Por: Homar Garcés
“Hay una corresponsabilidad planetaria, – expuso el primer mandatario uruguayo a sus pares de nuestra América y del Caribe- y esta es la batalla más dura, más larga; porque si no hay cambios culturales, no existe la fortaleza para la semejante tarea que tenemos por delante. Creo que el Hombre tiene que luchar por la felicidad concreta, y eso es tener tiempo para vivir. Para ser libre hay que tener tiempo, un poco de tiempo para vivir, para poder cultivar las 3, 4, 5 cosas inapelables, fundamentales, unidas a la vida; y después de eso, lo demás es bulla y lamento. Pero, para que las masas puedan tener ese tiempo hay que cuidar los recursos, y hay que cuidar la política, la imagen de la política. Nuestra vida, nuestra conducta, nuestra vidriera, precisamente, son las formas más directas de comunicación con nuestros pueblos. Y si perdemos la confianza de nuestros pueblos, si nuestros pueblos no entienden, y no entienden por nuestras gestualidades, a veces inútiles, porque también nosotros pertenecemos a una cultura invasora, agresiva”. Con ello compendió lo que le correspondería asumir a los diversos regímenes progresistas y revolucionarios, además de los distintos movimientos populares, que han emergido en este continente, ya que el colapso del sistema capitalista mundial, unido a la emergencia que padece el planeta entero debido a los cambios climáticos que nos afectan a todos, ha logrado que las luchas y los planteamientos revolucionarios de nuestros países sean hoy una referencia para el resto del mundo; cuestión que exige mucha claridad y mucha madurez político-ideológica de nuestra parte, sobre todo cuando se le ha dado nuevos ímpetus y una nueva interpretación a los ideales del socialismo revolucionario.
Así, nuestra América -con ese ejemplo integracionista dado en La Habana, a pesar de las evidentes disparidades existentes entre sus pueblos y sus gobiernos- podría adjudicarse un papel fundamental en la construcción de un nuevo orden social, político y cultural que sea reflejo de las aspiraciones y de las potencialidades creadoras de toda la Humanidad. Con todo, hay que estar conscientes que, como lo dijo el Presidente Mujica, “esta es la batalla más dura, más larga; porque si no hay cambios culturales, no existe la fortaleza para la semejante tarea que tenemos por delante”. Tales cambios son importantes y necesarios. Sin ellos cualquier tentativa por transformar las estructuras que sostienen el orden establecido sería inútil y nos conduciría a nuevos y trágicos callejones sin salida que sabrían aprovechar el imperio capitalista mundial y sus colaboradores de siempre, imponiéndonos un yugo mayor y más difícil de arrojar.-
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