Mientras concluía la reunión del G-15 y los españoles se daban a la tarea de pulir las muñecas Matryoshka que ordenarían la secuencia de actos de la cumbre birregional, los Presidentes de Brasil y de Irán, y el Primer Ministro de Turquía suscribían una Declaración Conjunta para canalizar las acciones iraníes en materia de investigación, producción y uso de energía nuclear en el marco del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP). De esta manera se ratificaba lo expresado permanentemente por parte del Gobierno de Irán respecto al uso pacífico de la energía nuclear frente a la hipótesis contraria lanzada por el de los Estados Unidos.
Como era esperable, el texto provocó las más variadas reacciones. Para el Secretario de la ONU, constituía un éxito diplomático total; para la Agencia Internacional de Energía Atómica se reabría el camino de la negociación, reacción que se proyectó entre la mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU que postergó sus trabajos destinados a la adopción de sanciones económicas en contra de Irán hasta conocer detalladamente la Declaración; en tanto que las autoridades estadounidenses con el apoyo de algunos de sus tradicionales aliados, inicialmente, desconocieron el valor del texto suscrito por los tres países, para luego intentar forzar otro que debe asumir Irán sin posibilidades de negociación.
Asimismo, más allá de su destino final, la Declaración se constituyó en un punto de inflexión en el sistema internacional. La actuación de Brasil, al irrumpir, y con éxito, como mediador en un conflicto que verdaderamente está amenazando la paz mundial, quebró la eterna hegemonía estadounidense como único actor hemisférico en el sistema y, en simultáneo, ha causado cierto desconcierto entre los otros cuatro miembros permanente del Consejo de Seguridad, al observar que un país latinoamericano en vías de desarrollo adquiere protagonismo en el tema más sensible de la agenda del Consejo.
Ese quiebre, además, se produce cuando las circunstancias favorecen abiertamente a Brasil. Desde el punto vista económico, es evidente que ya superó, y con creces, los efectos de la crisis global del capitalismo, a tal punto que ahora es país acreedor del Fondo Monetario Internacional (FMI) e, incluso, sin mayor esfuerzo, logró modificar el sistema de votación en ese organismo. Cada día se hace más notoria su influencia en la Organización Mundial de Comercio (OMC), en la cual ocupa un asiento en el G-20 comercial desde 2003 y luego de haber participado en distintas oportunidades en el G-7 pasó a formar parte del G-20 financiero; en tanto que es capaz de dialogar simultáneamente con los foros Social Mundial y con el Económico Mundial; promover el diálogo entre civilizaciones; y establecer un sólido sistema de cooperación con los países africanos.
A este cúmulo de hechos factuales se agregan, por un lado, la autonomía de Brasil en la generación y adquisición de tecnologías militares y aeroespaciales, así como la disponibilidad de recursos naturales atesorados en la Amazonía, a la cual se agregan las crecientes reservas de recursos energéticos de distintas fuentes. Por el otro, coyunturalmente Brasil también se ha convertido en el mayor acreedor de los Estados Unidos en materia comercial como consecuencia de un fallo del Órgano de Solución de Diferencias de la OMC sobre subvenciones a la producción de algodón, que lo habilitó a adoptar medidas de retaliación que superan los 2 millardos de dólares.
Esta situación contrasta abiertamente con la debilidades políticas que exhiben los Estados Unidos y sus aliados europeos como consecuencia de sus erróneas acciones en diversas zonas del mundo, en especial, en el Medio Oriente. Adicionalmente, es más que notoria la ausencia de una política estadounidense hacia el hemisferio y lo poco que se ensaya hacia la región, además de disfuncional, sigue inspirándose en la injerencia y el chantaje antes que en el respeto y la cooperación haciendo caso omiso a lo acordado en la Cumbre de las Américas celebrada el año pasado en Trinidad y Tobago. Huelga comentar acerca de las dificultades económicas que enfrentan los países desarrollados.
Sin embargo, el favorable panorama en que se despliega el accionar brasileño no es producto de una sumatoria de casualidades, ni se circunscribe a las propicias perspectivas económicas que se le presentan, sino que encuentra sus raíces en la formulación y persistente aplicación de su política exterior. Cualquier análisis de la misma permite identificar el permanente privilegio que ha concedido a sus vínculos intrarregionales teniendo como núcleo el MERCOSUR, ámbito a partir del cual parecieran conformarse relaciones concéntricas cuyo radio de acción se expande en función de la amplitud geográfica donde se concreta a la acción diplomática. De esta manera, es fácil concluir que el accionar externo de Brasil lleva implícito la fuerza regional con lo cual se entiende, aún más, la reacción de los Estados Unidos frente a los recientes acontecimientos que en relaciones ascendentes se han venido concretando en UNASUR, Cumbre de América Latina y el Caribe, Grupo de Río, OEA, foros multilaterales y ahora en las relaciones con terceros países y sus agrupaciones, como es el caso de la Declaración Conjunta con Irán y Turquía.
Como bien ya lo indicaran varios gobernantes y diversos analistas, con la Declaración acerca de situación iraní, las relaciones internacionales han entrado en una nueva etapa. Con el surgimiento de China, India y Sudáfrica, la recuperación de Rusia y el desempeño de Brasil se están determinando las anclas de la multipolaridad que emerge como sustituta de la unipolaridad regida por los Estados Unidos en compañía de Europa y Japón, cuya influencia mundial luce cada vez mas disminuida y no solo por las dificultades económicas que enfrentan.
Ahora, cuando el mundo multipolar comienza a estructurarse, gradualmente se abren las puertas para la revisión del sistema mundial, en particular, de los organismos nacidos a su amparo. Pero el trabajo no será exclusivamente de índole institucional, sino que debe tener un alcance mayor, para lo cual el escenario del cambio climático y la adopción de medidas para enfrentarlo brindan una oportunidad sin par para recuperar, después de tres décadas, el diálogo para conformar un nuevo orden internacional.
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