vivir en las sombras, como las mujeres y el abanico de personas que no se adscriben a las preferencias o las identidades sexuales hegemónicas.
Sin embargo, los avances nunca llegaron a remediar la centenaria historia de inequidad que padecen los descendientes de quienes fueron llevados a Estados Unidos encadenados a barcos esclavistas y, lo que es peor, en los últimos años muchos de los logros obtenidos a un enorme costo por la generación de King (quien, no debe olvidarse, fue asesinado por sus ideas) han sido desmantelados por una ola de conservadurismo recalcitrante que ya no disimula su fanatismo racista, machista, xenófobo, homófobo y contrario a las libertades.
Ayer mismo, un hombre blanco de 20 años que dejó por escrito sus manifiestos de odio a los negros entró a una tienda y asesinó a tres personas de este color de piel. La masacre ocurrió en Florida, donde el mes pasado el gobernador Ron DeSantis aprobó cambios a los planes de estudio que instruyen a los docentes a enseñar a sus alumnos que la esclavitud fue benéfica para las víctimas, pues les permitió desarrollar habilidades que pudieron usar en su provecho personal. En mayo de 2022, otro blanco, de apenas 18 años, mató a 10 personas en un barrio de mayoría negra en Búfalo, Nueva York. La violencia racista no se limita a individuos aislados, sino que se encuentra institucionalizada: de acuerdo con la organización Mapping Police Violence (Cartografiando la Violencia Policiaca), 24 por ciento de quienes mueren a manos de policías son negros, aunque éstos representan sólo 13 por ciento de la población.
En un ejemplo de la generalización de los retrocesos en materia de justicia social para esta comunidad históricamente oprimida, la Corte Suprema invalidó las políticas de “acción afirmativa” o “discriminación positiva” en los procesos de admisión de las universidades de Harvard y de Carolina del Norte. Esos planes fueron diseñados como un paliativo ante la inocultable subrepresentación de las personas de origen africano y latinoamericano en los centros universitarios, pero ahora todos los aspirantes serán tratados como si se encontraran en igualdad de oportunidades, pese a las evidencias de que los colectivos racializados enfrentan condiciones adversas desde su nacimiento. El bloque conservador que domina el máximo tribunal pasó por alto hechos elementales, como que los negros tienen el doble de posibilidades de nacer en una familia pobre que los blancos, así como una tasa de mortalidad infantil 58 por ciento mayor.
Muchos de los reveses que sufren los afroestadunidenses son resultado de la imposición del capitalismo neoliberal, un modelo que redistribuye la riqueza de abajo hacia arriba y golpea con saña a los más vulnerables. En este sentido, el reverendo King fue profético al advertir, en el último periodo de su vida, que la igualdad de derechos políticos era una quimera en ausencia de igualdad económica. Para revertir esta situación, la comunidad negra tendrá que aunar sus reivindicaciones a las de las mujeres, los miembros de la diversidad sexual, los pueblos indígenas, los trabajadores precarizados y todos los que son marginados por un sistema que antepone el lucro a la vida.
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