Después de haber perdido una tarde leyendo el libro de Raúl Peñaranda “Control remoto. De cómo el gobierno de Evo Morales creo una red de medios paraestatales y un plan para acosar a la prensa independiente” se me ocurre que la mejor síntesis que podemos hacer a los lectores es renombrarlo como “Operador remoto. De cómo la prensa opositora y los Estados Unidos crearon un plan para mediante acusación sin pruebas acosar al proceso de cambio boliviano”.
El libro de Peñaranda, dividido en 162 páginas a las que se suman 33 más de anexos, se dedica básicamente a atacar al proceso de cambio tratando de sostener la insostenible tesis de que el gobierno se ha hecho con el control de la mayor parte de medios de comunicación bolivianos, que son manejados cual títeres por el maquiavélico Vicepresidente. Tesis exclusivamente basada en las declaraciones de supuestas fuentes, entre las que el periodista Raúl Peñaranda se da el lujo de mentir asegurando en la página 19 que las mismas son tres (¡nada menos que tres!) funcionarios públicos de la Vicepresidencia y dos funcionarios públicos del Ministerio de Comunicación, entre otros. Peñaranda no aporta ni una sola prueba en forma de documento o similar que sostenga sus tesis, pero parece que bajo la excusa de las fuentes gubernamentales se puede sostener cualquier mentira escudándose en el periodismo de investigación y la libertad de expresión.
El libro suscitó una serie de debates antes y después de su publicación, a raíz de unas investigaciones publicadas por el semanario de izquierda La Época, cuyo director Hugo Moldiz también es descalificado en la página 100 del libro de Peñaranda acusándolo (sí, acusándolo porque esa es la intención del autor) de “dirigente oficialista” cuando ni es dirigente del MAS, ni tiene un cargo en el ejecutivo. Lo que sí ha hecho Hugo es no esconder nunca, por ética, y sobre todo dignidad, ni su ideología de izquierda, marxista guevarista para más señas, ni su compromiso con el proceso de cambio.
En realidad lo que se esconde detrás de todo esta polémica en última instancia, es la cobardía de algunos para asumir sus posiciones de derecha, o bien sus posiciones contra el proceso de cambio, o incluso su defensa de las posiciones de la derecha chilena en una clara traición a la patria boliviana.
No tenemos mucho espacio pero a continuación vamos a tratar de analizar brevemente tanto el libro de Peñaranda (tampoco merece la pena dedicarle una nota más larga), como las reacciones suscitadas.
De éticas periodísticas y otras utopías
No hace falta analizar el libro mucho más cuando como hemos explicado no hay ni un solo documento que pruebe nada, sino solo chismeríos basados en supuestas fuentes de supuestos funcionarios del gobierno que supuestamente deciden traicionar a su gobierno o incluso si se quiere ver desde otro ángulo, a quien les paga el sueldo cada mes, con el objetivo de que un periodista opositor pueda contarnos la Verdad.
