Por: Eric Toussaint
Después de la Segunda Guerra mundial, en un número creciente de países del Tercer Mundo las políticas aplicadas volvían la espalda a las viejas potencias coloniales. Esta orientación se encontró con la firme oposición de los gobiernos de los grandes países capitalistas industrializados, que ejercían y ejercen una influencia decisiva sobre el Banco Mundial y el FMI. Los proyectos del Banco tenían un fuerte contenido político: se debía poner un dique al desarrollo de movimientos que cuestionasen la dominación ejercida por las grandes potencias capitalistas. La prohibición de tener en cuenta las consideraciones «políticas» y «no económicas» en las operaciones del Banco, una de las más importantes condiciones de sus estatutos, ha sido sistemáticamente soslayada. La parcialidad política de las instituciones de Bretton Woods ha quedado demostrada por el apoyo financiero brindado a dictaduras, en particular las que han asolado a Chile, Brasil, Nicaragua, Congo-Kinshasa y Rumanía.
Vientos de fronda anticolonial y antiimperialista en el Tercer Mundo
Después de 1955, el espíritu de la Conferencia de Bandung [1] Indonesia) sobrevolaba gran parte del planeta. Era la continuación de la derrota francesa en Indochina (1954) y precedía la nacionalización del canal de Suez por Nasser (1956). Luego vendrían la revolución cubana (1959) y la argelina (1954-1962), el relanzamiento de la lucha de emancipación de Vietnam. En un parte creciente del Tercer Mundo, las políticas aplicadas volvían la espalda a las antiguas potencias coloniales. Se notaba una tendencia a la sustitución de importaciones y al desarrollo de políticas volcadas al mercado interno. Esta orientación encontró la firme oposición de los gobiernos de los grandes países capitalistas industrializados, que tenían y tienen una influencia decisiva sobre el Banco Mundial y el FMI. Irrumpió una ola de regímenes nacionalistas burgueses que seguían políticas populares (Nasser en Egipto, Nehru en la India, Perón en Argentina, Goulart en Brasil, Sukarno en Indonesia, Nkrumah en Ghana, etc.) y de gobiernos con orientación explícitamente socialista (Cuba, China popular).
En este marco, los proyectos del Banco Mundial tenían un fuerte contenido político: poner un dique al desarrollo de movimientos que cuestionasen la dominación ejercida por las grandes potencias capitalistas.
Poder de intervención del Banco Mundial en las economías nacionales
Desde los años 50, el Banco tejió una red de influencias que le sería de gran utilidad más tarde. Uno de sus objetivos fue promover la demanda de sus servicios en el Tercer Mundo. La influencia que tenía en ese momento provenía en gran parte de las redes de agencias que había establecido en los Estados que se constituirían en sus clientes y, al mismo tiempo, sus deudores. El Banco llevó a cabo una verdadera política de influencias para mantener su red de préstamos.
A partir de la década de 1950, uno de los primeros objetivos del Banco fue la «construcción de instituciones», que con frecuencia adoptó la forma de creación de agencias paragubernamentales dentro del país cliente. [2] Estas agencias se fundaron de tal manera que fuesen financieramente independientes de sus gobiernos y estuvieran fuera del control de las instituciones políticas locales, en especial de los parlamentos nacionales. Constituyeron enlaces naturales del Banco, al que le debían mucho, comenzando por su existencia, y en ciertos casos su financiación.
La creación de tales agencias ha sido una de las estrategias más importantes del Banco Mundial para insertarse en las políticas económicas de los países del Tercer Mundo.
Operando según sus propias reglas (con frecuencia elaboradas siguiendo las sugerencias del Banco), plenas de tecnócratas simpatizantes puestos y apoyados por el Banco, estas agencias sirven para crear una fuente estable y digna de confianza para aquello que el Banco necesita: propuestas de préstamos «viables». Proporcionan también al Banco unas bases de poder paralelo mediante las cuales éste ha sido capaz de transformar las economías nacionales, y de hecho, sociedades enteras, sin los procedimientos que requieren debate y control democrático.
