Por: Rick Rozoff
Esta retrospectiva sobre las relaciones entre la OTAN y Ucrania relativiza la visión que cada cual pudiera tener de los recientes acontecimientos de Kiev. El hecho es que, desde 1991 y la adhesión al Consejo de Cooperación del Atlántico Norte, Ucrania ha venido acercándose a la OTAN de manera aparentemente inexorable y sin consultarlo con su población.
- Bruselas, 1º de abril de 2014. De izquierda a derecha Andrei Deshchytsia, actual ministro ucraniano de Relaciones Exteriores, con el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, y el general estadounidense Philip Breelove, Comandante Supremo de las fuerzas aliadas en Europa.
Las fronteras terrestres y marítimas de Ucrania con Rusia, 2 400 kilómetros en total, son la frontera más extensa de la Federación Rusa con sus vecinos del oeste. Le sigue la frontera con Finlandia.
Hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, había un solo miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que tenía una frontera común con Rusia: Noruega, con sólo 217 kilómetros de frontera. Turquía, por su parte, tenía fronteras con varias repúblicas soviéticas.
Durante la década de expansión de la OTAN, iniciada en 1999, aparecieron en los confines del territorio ruso 4 nuevos miembros del bloque militar que encabeza Estados Unidos: Estonia y Letonia, que limitan con el noroeste de Rusia, mientras que Polonia y Lituania limitan con Rusia sólo indirectamente por tener fronteras con el enclave de Kaliningrado.
La absorción de Ucrania por la OTAN como miembro pleno de esa alianza militar –o incluso en las actuales circunstancias, o sea como interlocutor que pusiese a la disposición de la OTAN su territorio, su ejército y sus infraestructuras militares– tendría por consecuencia –con la posible adhesión de Finlandia– la ocupación de todo el frente occidental de Rusia, desde el Océano Ártico y el Mar de Barents por el norte hasta el Mar Negro por el sur, no sólo por bases aéreas de la OTAN sino también por sus instalaciones portuarias, sus rampas de lanzamiento de misiles, sus campos de entrenamiento, sus aeródromos militares, sus depósitos de material de guerra, sus centros de guerra cibernética, sus baterías antimisiles, sus vehículos blindados, sus tropas y su armamento nuclear táctico.
Hace varias décadas que Ucrania es, teóricamente, el elemento fundamental y decisivo de los planes de Estados Unidos y la OTAN para implantar un cordón sanitario que separaría a Rusia de Europa.
En 1995, o sea sólo 4 años después de la disolución de la URSS, Ucrania fue el primer miembro de la Comunidad de Estados Independientes ex soviéticos que se asoció al aparato de la OTAN con vista a la absorción final de toda Europa y de las antiguas repúblicas soviéticas que todavía no se habían integrado al bloque militar atlántico en el marco de programa designado como «Asociación para la Paz». Las 12 naciones del este de Europa que fueron incorporándose a la OTAN en 1999, 2004 y 2009, habían comenzado afiliándose a ese programa. En la lista de espera se encuentran actualmente otros 22 miembros de esa «Asociación para la Paz» en plena transición hacia la adhesión a la OTAN: los 14 países europeos que todavía no son miembros de ese bloque militar –exceptuando Rusia–, las 3 repúblicas ex soviéticas del sur del Cáucaso y las 5 del Asia central.
Dos años más tarde, la OTAN instauraba la Carta de Asociación específica entre esa alianza militar y Ucrania [1], a partir de la cual se creó la Comisión OTAN-Ucrania, que sigue activa en este momento –en realidad más activa que nunca después del violento golpe de Estado registrado en Ucrania en febrero de 2014.
En diciembre de 2008, o sea 4 meses después de que el gobierno georgiano de Mijaíl Saakachvili desencadenara la invasión de Osetia del Sur –desatando así una guerra de 5 días con Rusia–, Ucrania y Georgia fueron los primeros Estados en unirse a los programas anuales nacionales elaborados por la OTAN. Algún tiempo antes, el mismo año y durante la cumbre de la alianza atlántica realizada en Bucarest (Rumania), se anunció que aunque esas 2 repúblicas ex soviéticas no llenaban todavía la última condición requerida para su entrada en la OTAN –el Plan de Acción para la Adhesión– ese bloque militar estaba dispuesta a aceptarlas. Entre las figuras públicas que hacían campaña a favor de ese Plan de Acción para la Adhesión estaba el entonces presidente del parlamento ucraniano, Arseni Yatseniuk, hoy primer ministro designado –o más bien impuesto– por Estados Unidos y dirigente de facto de la junta que ocupa el poder en Kiev [2].
