En el sistema de producción capitalista, el status mínimo de bienestar requiere acceder a bienes y servicios mediante el dinero. Por lo que, desde lo estrictamente económico, surge la búsqueda de intereses que suelen ser contrapuestos, es decir que la articulación de sujetos implica, inevitablemente, conflictos.

Lógicamente, el empresario industrial va a querer comercializar sus productos al mayor precio tantoen el mercado interno como en el internacional, y para eso es necesario de una moneda que facilite el acceso a otros mercados.

Las variaciones de los precios relativos son para todo economista (en cuanto especialista de la economía) un escenario de alta gravedad, aunque si la variación de precios es persistente en el tiempo, es decir, en inflación, se convierte en un infierno dantesco. Entonces, es ilusorio esperar que los sujetos definan sus precios previendo perder parte de sus ingresos.

Por ejemplo, los exportadores de bienes agrícolas quieren racionalmente que su producto se venda al mayor precio realizable, por lo cual el exportador agrícola, al igual que el industrial, buscará el tipo de cambio más alto.

Cualitativamente, las exportaciones de materias primas cuentan con el beneficio extraordinario que les provee el hecho de comercializar commodities a un precio fijado internacionalmentede manera que acceden a rentas cambiantes y muchas veces extraordinarias, aunque también son quienes ingresan al país la mayor parte de las divisas que viabilizan el crecimiento.

En otro sector, los turistas extranjeros que vacacionan en Argentina ingresan divisas al precio paralelo. Incluso, si el turista ingresa al país en momentos devaluatorios, se beneficia con un subsidio de sus vacaciones por un monto equivalente al porcentaje en el que se haya devaluado la moneda nacional.

Frente a la misma medida de política económica, los trabajadores nacionales, muchos de los cuales son, estadísticamente, “trabajadores pobres”, perciben un deterioro inmediato de sus ingresos, al tiempo que los exportadores, se benefician.

La existencia misma de distintos intereses explica la naturaleza política de la disciplina económica.Un Estado sin fuerza política que administre los ingresos de manera equitativa y genere un espacio de pertenencia común es un sinsentido. Es evidente que la racionalidad del “homo economicus” no implica necesariamente compatibilidad con la vida social.

En conclusión, es menester reflexionar acerca del concepto de la economía política dado que es inviable conceptualizar una disciplina que niegue a la sociedad. Es por esto que el rol de la dirigencia política es dejar las teorías para las aulas de la academia, comprender los intereses de sus actores y construir con ellos en pos del bien común con la complejidad que la praxis política implica, equilibrando las desigualdades que la racionalidad del mercado ofrece.

* Economista de la UNGS, maestranda en Desarrollo económico IDAES-UNSAM.