El Banco fundó en 1956, con un importante apoyo financiero de la Fundación Ford y de la Fundación Rockefeller, el Instituto de Desarrollo Económico (Economic Development Institute), que ofrece estadías de formación de seis meses a delegados oficiales de los países miembros. «Entre 1956 y 1971, más de 1.300 delegados oficiales pasaron el Instituto, y cierto número de ellos ya habían alcanzado la posición de primer ministro, o de ministro de Planificación o de Finanzas.» [3].
Las implicaciones de esta política son inquietantes: el estudio del International Legal Center (ILC) de Nueva York de la actividad del Banco en Colombia entre 1949 y 1972 concluye que las agencias autónomas establecidas por el Banco han tenido un impacto profundo sobre la estructura política y sobre la evolución social de la región entera, debilitando «el sistema de partidos políticos y minimizando las funciones de los poderes legislativo y judicial».
Podemos considerar que, desde los años 60, el Banco estableció unos mecanismos únicos y novedosos con vistas a una intervención continua en los asuntos internos de los países deudores. Pero el Banco niega rotundamente que tales intervenciones sean políticas: al contrario, insiste en el hecho de que su política no tiene nada que ver con las estructuras de poder y que los asuntos políticos y económicos son cuestiones independientes.
La política de préstamos del Banco Mundial está influenciada por consideraciones políticas y geoestratégicas
El artículo IV sección 10 estipula: «El Banco y sus responsables no interferirán en las cuestiones políticas de ningún miembro y les está prohibido dejarse influenciar en sus decisiones por el carácter político del miembro o miembros concernidos. Sólo las consideraciones económicas pueden influir sobre sus decisiones y estas consideraciones serán consideradas sin prejuicios, a fin de alcanzar los objetivos [fijados por el Banco] estipulados en el artículo I.»
A pesar de esto, la interdicción de tener en cuenta consideraciones «políticas» y «no económicas» en las operaciones del Banco, una de las condiciones más importantes de sus estatutos, es burlada sistemáticamente. Y ello desde el inicio de su existencia. Recordemos que el Banco se negó a prestar a Francia después de la liberación mientras hubiera comunistas en su gobierno (pocos días después de la salida de éstos del gobierno, en mayo de 1947, el préstamo solicitado y bloqueado fue acordado).
El Banco actúa reiteradamente contraviniendo el artículo IV de sus estatutos. En efecto, con regularidad toma decisiones en función de consideraciones políticas. La calidad de las políticas económicas seguidas no es el factor determinante de sus decisiones. El Banco presta con frecuencia dinero a las autoridades de un país a pesar de la mala calidad de su política económica y de un alto nivel de corrupción: Indonesia y el Zaire son dos casos paradigmáticos. Precisamente, las opciones del Banco relacionadas con países que constituyen un factor político importante, en opinión de sus principales accionistas, en general están vinculadas a los intereses y la orientación de éstos, comenzando por Estados Unidos.
Las decisiones del Banco y de su gemelo, el FMI, desde 1947 hasta el desmoronamiento del bloque soviético [4] han estado determinadas principalmente por los siguientes criterios:
– Evitar que se mantengan modelos autocentrados.
– Apoyar financieramente grandes proyectos (Banco Mundial) o políticas que permitan aumentar las exportaciones de los principales países industrializados (FMI).
– Negar la ayuda a regímenes considerados una amenaza por el gobierno de Estados Unidos y de otros accionistas importantes.
– Tratar de modificar la política de ciertos gobiernos de los países llamados socialistas, a fin de debilitar la cohesión del bloque soviético. Con ese objetivo se dio ayuda económica a Yugoslavia, que se había retirado del bloque dominado por Moscú en 1948, y a Rumania a partir de los años 70, cuando Ceausescu manifestaba sus veleidades de alejamiento del Comecón y del Pacto de Varsovia.
– Apoyar a aliados estratégicos del bloque capitalista occidental, de Estados Unidos en particular (por ejemplo, Indonesia desde 1965 hasta el presente; el Zaire de Mobutu, de 1965 a 1997; las Filipinas de Marcos, el Brasil de la dictadura desde 1964; la Nicaragua de Somoza; la Sudáfrica del apartheid).
– Intentar impedir o limitar, en la medida de lo posible, un acercamiento de los gobiernos de los PED al bloque soviético o a China: por ejemplo, tratar de que la India y la Indonesia de los tiempos de Sukarno se alejaran de la URSS.
