Vamos a tratar de entender de manera sencilla lo que sucede en estos momentos en Uruguay. Un grupo selecto de jugadores (recalco: selecto) es vitoreado masivamente por logros futbolísticos realmente impresionantes. ¿Qué impulsa a los uruguayos a vitorear masivamente a este pequeño grupo de profesionales del fútbol? La hazaña por sí misma no explica nada pues de otro modo los uruguayos estarían vitoreando a la selección española, ¿verdad? Así pues, no se vitorea a estos jugadores en Uruguay solo por su hazaña sino por un plus que se encuentra en ellos y no en la selección española. ¿Cuál es este plus? La respuesta es simple, claro…PORQUE SON URUGUAYOS. Eso quiere decir que si los uruguayos no los identificaran como LO MISMO que ellos son, no los vitorearían. En efecto, los selectos jugadores hazañosos, a los que yo también admiro preferentemente como uruguayo que soy, comparten con nosotros una identidad, la identidad uruguaya.
De aquí se desprenden inmediatamente dos consecuencias: la primera es que al vitorearlos se vitorea a la nación misma, a Uruguay, y como no hay mucha diferencia entre la nación y el estado-nación, es casi un rebote inevitable que los gobernantes, los representantes estatales reciban estos vítores como una reafirmación no simplemente de la nación sino del estado mismo y procedan, de acuerdo a tal aliciente, a asegurar que esos vítores se produzcan tan masivamente como sea posible y con la mayor de las organizaciones estatales. No es casualidad, ni de lejos, que se haya ofrecido el Palacio Legislativo, símbolo máximo del estado uruguayo, como centro de concentración de la masiva euforia celeste. Esto, por supuesto, es un gesto peligroso y que debe ser llevado adelante con mucho cuidado, pues ya sabemos históricamente que los fascismos de toda laya han gustado de acarrear vítores deportivos a las arcas del estado. Por suerte vivimos en una republica y ello nos asegura que ningún personalismo ni partidismo cerrado se aprovechará de esta instancia para procesarla en su favor. Que el estado sea solo el canalizador de este festejo hacia la empatización de cada individuo con la nación en cuanto esta existe no es suficiente tampoco. No hay que olvidar aquí el valor pedagógico del ejemplo, de lo selecto.
La segunda consecuencia de lo antedicho es que los uruguayos, al vitorear a sus héroes deportivos, se VITOREAN A SI MISMOS, en un claro gesto narcisista. En efecto, el triunfo de los uruguayos selectos se convierte por el proceso de identificación con ellos en un triunfo de los uruguayos en general y por lo tanto en un triunfo de cada uruguayo en particular que si así lo desea podrá sentirse ganador, triunfador, y estar orgulloso…¡de si mismo! Este efecto de confortamiento narcisista se produce en muchas formas de idolatría y esta no podía ser la excepción.
Los uruguayos se aman, hoy, mucho más a sí mismos, tanto que pueden olvidar momentáneamente todas sus bajezas, todos sus defectos, todas sus injusticias.
Con los ojos puestos en este grupo de muchachos celestes como en un espejo que solo devuelve una imagen hermosa y gozosa, pueden olvidarse de lo que todavía siguen siendo y aspirar a ser algo más. Hay pues, no solo confortamiento narcisista sino construcción cultural de una idealidad identitaria remozada, proyección hacia adelante en andas de lo logrado por estos selectos jugadores.
Todo esto por supuesto, no pasa de ser un juego de la imaginación colectiva, pero hay que recordar siempre que la manera en que una persona se define y autocontempla determina en buena parte lo que hará de sí misma.
Ahora bien, mientras esto ocurre, en un proceso de atracción y fusión con lo idolatrado que puede tener ribetes muy emocionales y hasta hipnóticos en algún caso, el uruguayo está dispuesto a olvidarse de lo que en realidad es para concentrarse en lo que le proyecta el espejo.
Es un momento de obnubilación frente a la realidad concreta, no cabe duda. Y es por ello que la trascendencia de esta hazaña futbolística ha superado con creces en los medios masivos, en la política y en la atención uruguaya, a la muerte por calcinación horrenda de doce presos rochenses o a la muerte por calcinación feroz de una mujer embarazada y sus dos hijos que solo querían calentarse miserablemente frente al frio que invadía su precario hogar…
Esta noticia es de este mismísimo martes: “Una joven mujer embarazada y sus dos pequeños hijos perdieron la vida ayer de mañana cuando se incendiara su precaria vivienda del barrio Bella Italia, al iniciarse un foco ígneo a causa de un calentador eléctrico, que tenían prendido por el frío reinante.”
No son hechos aislados…ya habían muerto por calcinación presos uruguayos y todos los inviernos habitantes uruguayos de viviendas miserables, sobre todos niños, mueren de la misma manera horrorosa.
Son hechos, pues, casi naturalizados, de una injusticia económica que se ensaña hasta la raíz del hueso con los que la sufren. Estos muchachos, batalladores dignos de su propia profesión, no pueden lavarle la cara a este Uruguay putrefacto donde los niños se mueren calcinados por no morir de frio. No pueden lavarle la cara a ninguno de los gobernantes ante los cuales estos hechos se producen sin que les genere la necesidad de una movilización económica y logística pareja con la que ahora se hace para que se aliente a la celeste del alma. NO SON HECHOS AISLADOS, lo reitero, para que no se confunda lo que estoy diciendo con alguna clase de oportunismo.
Son hechos que emergen de una realidad constante, de una realidad concreta que sigue siendo la miserable realidad uruguaya.
Y si algo deben mostrarnos estos muchachos celestes, dignos trabajadores, dignos deportistas, leales, solidarios, esforzados, intrépidos, llenos de virtudes que ningún vítor puede lograr que se transmitan espontáneamente a los vitoreadores…si algo deben mostrarnos es la distancia entre lo que ellos han alcanzado, lo que ellos transmiten, lo que ellos permiten reflejar, lo que ellos ejemplifican tan hermosa y dignamente, y la inmundicia degradante que sigue inficionando enfermizamente a la sociedad uruguaya y que exhibe cuerpos reducidos de jóvenes y niños a la luz descarnada de este día de gloria y horrenda miseria.
Saludos, Fernando Gutiérrez Almeira , filósofo uruguayo, 13 de julio de 2010
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