Por: Carlos Angulo Rivas
Después de la segunda guerra mundial y el criminal genocidio perpetrado por el presidente Harry Truman, en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, el creador de la política norteamericana de la post guerra fue John Foster Dulles, Secretario de Estado de la administración del presidente Dwight D. Eisenhower (1953 – 1961). El diseño imperialista potenciado dura hasta nuestros días tras la “guerra fría” y las sucesivas intervenciones políticas estadounidenses, agresiones económicas, guerras e invasiones militares en todos los continentes del mundo. Dulles modernizó la doctrina Monroe de “América para los Americanos” extendiéndola a todo el planeta mediante la célebre sentencia: “Los Estados Unidos de América no tiene amigos sólo tiene intereses,” dictamen aplicado totalitariamente en los últimos sesenta años al pie de la letra. Y si bien los métodos pueden haber cambiado, permanece la idea central de dosificar la violencia en la historia.
En cuanto concierne a la América Latina y el Caribe, Estados Unidos controló e impuso todas las democracias fantoches de las oligarquías corruptas en nuestros países; y cuando fue necesario promovió los golpes de estado y las dictaduras sangrientas de los Somoza, Trujillo, Batista, Odría, Pérez Jiménez, Rojas Pinilla, Pinochet, Videla, Bordaberry, etc. escapándosele de las manos el heroico pueblo de Cuba y la revolución del comandante Fidel Castro en 1959. A fines del siglo pasado la situación de las dictaduras civiles y militares se convirtió en insostenible, debilitando el sistema de la usurpación de las soberanías nacionales por parte de Estados Unidos; sin embargo, la imposición del neoliberalismo, el libre mercado, la globalización y el consenso de Washington, condujo a la dominación y control de los gobiernos por otros medios: la dictadura del capitalismo voraz o “capitalismo salvaje” como lo llamara el Papa Juan Pablo II. Con el advenimiento del año 2000 la táctica norteamericana viró hacia las democracias controladas por las buenas o por las malas, instaurándose una etapa de gobiernos débiles, inmorales, corruptos y pusilánimes, la mayoría de ellos elegidos mediante “científicos” fraudes electorales con intervención directa de las embajadas norteamericanas.
Pero Estados Unidos no contaba con el despertar de los pueblos latinoamericanos ni con la revolución bolivariana del comandante Hugo Chávez, tampoco con los gobiernos progresistas y populares de Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Nicaragua, etc. que con una visión amplia y soberana desafiaron la hegemonía de Washington en el continente. El fortalecimiento de los organismos de integración a través de una política independiente en UNASUR, MERCOSUR, PETROCARIBE, ALBA y la flamante representación en CELAC en reemplazo de la OEA (ministerio de colonias), contuvo a disgusto de la Casa Blanca la agresividad de costumbre, comenzando de inmediato a actuar en tareas distintas de infiltración, amenaza, chantaje económico y desestabilización, sin abandonar, por supuesto, los antiguos mecanismos del golpe de estado contra los gobiernos reacios a cumplir las consignas del Departamento de Estado y la CIA. La estrategia actual asume varios caminos, se implementa en ofensivas radicales de acorralamiento propagandístico a través de los medios de difusión nacional e internacional controlados por las oligarquías, donde se amenaza con el derrocamiento de los gobiernos previa desestabilización política y económica. Y si la arremetida mediática no llega a alcanzar los objetivos buscados, se procede al derrocamiento del gobierno con técnicas más sutiles que los convencionales “cuartelazos” del siglo pasado; esta forma se observó en Venezuela el año 2002, el intento en Bolivia (2008) y el golpe policial y casi asesinato del presidente Rafael Correa en Ecuador (2010); tentativas fallidas gracias a la respuesta de los respectivos líderes y de sus pueblos.
Sin embargo, la nueva fórmula de los fraudes electorales y los golpes de estado funcionó en México dos veces contra López Obrador; y en Paraguay y Honduras con golpes de estado legislativos destituyendo a los presidentes Fernando Lugo en el año 2012 y Manuel Zelaya en el año 2009 respectivamente, para luego legitimar la acción de fuerza por razón de elecciones arregladas de antemano, militarización de los gobiernos de facto, violación de los derechos humanos y ciudadanos y asesinato de líderes de los trabajadores, de dirigentes del pueblo y periodistas. Con esta fórmula en Paraguay fue elegido el narcotraficantes Horacio Cartes este año.
El caso de Honduras es bastante singular, pues la consolidación del golpe de estado contra el presidente Zelaya se ha producido en dos etapas. La primera mediante la designación arbitraria de Porfirio Lobo y la parodia electoral de la dictadura golpista; este hombre escogido por la embajada norteamericana tuvo a su cargo la continuidad de la sangrienta represión y la instauración de un estado de terror con la finalidad de someter a los brotes de resistencia de las organizaciones y el pueblo. Luego de cuatro años de feroz represión con cerca de veinte mil víctimas y un estado militarizado Lobo convocó a elecciones iniciándose la segunda etapa de la consolidación del golpe de estado del año 2009. El 24 de noviembre último las elecciones en Honduras, de principio a fin, han sido un simulacro de legalidad a favor del candidato oficialista Juan Orlando Hernández y un descomunal robo de la presidencia de la república a la legítima ganadora Xiomara Castro del partido LIBRE. Con esta designación autoritaria de Hernández, con anuencia de la embajada norteamericana en Tegucigalpa, se continúa el esquema de la injerencia y la imposición.
La planificación de la nueva ofensiva de Estados Unidos en la región se vale de los elementos más corruptos de nuestras sociedades y de las fuerzas armadas y policiales antipatrióticas. Resulta difícil no pensar mal cuando tenemos frente a nosotros intervenciones directas de Estados Unidos “cuidando sus intereses,” a la manera que el imperialismo sabe hacerlo en nuestro continente y en todo el mundo.Honduras es ahora un laboratorio de la injerencia norteamericana, mientras Washington actúa con todas sus fuerzas y artimañas en Venezuela, Ecuador y Bolivia, sin descuidar a Brasil y Argentina. No olvidemos que el Comando Sur de Estados Unidos y la CIA tienen sus cuarteles de avanzada precisamente en Honduras. El Partido LIBRE no podía pasar por la sencilla razón de reivindicar las banderas del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), es decir, la batalla histórica contra los golpistas y porque en su plataforma electoral postula la misma política truncada por el golpe de estado contra el presidente Manuel Zelaya. Hoy las denuncias del fraude están en la cancha de los cientos de observadores internacionales que constataron el robo descarado de la elección de la candidata de Xiomara Castro.
Comentario