– Tratar, a partir de 1980, de integrar a China en el juego de alianzas de Estados Unidos.
Para seguir esta política, el Banco Mundial y el FMI aplican un táctica generalizada: son más flexibles con un gobierno de derecha (menos exigentes en términos de austeridad antipopular) si éste se enfrenta a una fuerte oposición de izquierda que con un gobierno de izquierda enfrentado a una fuerte oposición de derecha. Concretamente, esto significa que estas instituciones le harán la vida difícil a un gobierno de izquierda acosado por una oposición de derecha, para debilitarlo y favorecer el acceso de la derecha al poder. Siguiendo la misma lógica, serán menos exigentes con un gobierno de derecha acosado por una oposición de izquierda a fin de evitar el acceso al poder de ésta. La ortodoxia monetaria es de geometría variable: las variaciones dependen de factores políticos y geoestratégicos.
Algunos casos concretos —Chile, Brasil, Nicaragua, Zaire y Rumania— ilustran lo que acabamos de adelantar: se trata, a la vez, de decisiones del Banco y del FMI porque éstas están determinadas grosso modo por las mismas consideraciones y sometidas a las mismas influencias.
El FMI y el Banco Mundial —y otros poderes capitalistas—no vacilan en apoyar a una dictadura cuando lo consideran oportuno. Los autores del Informe mundial sobre el desarrollo humano realizado por el PNUD (edición de 1994) lo dicen con toda claridad: «De hecho, la ayuda suministrada por Estados Unidos durante los años 80 es inversamente proporcional al respeto de los derechos humanos. Los donantes multilaterales tampoco parecen estar preocupados por tales consideraciones. Parecen, en efecto, preferir los regímenes autoritarios, ya que consideran sin pestañar que éstos favorecen la estabilidad política y están en mejores condiciones de gestionar la economía. Cuando Bangladesh y las Filipinas pusieron fin a la ley marcial, su proporción en el conjunto de los préstamos del Banco Mundial disminuyó.» [5].
La parcialidad política de las instituciones financieras internacionales (IFI): ejemplos de apoyo financiero a las dictaduras
Apoyo a la dictadura del general Augusto Pinochet en Chile
Durante el gobierno, democráticamente electo, de Salvador Allende (1970-1973), Chile no recibió préstamos del Banco, pero con el gobierno de Pinochet, tras el golpe militar de 1973, el país se tornó de repente creíble. Sin embargo, ningún dirigente del Banco ni del FMI ignoraba el carácter profundamente autoritario y dictatorial, en una palabra criminal, del régimen pinochetista. El lazo entre la política de préstamos y el marco geopolítico es aquí evidente. Uno de los principales colaboradores de Robert McNamara, Mahbub ul Haq, redactó en 1976, en un memorándum, una nota muy crítica con el título «Los errores del Banco Mundial en Chile» [6] intentando que el Banco modificara su orientación. En ella se puede leer: «Nosotros nos equivocamos al no apoyar los objetivos fundamentales del régimen de Allende, ya sea en nuestros informes o bien de forma pública.» Pero Robert McNamara decidió ignorarlo. [7]. Mahub ul Haq trató, sin éxito, de convencer a la dirección del Banco de que suspendiera los préstamos a Pinochet porque éste estaba «en vías de restaurar una sociedad económicamente elitista e inestable». Añadía que la política de Pinochet «ha agravado la desigualdad de la distribución de ingresos del país». [8].
Apoyo a la junta militar de Brasil que derrocó al presidente João Goulart
El régimen democrático del presidente João Goulart fue derrocado por los militares en abril de 1964. Los préstamos del Banco y del FMI, que habían sido suspendidos durante tres años, se reiniciaron poco después. [9].
Hagamos un resumen sucinto de los acontecimientos: en 1958, el presidente brasileño Kubitschek tuvo que entablar negociaciones con el FMI para recibir un préstamo de Estados Unidos de 300 millones de dólares. Finalmente, Kubitschek rechazó las condiciones impuestas por el FMI y prescindió del préstamo. Esto le valió una gran popularidad.
