Por: Juan Carlos Zambrana Gutiérrez
El vicepresidente suma otro aporte intelectual
No se puede eludir la realidad social e histórica de las identidades que pugnan por crear la nación boliviana y la identidad estatal.
El pasado domingo 23 de febrero se socializó una publicación del vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, titulada “Identidad Boliviana: Nación, mestizaje y plurinacionalidad”. La lectura de la mencionada publicación resulta oportunamente esclarecedora, pues en ella el autor aborda con esmero científico uno de los temas más complejos de las ciencias sociales: la identidad.
Este documento debe ser leído en su totalidad para que sea posible aprovechar las riquezas intelectuales que en él desarrolla el vicepresidente del Estado. Sin embargo, el objetivo del presente artículo es precisamente captar la atención en torno a algo que ha sido advertido por los intelectuales bolivianos y, afortunadamente, también por las autoridades del Estado, como lo hace patente el vicepresidente con esta publicación. Se trata del delicado y benéfico resultado que se ha alcanzado en el proceso de construcción de la identidad boliviana en un contexto de identidades en pugna.
El vicepresidente describe detalladamente el proceso mediante el cual se construye la identidad boliviana y cuando lo hace no puede eludir la realidad social e histórica de las identidades que luchan para ejercer influencia en la construcción de la nación boliviana y la identidad estatal. Es muy enriquecedor estudiar su análisis del proceso de mestizaje y el nuevo enfoque al que dan acceso las conclusiones a las que llega, pero lo que más llama la atención (al menos de quien escribe las presentes líneas) es la observación de que en el momento histórico en el que se logró consolidar el empoderamiento del colectivo indígena pluricultural, la identidad boliviana se tornó totalmente inclusiva, pues no sucedió como temían quienes promueven la exclusión: que lo indígena crecería en protagonismo y en fuerza hasta ocupar el lugar del dominador, invirtiendo el orden del esquema de exclusión en lo cultural y en lo que respecta a las identidades en pugna. En lugar de eso sucede que aun cuando ahora es lo indígena lo que define, en buena medida, cual vaya a ser la configuración final de la siempre heterogénea identidad boliviana, no se ha procedido a someter a las demás identidades a ningún tipo de exclusión.
En el mencionado escrito se observa que en la actualidad, más que de un equilibrio, se goza de una hegemonía identitaria inclusiva en la que lo indígena está impulsando una identidad boliviana que incluye a todas y todos los que nacieron en este país y que les hace partícipes del destino compartido de todos los bolivianos. No es que la pugna se haya equilibrado con la igualación de las fuerzas identitarias, sino que la hegemonía indígena en el campo de las identidades en pugna es incluyente, es totalizadora, de interculturalidad y sana, carece de la enfermedad del racismo.
Es extremadamente satisfactorio comprobar en los hechos esta teoría. Si bien al principio del proceso de cambio los movimientos sociales tuvieron que enfrentarse a obstáculos que bloqueaban la potencialidad creativa de la sociedad, y el miedo se apoderó de quienes promovían la hegemonía de la identidad blanca, castellano parlante y excluyente, generando suspicacia y algo de violencia, el resultado ha sido un Estado Plurinacional en el cual “la identidad y las clases sociales dirigentes reconocen a las otras identidades nacionales y éstas últimas inscriben sus prácticas materiales en el ordenamiento estatal”, en palabras del vicepresidente del Estado.
Esta obra teórica está basada en la experiencia de alguien que ha sido protagonista y observador directo en el proceso de construcción de la identidad boliviana en un contexto de “luchas político-culturales y de silenciosas guerras ideológico-discursivas”. Personalmente, me parece que la publicación de este escrito por parte del gobierno estatal se inscribe en una serie infinita de esfuerzos conscientes destinados a alcanzar una identidad boliviana que le haga justicia a todas y todos, incluyendo absolutamente a la totalidad de quienes compartimos el destino y el territorio de este país. Es muy necesario, y por lo tanto satisfactorio, que el gobierno haga estos esfuerzos, ya que se debe velar por mantener el carácter integrador, más aún, la esencia integradora de la identidad boliviana recientemente lograda dentro del proceso de cambio en curso.
*El autor es internacionalista
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