En cualquier caso, Control Remoto, que dedica toda su segunda parte, exactamente 57 de 162 páginas, más de un tercio del libro, a defender y justificar el diario opositor Página Siete, arma en su primera parte una trama fantasma en torno a varios medios de comunicación, tanto canales de televisión como prensa escrita. Por cuestiones de espacio y no aburrir al lector, nos centraremos solamente en el medio al que más ataca Peñaranda, el diario La Razón. El argumento es que un empresario venezolano con residencia en Miami, Carlos Gill, que en su momento fue cercano al ex presidente Rafael Caldera y después, con “una mezcla de pragmatismo y realismo político” decidió labrar buenas relaciones con Chávez, compro La Razón al grupo PRISA. Es decir, el propio Peñaranda admite que Carlos Gill es un empresario pragmático que básicamente tiene buenas relaciones con los diferentes gobiernos de su país para poder hacer negocios, pero no solo eso, sino que en la página 33 cuenta como primero Carlos Gill le propuso al propio Peñaranda dirigir el periódico después de comprarlo, asegurándole Gill “que no estaban ligados de ninguna manera a los gobiernos de Venezuela o Bolivia” y que buscaba que La Razón fuese un medio “independiente pero no opositor”. Más adelante ya comienza un confuso relato en el que en una supuesta llamada telefónica Carlos Gill le dijo que querían alinear a La Razón con las políticas del gobierno, lo cual en cualquier caso tampoco sería nada sorprendente de un empresario pragmático que quiere hacer negocios en Bolivia y del que entiendo que habrá comprado el periódico para tener una empresa rentable, ¿o ya no se acuerda Peñaranda de los furibundos empresarios opositores cruceños invitando al Presidente Evo a inaugurar la pasada Fexpocruz o bailando con el Vicepresidente Álvaro García Linera en el carnaval de Santa Cruz? Este proceso de cambio ha traído estabilidad y bonanza económica tras el desastre neoliberal, y la mayor parte de los empresarios capitalistas lo que quieren es ampliar su plusvalía, esté quien esté en el gobierno. Finalmente Peñaranda nos abre los ojos anunciándonos que el propio Iván Canelas, que fue Ministro de Comunicación, le pidió personalmente, enterado de la propuesta, que aceptara la misma. ¿No sería una contradicción en si misma que si el gobierno boliviano hubiese comprado La Razón, le ofreciese la dirección de la misma a un opositor?
No puedo resistirme a citar textualmente otro de los grandes argumentos de Peñaranda para involucrar al Vicepresidente en la compra de La Razón: “Una fuente contó que, a través de una persona amiga, el vicepresidente le ofreció a Yapura (Grover) quedarse como director.” Impresionante testimonio que estoy seguro ha convencido a los bolivianos y las bolivianas debido a la sagaz investigación realizada.
Y cuando pensábamos que estábamos curados de espanto, el autor del libro Control Remoto vierte en la página 46 la siguiente afirmación “Gill entonces, para halagar al Gobierno de Chávez, compro La Razón pero cedió su control editorial al Vicepresidente boliviano”. Podríamos aplaudir la gran labor de investigación sino fuera porque a continuación escribe lo siguiente “No se pudo contrastar esta versión porque Gill no aceptó ser entrevistado y García Linera no respondió a un cuestionario enviado”.
Pero el libro no está solo basado en fuentes anónimas, no se vayan a pensar ustedes queridos lectores, sino que también utiliza análisis hechos por el propio Raúl Peñaranda. Por ejemplo en la página 58 encontramos un cuadro en el que se analizan los editoriales publicados durante una semana (7 días) por cuatro diarios nacionales, Página Siete, Los Tiempos, El Deber y La Razón. En un cuadro por ejemplo encontramos que de 7 editoriales, Página Siete tuvo 3 con un enfoque crítico con el gobierno, mientras que La Razón según Peñaranda tuvo 0 editoriales críticos con el gobierno en esa misma semana. Ahí tenemos un dato objetivo de que Página Siete es más opositor que La Razón, sin duda. Sin embargo, si nos vamos en el mismo cuadro al apartado donde se detallan los editoriales favorables al gobierno tenemos que La Razón solo tuvo 3 editoriales favorables (por 4 neutros o no relacionados con el gobierno), mientras que el diario opositor cruceño El Deber tuvo 2 editoriales favorables. Es decir, en esa misma semana, del 21 al 27 de octubre de 2013, los opositores de Santa Cruz publicaron 2 de 7 editoriales favorables al gobierno mientras que el juguete del Vicepresidente publicó 3 de 7. No hay más preguntas su señoría.