Su sucesor, João Goulart anunció que pondría en práctica una reforma agraria radical y que iba a proceder a la nacionalización de las refinerías de petróleo: los militares lo derribaron. Al día siguiente del golpe, Estado Unidos reconoció al régimen militar. Poco después, el Banco y el FMI reanudaron la política de préstamos suspendida. Por su parte, los militares abolieron las medidas económicas criticadas por Estados Unidos y el FMI. Destaquemos que las instituciones financieras internacionales consideraron que el régimen militar tomaba sanas medidas económicas (sound economic measures), [10] aunque el PIB había bajado un 7 % en 1965 y miles de empresas habían quebrado. El régimen organizó una fuerte represión, prohibió las huelgas, provocó una fuerte caída del salario real, suprimió las elecciones por sufragio directo, decretó la disolución de los sindicatos y recurrió con regularidad a la tortura.
Desde su primer viaje, realizado en mayo de 1968, Robert McNamara se desplazó con regularidad a Brasil, donde no dejó de entrevistarse con el gobierno de los militares. Los informes públicos del Banco elogiaban sistemáticamente la política de la dictadura en lo concerniente a la reducción de la desigualdad. [11] Sin embargo, en privado las discusiones podían llegar a ser agrias. Cuando el subdirector del departamento de Proyectos, Bernard Chadenet, declaró que la imagen del Banco se degradaría a consecuencia del apoyo que brindaba al régimen represivo brasileño, Robert McNamara reconoció que había una represión muy fuerte («a tremendous amount of repression»). Pero agregó: «no es necesariamente muy diferente de lo que ocurría bajo los gobiernos anteriores y esto no parece mucho peor que en otros países miembros del Banco. ¿Es que Brasil es peor que Tailandia?». [12] Unos días más tarde, McNarama insistía: «No parece que haya una posibilidad de alternativa viable al gobierno de los generales.» [13] El Banco Mundial comprendía muy bien que las desigualdades no disminuían y que sus préstamos a la agricultura reforzaban a los grandes propietarios. De todos modos decidió continuar prestando porque lo que quería absolutamente era mantener su influencia sobre el gobierno. Empero, en este nivel tuvo un fracaso patente: los militares demostraron una profunda desconfianza ante la voluntad del Banco de aumentar su presencia. Por último, a finales de los años 70, aprovecharon la profusión de préstamos de bancos privados internacionales concedidos a un tipo de interés inferior al del Banco Mundial.
Después de haber apoyado la dictadura de Anastasio Somoza, el Banco Mundial puso fin a los préstamos tras la elección del sandinista Daniel Ortega a la presidencia de Nicaragua
El clan de los Somoza se mantuvo en el poder en Nicaragua desde los años 30, gracias a la intervención militar de Estados Unidos; sin embargo, el 19 de junio de 1979, un poderoso movimiento popular triunfó sobre la dictadura y provocó la huida del dictador Anastasio Somoza. Los Somoza, detestados por el pueblo, habían acaparado una parte muy grande de las riquezas del país y favorecieron la implantación de grandes empresas extranjeras, sobre todo estadounidenses. Su dictadura se benefició de numerosos préstamos del Banco Mundial. Tras el derrocamiento, ocupó el gobierno una alianza de la oposición democrática tradicional (dirigida por jefes de empresa) y los revolucionarios sandinistas. Éstos no ocultaban ni su simpatía por Cuba ni su disposición a emprender ciertas reformas (reforma agraria, nacionalización de algunas empresas extranjeras, confiscación de tierras pertenecientes al clan Somoza, programas de alfabetización…) Washington, que había apoyado a Somoza hasta el último momento, consideraba que este nuevo gobierno constituía una amenaza de contagio comunista en América Central. Sin embargo, Carter, presidente en el momento de la caída de la dictadura, no adoptó en ese momento ninguna actitud agresiva. Pero las cosas cambiaron en cuanto Ronald Reagan llegó a la Casa Blanca. En 1981 anunció su decisión de desalojar a los sandinistas; apoyó financiera y militarmente una rebelión encabezada por ex miembros de la guardia nacional («contrarrevolucionarios» o «contras»). E incluso la aviación estadounidense minó varios puertos nicaragüenses. Ante esta hostilidad, la política del gobierno, de mayoría sandinista, se radicalizó. En las elecciones de 1984, desarrolladas de manera democrática por primera vez en medio siglo, Daniel Ortega fue elegido presidente con el 67 % de los votos. Al año siguiente, Estados Unidos decretó un embargo comercial contra Nicaragua, que aisló al país de los inversores extranjeros. Por su parte, el Banco Mundial cortó los préstamos a partir de la elección de Daniel Ortega. Como he señalado en el capítulo precedente, los sandinistas entonces intentaron activamente convencer al Banco Mundial de reanudar los préstamos. [14].
