Por: Iván Oliver Rugeles
Dos impactantes videos nos mostró esta semana el programa Zurda Conducta.
En el primero se captan los eventos de la violencia desatada por los “estudiantes pacíficos” el miércoles 14 de mayo en curso en la Avenida Francisco de Miranda, a la altura del Ministerio del Poder Popular para el Turismo y, en el otro, los ocurridos dos días antes, el 12 de abril, igualmente provocados por “santos guaros jovenes” que en Barquisimeto escenificaron un espectáculo dantesco con la quema de todo lo que tenían a la vista, en protesta por la falta de “libertad” y de “harina de maíz”.
En ambos casos nos causó horror ver cómo se causaban destrozos de todo calibre, intentado en el primero incendiar las instalaciones del Ministerio del Poder Popular para el Turismo con más de seiscientos funcionarios adentro, tal y como lo han hecho en docenas de otras instalaciones, públicas y privadas, desde el 12 de febrero de este año, tanto en Caracas, como en el interior del país, especialmente en San Cristóbal, donde destruyeron por completo con sendos pavorosos incendios las instalaciones de la UNEFA y las de una importante Unidad Sanitaria, pero en este caso vimos con el mayor espanto e inmenso dolor, preocupación y angustia, cómo los violentos y varias damas que deben vivir allí mismo en Chacao, algunas jóvenes y otras no tanto, aplaudían y se regocijaban porque un joven Guardia Nacional resultó gravemente herido en una pierna, luego de que una joven que hacía parte del grupo de los violentos, lo empujó para que un autobús que circulaba por allí lo atropellara. Pero es que además de que manifestaran su mayor júbilo por el guardia mal herido, esas mujeres le gritaban a coro cuando lo trasladaban hacia una camioneta para llevarlo al hospital: “Mal parido, asesino, co… de madre, torturador, qué bueno que eso te pasó, pedazo de pendejo…”, etcétera, etcétera…
Con el otro evento, el de Barquisimeto, confieso que la indignación nos llenó de inmensa rabia al escuchar al dueño de la camioneta muy desconsolado decir que “eso no se hace, no hay derecho como me van a quemar a mi mujer, eso es injusto, cómo es posible que me destruyan mi única herramienta de trabajo, con la cual hago transporte escolar” (2) y, además, ver allí un verdadero infierno, llamas por todas partes. Era, sin exageración, un espectáculo espeluznante, quizás muy parecido al que hizo solazar por varios días a Nerón cuando ordenó quemar la ciudad de Roma y quien luego culpó de la terrible tragedia a los cristianos…
Cuando digo que todo ello nos causó estupor, pero sobre todo dolor e inmensa angustia y preocupación, es porque da la casualidad de que poco horas antes de ver el video del Guardia Nacional herido y vejado por una multitud que mostraba su inmensa satisfacción por el hecho ocurrido, habíamos terminado de releer el primer capítulo del libro “Hitler y El Holocausto”, bajo el título “El antisemitismo y los Judíos” (autor Robert S. Wistrich, Editorial Mondadori, Primera edición/2001), del cual nos ha parecido de mucha importancia transcribir lo que relata una ferviente católica llamada Zofia Kostak-Szczucka (1942), quien fue testigo presencial de las atrocidades a que fueron sometidos en Polonia judíos por grupos de ciudadanos comunes y corrientes que eran sus propios vecinos, cuando escribió esto: “La Participación forzosa de la nación polaca en el espectáculo sangriento que está teniendo lugar en suelo polaco puede engendrar fácilmente indiferencia ante el crimen, sadismo y, sobre todo, la peligrosa convicción de que es posible asesinar al vecino de modo impune” .
El autor del libro luego de ese testimonio y denuncia valiente de esa dama cristiana, una entre muy pocas para una Iglesia que resolvió, entonces, callar y no hacer nada para salvar a los judíos de los pogromos nazis, consigna este relato verídico: “Un asesinato de la mayor vileza fue, precisamente, lo que los habitantes polacos de Jedwabne (..) perpetraron contra la casi totalidad de sus mil seiscientos convecinos judíos el 10 de julio de 1941, poco después de la invasión de la Unión Soviética por los alemanes. Mientras estos se dedicaban a mirar (por cierto, tal cual lo hace la policía de Chacao con las guarimbas), limitándose a filmar los acontecimientos con finalidades propagandísticas, los aldeanos polacos masacraron a los judíos con hachas, palos, cuchillos y garrotes erizados de clavos; a los hombres les cortaban la lengua o les arrancaban los ojos, violaban y asesinaban a las mujeres y arrojaban al suelo a los bebés y los pisoteaban hasta matarlos (..) todos los judíos que quedaban tambaleantes a causa de los salvajes golpes recibidos, fueron obligados a entrar en un establo cercano, al cual se le prendió fuego con ayuda de queroseno para quemarlos vivos” y sigue un relato lleno de aberrantes salvajadas que nos heló la sangre y que, por supuesto, al ver lo que había ocurrido en Chacao con el Guardia Nacional herido y la quema de un vehículo con seres humanos adentro, la preocupación de que ese tipo de conductas de algunos polacos, producto de un odio inoculado por el nazismo invasor, pudiera instalarse en el país.
Por supuesto, no creemos que ese tipo de realidades puedan germinar aquí en nuestro suelo venezolano, pero es que estamos convencidos de que eso mismo debió haberse planteado la mayoría del pueblo polaco antes de que las hordas al mando de Hitler se hicieran del poder de Polonia y de casi toda Europa…!!!
(“) Vea cómo guarimberos incendiaron camioneta con una …
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