Esperen, aún hay más argumentos, no vayan a dejar de leerlos. En la página 67 se comprueba definitivamente la tesis central del libro cuando se afirma que La Razón es el diario que más propaganda gubernamental recibe con un promedio de 17’3 páginas cada domingo, mientras que el diario estatal Cambio recibe no más que 7’1 páginas. Lo que a Peñaranda se le ha olvidado contarnos en su libro, que ya mas bien va pareciendo panfleto, es que La Razón los domingos es el periódico más “grueso” del kiosko, con aproximadamente cuatro vez más páginas que el estatal Cambio, concretamente y tomando como referencia el domingo 13 de abril, 206 páginas frente a 52 de Cambio. Otro dato que nos ofrece el propio autor en la página 70 es que La Razón cuenta, del 100% de su publicidad, con un 73% de la misma de carácter privado, comercial y clasificados, un 23% estatal y un 3% municipal. El propio Peñaranda se empeña en darnos datos que nos hacen dudar de las supuestas conexiones lineristas-razonistas.
No solo dudamos, si no empezamos a creer que el gobierno se auto sabotea, pues Peñaranda nos explica en la página 150 que el diario opositor-independiente Página Siete ha llegado a publicar más de 50 editoriales defendiendo la demanda marítima boliviana, cifra superior según nos indica el autor, a la del diario “oficialista” La Razón. De nuevo algo falla en las argumentaciones de Peñaranda, o el gobierno boliviano se ha hecho con el control de La Razón para hacerse un harakiri.
Finalmente, no me resisto a incorporar en el texto a otro de los blancos de ataque de Control Remoto, el canal de televisión ATB, supuestamente según Peñaranda también controlado y favorecido por la Vicepresidencia. Según se denuncia en la página 79, ATB recibiría el 30’3% del total de publicidad estatal en canales de tv. Sin embargo, según la empresa de auditores publicitarios PubliMarket, referente en la medición de publicidad en la televisión boliviana, en 2013 la inversión en segundos de publicidad estatal en ATB fue del 19%. Es necesario especificar que ATB cuenta con un share (cuota de pantalla) del 26% y que 1 de cada 4 segundos del total de publicidad en Bolivia es para ATB, es decir, el 25% de toda la publicidad que se distribuye, algo acorde a su share, y muy por encima del 19% de publicidad que el gobierno contrata con el canal. Que cada cual saque sus propias conclusiones.
Operador imperial
En definitiva, Raúl Peñaranda publica un libro para atacar al gobierno y defender a Página Siete, algo perfectamente legítimo si no fuera porque lo disfraza de investigación periodística y se ampara en supuestas fuentes de supuestos funcionarios públicos.
En cualquier caso, es interesante lo que vamos conociendo, gracias a las investigaciones de La Época, sobre el perfil de Peñaranda. Director ejecutivo del Grupo Andino de Libertades Informativas (GALI), una organización financiada por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la Fundación Nacional para la Democracia (NED), ambas instituciones ligadas al Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Si a lo anterior le sumamos las graves manipulaciones informativas cometidas por Página Siete mientras Raúl Peñaranda era Director de dicho medio opositor, el panorama se nos va aclarando en cuanto a las posibles intencionalidades políticas. Entre las manipulaciones podemos enumeras cuatro realmente vergonzosas para el gremio periodístico. En primer lugar la portada con la falsa muerte de un bebe provocada por el gobierno en el TIPNIS “Muere un bebé en violenta represión contra indígenas”, la falsa restitución de la figura de desacato negada por el Vicepresidente, la falsa excomulgación de cuatro ministros negada por la Iglesia Católica, y la falsa oferta del Presidente Evo a Chile de gas por mar que obviamente nunca se produjo.
Xenofobia o el discreto encanto del liberalismo
Otro artículo en La Época una semana antes levantó una polvareda mediática y acusaciones de xenofobia por parte de la derecha opositora o muestras de solidaridad por parte de la izquierda lightberal después de que el chileno Mauricio Osorio publicara una investigación que desvelaba la doble nacionalidad de Raúl Peñaranda, nacido en Chile. Esto no sería noticia si no fuera porque hasta el momento el periodista chileno-boliviano siempre había negado su lugar de nacimiento, asegurando que la chilena era su madre, quien por otro lado trabaja en el Consulado de Chile en Bolivia.