Incluso estaban dispuestos a aplicar un plan de ajuste estructural draconiano. Pero el Banco resolvió no continuar y sólo los reanudó después de la derrota de los sandinistas en las elecciones de febrero de 1990, que dieron la victoria a Violeta Barrios de Chamorro, candidata conservadora, apoyada por Estados Unidos.
Apoyo a la dictadura de Mobutu
Ya en 1962, un informe del secretario general de las Naciones Unidas denunciaba que Mobutu había desviado varios millones de dólares destinados a financiar las tropas. En 1982, un apoderado del FMI, Erwin Blumentahl, banquero alemán, ex responsable del departamento de Asuntos Exteriores del Bundesbank, presentó un informe lapidario sobre la gestión del Zaire de Mobutu. Advertía a los acreedores extranjeros que no esperaran ser reembolsados mientras Mobutu siguiera en el poder.
Entre 1965 y 1981, el gobierno del Zaire obtuvo préstamos en el exterior de unos 5.000 millones de dólares y entre 1976 y 1981, su deuda externa fue reestructurada cuatro veces en el Club de París, por un monto de 2.250 millones de dólares.
A pesar de la pésima gestión económica y el desvío sistemático por Mobutu de una parte de los préstamos, el Banco Mundial y el FMI no suspendieron la ayuda al régimen dictatorial. Es sorprendente comprobar cómo aumentaron los desembolsos efectuados por el Banco después del envío del informe Blumentahl. [15] También los del FMI, pero éstos no figuran en el gráfico). Es evidente que las decisiones del Banco Mundial y del FMI no están determinados principalmente por el criterio de la buena gestión económica. El régimen de Mobutu era un aliado estratégico de Estados Unidos y de otras potencias con influencia en el seno de las instituciones de Bretton Woods (por ejemplo, Francia y Bélgica) mientras durara la guerra fría. A partir de 1989-1991, con la caída del muro de Berlín, seguida más tarde por la implosión de la Unión Soviética, el régimen de Mobutu perdió interés. Tanto más cuando en muchos países de África (entre ellos el Zaire) se desarrollaban conferencias nacionales que priorizaban la reivindicación democrática. Los préstamos del Banco comenzaron a disminuir hasta cesar por completo a mediados de los años 90.
En 1947 Rumania se integró al bloque soviético y en 1972, fue el primer país del bloque que se aproximó al Banco.
Ceaucescu era desde 1947 secretario general del Partido Comunista en el poder; sin embargo, en 1980 criticó la intervención soviética en Checoslovaquia y las tropas rumanas no intervinieron junto a las del Pacto de Varsovia. Este distanciamiento de Moscú decidió a Washington, mediante el Banco Mundial, a considerar la posibilidad de estrechar las relaciones con el régimen rumano.
El Banco emprendió en 1973 la negociación con Bucarest del inicio de una política de préstamos, que muy pronto adquirió un volumen apreciable. En 1980, Rumania alcanzó el octavo lugar en importancia de la lista de prestatarios del Banco. Uno de los historiadores del Banco, Aart van de Laar, narra una anécdota significativa que se remonta a 1973. Asistía, a principios de dicho año, a una reunión de la dirección del Banco que tenía en su agenda el inicio de la concesión de préstamos a Rumania. Ante la incredulidad de ciertos dirigentes que criticaban la falta de un informe detallado sobre el país, McNamara habría declarado que él tenía una gran confianza en la moralidad financiera de los países socialistas en cuanto al reembolso de la deuda. Ante lo cual uno de los vicepresidentes del Banco, presente en la reunión, habría respondido «puede ser que el Chile de Allende no sea aún suficientemente socialista». [16] RobertMcNamara se habría quedado helado.