En realidad, desde enero hasta marzo de 2008 y en previsión de la cumbre de la OTAN que iba a celebrarse en abril de ese mismo año, la oposición parlamentaria impidió el funcionamiento del parlamento ucraniano en protesta contra la absorción del país por la alianza atlántica. Dentro de Ucrania, el principal esfuerzo por acelerar la incorporación del país a la OTAN provenía de la diarquía nacida de la supuesta «revolución naranja» de 2004-2005: el presidente Viktor Yushchenko y la primera ministra Yulia Timochenko. Y esa incorporación era de hecho el objetivo que buscaban Washington y sus aliados europeos al respaldar y dirigir aquella nueva «revolución de color», después de la que se había orquestado en Georgia el año anterior [3] [4].
Encabezando la Cumbre de la OTAN realizada en Bucarest, el presidente estadounidense George W. Bush y John McCain, por entonces postulante a la nominación republicana como candidato a la presidencia de Estados Unidos –nominación que finalmente obtuvo– así como los dos postulantes a la nominación demócrata, Barack Obama y Hillary Clinton, respaldaron con extremo entusiasmo la posible adhesión de Ucrania y Georgia a la OTAN.
Un año antes de la «revolución naranja», el predecesor de Yushchenko, Leonid Kuchma, había tratado de apaciguar los ardores de Estados Unidos y la OTAN enviando 1 650 soldados a Irak como miembros de la coalición militar lidereada por la alianza atlántica. También se había asignado un contingente simbólico de soldados ucranianos a la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) en Afganistán, en el marco de una acción en la que participaron 50 países. Pero Kuchma aprendería más tarde, al igual que otros, que los «socios» de la OTAN que dirigen ese bloque militar desde Washington y Bruselas sólo aceptan dos cosas: obediencia total y la sumisión más abyecta.
Georgia enviaría 2 000 hombres –en aquel momento el contingente más grande, después de los de Estados Unidos y Gran Bretaña– que acabaron siendo repatriados en 2008 en aviones estadounidenses durante el enfrentamiento militar entre Georgia y Rusia. El régimen «naranja» del presidente Viktor Yushchenko fue acusado entonces de haber enviado armas clandestinamente, en los aviones estadounidenses utilizados para repatriar a los soldados georgianos, y de haber permitido y probablemente organizado el despliegue de fuerzas paramilitares y de militares nacionalistas extremistas en Georgia durante el enfrentamiento con Rusia.
En cuanto terminó la guerra del sur del Cáucaso, Yushchenko voló a la capital georgiana para participar allí en un gran mitin propagandístico a favor del presidente Saakachvili. Inmediatamente después, ya de regreso en Kiev, firmó un decreto exigiendo que Rusia «declarase» a Kiev –por «declarar» debe entenderse aquí «pedir autorización»– todo despliegue aéreo o naval desde las instalaciones militares rusas del Mar Negro, en Sebastopol, al igual que todo regreso de fuerzas rusas a esas instalaciones, orden que constituía de hecho un bloqueo selectivo.
En 2006, al principio discretamente y más tarde abiertamente, directores y miembros oficiales de la Missile Defense Agency del Pentágono viajaron regularmente a Ucrania para negociar con ese país el despliegue en su territorio de elementos de misiles antibalísticos en el marco del proyecto de escudo antimisiles tierra-mar desarrollado por la administración Obama como parte del programa EPAA (European Phased Adaptive Approach). Aprobado unánimemente por los 28 países miembros de la OTAN, ese escudo fue desplegado a lo largo de la frontera occidental –y más tarde también de la frontera sur– de la Federación Rusa.
Todos los años, desde 1996, se desarrollan en Ucrania, y bajo la vigilancia estadounidense, los ejercicios militares designados como Sea Breeze (Brisa Marina) auspiciados por la mencionada «Asociación para la Paz» de la OTAN. Hay que precisar que esos ejercicios se realizaban precisamente en Crimea y no lejos del cuartel general de la flota rusa del Mar Negro. En 2006 hubo que suspenderlos temporalmente debido a las protestas de la población local.
También bajo la dirección del Mando de Estados Unidos en Europa (EuCom), se desarrollan anualmente en Ucrania los ejercicios militares de la operación Rapid Trident, con la participación de tropas de Estados Unidos, de la OTAN y de los países de la «Asociación para la Paz». Según los términos del EuCom, consignados en el parte sobre los ejercicios de 2013,Rapid Trident «contribuye a formar a los participantes para permitirles operar con éxito en un entorno asociativo, multinacional e integrado con apoyo de las naciones receptoras (…) [está] concebido de manera que facilite la interoperabilidad militar común con las naciones aliadas y asociadas» y para «respaldar, por una parte, el programa nacional anual de Ucrania con vista a una interoperabilidad exitosa con la OTAN y, por otro lado, los compromisos contraídos cada año a través del plan de operaciones entre la OTAN y Ucrania.»