Es increíble cómo se ha instalado la hegemonía cultural del liberalismo, a la vez que la del multiculturalismo en cuanto a expresión posmoderna del capitalismo en el ámbito cultural, que nos lleva a ver xenofobia cuando se le critica a una persona por ocultar su lugar de nacimiento, por ocultar sus vínculos con sus financiadores del Departamento de Estado o esconder la relación de Página Siete con la diputada de la derecha radical chilena de la UDI Mónica Zalaquett, quien se opone rotundamente a otorgar una salida soberana al mar para Bolivia. Se señala la luna y algunos se quedan mirando el dedo.
La conclusión del famoso texto de Mauricio Osorio es clara: “De esta manera, si quedaba alguna duda de cuáles eran los móviles de los “errores” del periódico “independiente” Página Siete, de los titulares consecutivamente repetidos, de las noticias tergiversadas, de las vinculaciones con la derecha chilena y de las lamentables actuaciones profesionales del periodista chileno Raúl Peñaranda, sólo tienen que atar cabos señoras/señores.”
Democracia vs libertad de expresión de y prensa
La democracia por tanto es algo más que libertad de expresión y de prensa. Democracia es transparencia y que los lectores conozcamos los intereses detrás de los supuestos medios “independientes”, sus dueños, sus operadores, quien invierte y que intereses tienen. Hasta el momento todo eso se nos ha negado con Página Siete, mientras que una “investigación periodística” de casi 200 páginas no logra darnos una sola prueba de que un medio es controlado por el gobierno. El problema de Peñaranda es no entender que puede haber medios que no son ni estatales ni opositores, y eso es lo más cercano que vamos a poder encontrarnos en el mundo de los medios de comunicación de la palabra “independiente”, lo cual nunca puede ser igual a neutral.
Quizás Peñaranda no entiende que Bolivia vive un proceso de cambio que está dejando atrás 500 años de colonialismo y 20 de neoliberalismo, proceso en el que por primera vez los sectores populares indígena originarios campesinos han conformado un bloque histórico que ha llegado el gobierno y disputado el poder a las elites que él defiende, y muchos medios de comunicación en Bolivia han ido virando su línea editorial y comunicativa para adaptarse, por convicción o interés empresarial (no es ese el debate ahora), a la nueva realidad socio-política que vive Bolivia. El mismo autor de Control Remoto intuye algo cuando en la página 92 nos da las razones de la apertura de los medios a Evo y Álvaro en el periodo 2000-2005 reconociendo que los medios realizaban coberturas de prensa del actual Presidente y Vicepresidente para lograr tener sintonía con su público. Pues si lo hacían en el periodo 2000-2005, ¿cómo no lo van a hacer ahora que Evo y el MAS gobiernan con el 64% de los votos?
Pero tampoco sorprende lo anterior cuando en la página 101 del libro se defiende al neoliberalismo frente al actual proceso de cambio: “Si se compara la situación actual con la de hace una década (2004) se ve con claridad que los disensos son hoy más difíciles de expresar, que la agresividad verbal de las autoridades inhibe una parte de la crítica, que diversos dirigentes opositores están atemorizados, apresados, enjuiciados o exiliados, que los medios tienden a la uniformización, que la fiscalización de los actos estatales es mínima y que los jueces y fiscales son aún menos independientes que antes.”
Como pueden ver las y los lectores, tan solo tomando los datos que me interesan del libro Control Remoto, se pueden ir desmontando una por una todas sus tesis y construir una historia muy diferente a la que nos querían vender, y para ello no hace falta ni ser periodista, ni como Raúl Peñaranda ha demostrado, tener ética.
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