La decisión del Banco no se basaba en criterios económicos convincentes. En efecto, en primer lugar, mientras que el Banco se había negado regularmente a prestar a un país que no hubiera saldado antiguas deudas soberanas, comenzaba a prestar a Rumania sin que el país hubiera llegado a poner fin a un litigio sobre viejas deudas. En segundo lugar, lo esencial de los intercambios económicos de Rumania se realizaban dentro del Comecon, en divisas no convertibles, ¿cómo podría reembolsar los préstamos en divisas fuertes? En fin, Rumania se negó de entrada a proporcionar los informes económicos requeridos por el Banco. Por consiguiente, es evidente que fueron consideraciones políticas las que decidieron al Banco a entablar relaciones estrechas con Ceauscescu. La cuestión era desestabilizar a la URSS y al bloque soviético en el marco de la guerra fría manteniendo estas relaciones con Rumania. La falta de democracia interna y la represión policial sistemática no parecían pesar mucho en el Banco, en este caso como en otros.
Por el contrario, Rumania se convirtió en uno de los mayores clientes del Banco, con el que se financiaban grandes proyectos (minas de carbón a cielo abierto, centrales eléctricas térmicas) cuyos efectos negativos en términos de contaminación son fácilmente deducibles. Para la explotación de las minas de carbón a cielo abierto las autoridades rumanas desplazaron poblaciones que hasta entonces se habían dedicado a la agricultura. En otro ámbito, el Banco apoyó la política de planificación de nacimientos, que buscaba el aumento de la natalidad.
En 1982, cuando estalló la crisis de la deuda a escala internacional, el régimen rumano decidió imponer a la población un tratamiento de choque. Redujo drásticamente las importaciones a fin de obtener un superávit de divisas para reembolsar la deuda externa a marcha forzada. Las consecuencias fueron terribles para la población, pero, como dicen los historiadores del libro encomendado por el Banco para conmemorar su medio siglo de existencia, «en cierto sentido, Rumania era un deudor “modelo”, al menos desde el punto de vista de los acreedores» [17]
Conclusión
Al contrario de lo que dice la sección 10 del artículo IV de los estatutos del Banco Mundial, éste y el FMI prestaron sistemáticamente a los Estados a fin de influenciar sus políticas. Los ejemplos recogidos en este estudio muestran cómo los intereses políticos y estratégicos de las grandes potencias apoyaron y ayudaron financieramente regímenes cuya política económica no respondía a los criterios oficiales de las instituciones financieras internacionales (IFI), y que incluso no respetaban los derechos humanos. Por lo demás, regímenes que se consideraban hostiles a los intereses de las grandes potencias fueron privados de los préstamos, con el pretexto de que estos gobiernos no respetaban los criterios económicos definidos por las IFI.
No hay que pensar que esta política de las instituciones de Bretton Woods ha sido abandonada con el fin de la guerra fría; continúa aplicándose hasta nuestros días: pensemos en su apoyo a la Indonesia de Mohamed Suharto hasta su caída en 1998, al Chad de Idriss Déby hasta el día de hoy, a Túnez bajo Ben Ali hasta su derrocamiento en 2011, a Egipto bajo Mubarak hasta que fue depuesto en 2011, o al gobierno del mariscal Al-Sissi en la actualidad…
Traducido por Griselda Piñero y Raúl Quiroz y revisado por Antonio Sanabria
Notas:
