En algunos casos, esta unidad fue el resultado natural de un proceso de concertación de voluntades. En otros, fue impuesta por las circunstancias y por la tenacidad de – desde una óptica democrática y progresista- decidieron enfrentar juntos al modelo neo liberal y a la mafia que buscaba recuperar posiciones. Pero en todos los casos, la unidad afirmó un camino de victoria que debe consolidare en el marco de la contienda presidencial y parlamentaria que se avecina. Las elecciones del 2011 no tendrán lugar “el próximo año”. Ocurrirán apenas dentro de unos meses, el 10 de abril. Están, entonces, “a la vuelta de la esquina”. El tiempo apremia para enfrentarlas. Se requieren urgentes decisiones, pero ellas deben concretar la voluntad unitaria que ha cobrado una vez más, fuerza en el corazón de nuestro pueblo”
Y es que así es, en efecto, nada se gana con la dispersión, los prejuicios y las excomuniones mutuas. Hay que unir a todas las fuerzas y los movimientos que confluyen en un objetivo superior. No debemos fraccionarnos por apetitos personales, ni por deformaciones de corte electoral.
Es bueno que todos seamos conscientes que nadie es individualmente depositario -ni propietario- de la voluntad ciudadana. Los votos obtenidos en Lima o en el interior del país, no pertenecen a nadie en particular, ni son propiedad de candidato alguno. En todo caso, pertenecen a los electores, que pueden confirmarlos, o modificarlos, en la consulta que se avecina. Que nadie juegue entonces, a partir de la soberbia, con posiciones hegemónicas.
Decimos todo esto porque estamos en una nueva etapa en la que la tarea de la unidad del movimiento popular asoma como un requerimiento esencial. Y eso explica la convocatoria que hacen hoy algunas organizaciones de la Izquierda Peruana en el empeño por abordar el tema.
No hay que esperar mucho de eventos como el de ahora. En circunstancias como ésta, es previsible, solamente, que ellos confirmen la voluntad de todos y las decisión de “marchar juntos” en una amplia concertación social y política.
Pero la unidad, es el postre de la cena. Por eso todos la reclaman, y todos la esperan. Es una pera en dulce. El problema es otro: cómo se asegura que sea no solamente sabrosa, sino también nutritiva.
Hay en nuestro país muchos candidatos dispuestos a preparar el postre para engullírselo después. Cada uno se considera la vitamina que lo hace mejor, o el azúcar que supone que le falta al panqueque.
Por eso no se puede abordar, a partir de personas. Hay que concertar voluntad y afinar programas.
Después de todo, para definir ubicaciones, aún hay que esperar algunos plazos. Las candidaturas presidenciales se pueden inscribir hasta el 10 de enero. Y las listas parlamentarias, hasta el 10 de febrero. Hoy se dará el pitazo inicial, pero el partido tiene todavía un desarrollo por delante.
El Partido Nacionalista, de Ollanta Humala, ha tenido el acierto de publicar recientemente un programa unitario. En lo fundamental, es apropiado. Pero habrá que ver cómo se aplica. Y, para eso, hay que ser gobierno.
Fuerza Social es, en este escenario, una entelequia curiosa. Se proclama de Izquierda, cuando Ollanta elude esa caracterización para decirse simplemente “nacionalista”. Pero no oculta su rechazo a Cuba, su condena a Venezuela, sus reservas ante el proceso boliviano, su distancia de los movimientos nacional liberadores de nuestro continente.
Que asuma esa caracterización desde el municipio de Lima, es ciertamente muy malo, pero en última instancia no es decisivo: la municipalidad no tiene política exterior. Pero la presidencia de la República, si.
¿Se imaginan en el Perú un gobierno “de izquierda” que esté contra Cuba, Venezuela, Bolivia y el Movimiento liberador de América Latina? En nuestro continente pensarían que estamos locos si a eso, le llamáramos “de izquierda”.
Un punto esencial del programa debe incluir entonces el respeto escrupuloso a la libre determinación de los pueblos y a la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados.
Esa formulación podría sonar a antigualla, pero no es así. Y es que se equivocan quienes aún creen que en el Perú estamos en el año 2010.
En verdad, estamos en los últimos años de la década de los cincuenta del siglo pasado, cuando era un delito viajar a Cuba, levantar una bandera roja o leer con los alumnos un texto de Mariategui en las aulas de un colegio. También, claro, hacer una huelga, bloquear una pista, oponerse a las pillerías del gran capital, decirle “corrupto” al señor García.
¿No lo creen? Pues sepan que hace muy poco tiempo expulsaron de la Universidad César Vallejo a 13 profesores porque leyeron con sus alumnos, en aula, un texto de Vallejo. Las autoridades, consideraron el hecho un “acto subversivo”.
El tema de las candidaturas presidenciales no debe impedir la unidad. Sería bueno, por ejemplo, que en su momento se decidiera que los tres o cuatro pre- candidatos voceados, declinen sus aspiraciones y acepten, con humildad y modestia, ser ungidos tan solo como candidatos al Congreso de la República. A todos ellos, les haría mucho bien pasar una temporada en ese infierno. Estarían, además, como en vitrina. Y la gente podría ver cómo son, que piensan, cómo actúan. Y es que ahora hay quienes creen que Ollanta Humala es rojo, tiene cuernos, cola, y bota fuego por la boca. Así lo pinta la reacción.
Buscar otra candidatura de consenso, no sería malo. Y si ella recayera en una mujer, sería mejor. Es bueno que ésta, sea también la hora de las mujeres en América Latina.
En cuanto a los dirigentes de los Partidos de la Izquierda, hay que procurar que no se convierten en una rémora para el proceso. Que se dediquen a reconstruir sus Partidos, y no que aspiren a cargos de representación ciudadana. Para eso hay destacadas figuras de la vida peruana que tienen mérito y calidad suficientes, que no fueron parlamentarios nunca, y que podrían poner muy en alto la bandera de la izquierda.
La unidad, entonces, es un reto. Pero hay que construirla a partir de sacrificios. Ella exige renuncias, deposiciones y entrega. Y es deber de todos, forjarla con modesta sencillez, y con grandeza. (fin)
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