En diciembre de 2008 –precisamente el mismo mes en que la OTAN inauguraba su Programa Nacional Anual con Ucrania–, Washington publicó su Carta de Asociación Estratégica Estados Unidos-Ucrania, cuya documento fundador estipula y precisa, entre otros objetivos [5]:
«Profundizar la integración de Ucrania en las instituciones euro-atlánticas es una prioridad común. Nuestro objetivo consiste en un programa de mejoría de la cooperación en materia de seguridad para aumentar las capacidades defensivas de Ucrania y fortalecer su derecho a la candidatura para la entrada en la OTAN.
Nos guían los principios enunciados el 3 de abril de 2008, durante la Cumbre de Bucarest, en la Declaración del Consejo de la OTAN y en la Declaración Común de la Comisión OTAN-Ucrania del 4 de abril de 2008 que afirma que Ucrania está destinada convertirse en miembro de la OTAN.
Reconociendo que persisten amenazas contra la paz y la estabilidad mundiales, Estados Unidos y Ucrania tienen como proyecto ampliar e intensificar sus programas de cooperación y ayuda ya en marcha en cuestiones de defensa y seguridad, para eliminar esas amenazas y promover la paz y la estabilidad. Una asociación entre Estados Unidos y Ucrania basada en la defensa y la seguridad no puede más que resultar beneficiosa para las dos naciones y para esta región del mundo.
Nuestro objetivo, a través de ese trabajo efectuado en el marco de la Comisión OTAN-Ucrania, es alcanzar un acuerdo sobre un proyecto estructurado que permita aumentar la interoperabilidad y la coordinación de las fuerzas entre la OTAN y Ucrania, sobre todo mediante una intensificación de los ejercicios de entrenamiento y la entrega de equipamiento a las fuerzas armadas ucranianas.»
En 2010, Ucrania fue el primer asociado a la OTAN que envió un buque de guerra a Active Endeavour, operación marítima de vigilancia y neutralización que se desarrolla por tiempo indefinido en todo el Mediterráneo desde que se activó –en 2001– la cláusula de asistencia militar mutua estipulada en el Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte.
En 2013, Ucrania completó las disposiciones anteriormente mencionadas al convertirse en el primer asociado de la OTAN en enviar un navío de guerra a Ocean Shield, otra operación de la alianza atlántica que ya cuenta 5 años de duración y que, al igual que Active Endeavour, se extenderá por tiempo indefinido con un despliegue de fuerzas a todo lo largo del Cuerno de África, en el Mar de Arabia y más allá, hasta el Océano Índico.
Antes del inicio de los desórdenes civiles que estallaron en Ucrania en noviembre de 2013, la OTAN ya se jactaba de contar a Ucrania entre sus 4 asociados destinados a integrar la Fuerza de Reacción de la alianza atlántica. Los otros 3 son Georgia, Finlandia y Suecia.
Ahora, gracias al régimen títere instalado en Kiev por Estados Unidos y la OTAN, las esperanzas de los dirigentes occidentales de convertir Ucrania en una gigantesca base militar del Pentágono y la OTAN –cuyo avance hacia el este ya ha durado toda una generación–, repleta de consejeros militares occidentales, de agentes de inteligencia, aviones de guerra, unidades blindadas, soldados y misiles, alcanzan un clímax de ambición e irresponsabilidad de niveles hasta ahora inimaginables.
Una versión de este trabajo debe figurar próximamente en Flashpoint in Ukraine: US Drive for Hegemony Risks Global War, obra colectiva bajo la dirección de Stephen Lendman que será publicada por Clarity Press.
Las nuevas informaciones que vayan surgiendo sobre este tema serán publicadas y puestas a la disposición de los lectores (en inglés) a través de este vínculo.
[1] «Charte de partenariat spécifique entre l’Organisation du Traité de l’Atlantique-nord et l’Ukraine», OTAN, 9 de julio de 1997.
[2] «La Iglesia de la Cienciología, Arseni Yatseniuk y Andrej Kiska»,Red Voltaire, 1º de abril de 2014.
[3] «Moscú y Washington se enfrentan en Ucrania», por Emilia Nazarenko en colaboración con la redacción de la Red Voltaire; «Ucrania: la calle contra el pueblo», Red Voltaire, 24 y 29 de noviembre de 2004.
[4] «Los secretos del golpe de Estado en Georgia, república ex soviética», por Paul Labarique, Red Voltaire, 21 de marzo de 2005; «Jugada maestra en el ajedrez georgiano», Red Voltaire, 21 de marzo de 2005.
[5] “United States-Ukraine Charter on Strategic Partnership”, State Department, 19 de diciembre de 2008.
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