[1] La Conferencia de Bandung celebrada en 1955 fue convocada por el presidente indonesio Sukarno. Fue el punto de partida del movimiento de los no alineados. Sukarno, Tito y Nehru eran dirigentes que encarnaban la esperanza del Tercer Mundo frente al sistema colonial de dominación. Éste es un extracto del discurso de Sukarno en la apertura de la Conferencia: «El hecho de que los dirigentes de los pueblos asiáticos y africanos puedan reunirse en uno de sus propios países para discutir y deliberar sobre sus problemas comunes constituye un nuevo punto de partida en la historia. […] Ningún pueblo se puede sentir libre mientras una parte cualquiera de su patria no sea libre. Como la paz, la libertad es indivisible. […] Nos dicen a menudo que el colonialismo ha muerto. No nos dejemos ilusionar, ni siquiera adormecer, con esta fórmula tramposa. Os aseguro que el colonialismo sigue bien vivo. ¿Cómo se puede afirmar lo contrario cuando vastas regiones de Asia y de África no son libres? […] El colonialismo moderno se presenta también bajo la forma del control económico, del control intelectual y del control físico, ejercidos por un comunidad extranjera dentro de la nación. Es un enemigo hábil y decidido que se manifiesta bajo diversas máscaras; no suelta fácilmente su botín. En cualquier lugar, en cualquier momento y cualquiera que sea la forma bajo la cual aparece, el colonialismo es un mal que hay que eliminar de la superficie del mundo.» Fuente: Le Monde diplomatique, «Les objectifs de la Conférence de Bandoeng», mayo de 1955, p. 1)
[2] Bruce Rich cita como ejemplos de agencias fundadas gracias al Banco Mundial: en Tailandia, la Industrial Finance Corporation of Thailand (IFCT), el Thai Board of Investment (OBI), el National Economic and Social Development Board (NESDB) y la Electrical Generating Authority of Thailand (EGAT); en la India, la National Thermal Power Corporation (NTPC), el National Coal Limited (NCL)… Ver Bruce Rich, Mortgaging the Earth, Earthscan, Londres, 1994, pp. 13 y 4.
[3] Bruce Rich, op. cit. p. 76. Ver también: Nicholas Stern y Francisco Ferreira, «The World Bank as “intelectual actor”» en Devesh Kapur, John P. Lewis y Richard Webb, The World Bank, Its First Half Century, Brookings Institution Press, Washington D.C., 1997, vol. 2, pp. 583-585.
[4] Lo que coincide con el período de la guerra fría.
[5] PNUD, Informe anual sobre el desarrollo humano, 1994, p. 81.
[6] Mahbub ul Haq, «The Bank’s mistakes in Chile», 26 de abril de 1976.
[7] Devesh Kapur et al, vol 1, p. 301.
[8] Memorándum, de Mahbub ul Haq a Robert S. McNamara, «Chile Country Program Paper – Majority Policy Issues», 12 de julio de 1976.
[9] Para un análisis de los hechos aquí resumidos, ver Cheryl Payer, The Debt Trap: The International Monetary Found and the Third World, Monthly Review Press, Nueva York y Londres, pp. 143-165.
[10] En 1965, Brasil firmó un Stand-by Agreement con el FMI, recibió nuevos créditos y su deuda externa fue reestructurada por Estados Unidos y varios países acreedores de Europa y Japón. Después del golpe militar los préstamos pasaron de cero a una media de 73 millones de dólares por año durante el resto de la década del 60 y llegaron a un nivel de casi 500 millones de dólares por año a mediados de los años 70.
[11] Detalles en Devesh Kapur et al, op. cit., vol. 1, pp. 274-282.
[12] World Bank, «Notes on Brazil Country Program Review», 2 de diciembre de 1971, en Devesh Kapur et al, op. cit., vol. 1, p. 276.
[13] Devesh Kapur et al, op. cit., vol. 1, p. 27.
[14] Declaración de David Knox, vicepresidente del Banco Mundial para Latinoamérica: «Una de mis pesadillas era qué haríamos si los nicaragüenses comenzaban a aplicar políticas que pudiéramos apoyar. Temía que la presión política, y no sólo la de Estados Unidos, fuese tan fuerte que nos impidiera ayudar al país.», in Devesh Kapur et al, op. cit., vol. 1, nota 95 y p. 1058.
[15] Los historiadores del Banco dicen que, en 1982, «seducidos por la astucia de Mobutu y sus promesas de reformas y por las presiones de Estados Unidos, Francia y Bélgica, el Banco se aventuró en el Zaire con un programa de ajuste estructural ambicioso», en Devesh Kapur et al, op. cit., vol. 1, p. 702.
[16] Aart van de Laar, The World Bank and the Poor, Martinus Nijhoff Publishing, Boston/La Haya/Londres, 1980, p. 40.
[17] Devesh Kapur et al, op. cit., vol. 1, p. 702.
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