Por: Javier Hernández Alpízar
A la generación que nacimos a finales de los sesenta del siglo pasado, (además de, en consecuencia, querámoslo o no, ser ya veteranos), nos marcó crecer sabiendo-ignorando ¿qué pasó en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968? Un gobierno y un ejército mexicanos que mataron a civiles, a jóvenes, a estudiantes de su propio pueblo y luego cumplieron su “compromiso internacional” de celebrar una Olimpiada… años después nos dijeron que operó un grupo militar encubierto llamado Batallón Olimpia. El hecho traumático debió marcar en algo, en mucho, nuestra manera de entender la política.
Las imágenes que nos llegan hoy de Brasil: el ejército en las calles, reprimiendo al pueblo brasileño, a los sin techo, a los jóvenes, a los trabajadores, a las mujeres, a los niños, a las y los brasileños que reclaman derechos, que exigen una política pública no excluyente… y por otro lado, la parafernalia mediática del mundial, con la mafia de la FIFA, las televisoras y demás empresas sacando raja de un deporte muy popular… todo eso viene a revivir el hecho traumático que marcó nuestra visión de la política. Como Díaz Ordaz, Echeverría, Gutiérrez Barrios, el PRI y el ejército en el 68 mexicano, hoy el gobierno brasileño mete las basuras de su actuación represiva bajo la alfombra roja con que recibe a las estrellas del deporte, a los medios masivos y al turismo… pero el gobierno de Brasil es lulista, Dilma Rousseff es la heredera en el poder del expresidente por el Partido de Trabajo Luiz Inácio Lula da Silva.
¿Cómo podemos entender que un gobierno de la izquierda, salido del Partido del Trabajo, reprima a los trabajadores y ponga sus fuerzas armadas y su poder al servicio de la mafia mundial de la FIFA? ¿Cómo podemos entender que un gobierno de los trabajadores no atienda primero a las demandas de los trabajadores sino que las sacrifique a las exigencias del capital?
Es el momento en que sacar el instinto sesentaiochero es necesarísimo. A algunos en México el trauma de la represión en el 68 nos marcó tan fuerte que concluimos que del PRI no podía salir nada bueno. Por eso no creímos (y si les concedimos el beneficio de la duda duró muy breve tiempo) que un partido cuyas élites son principalmente priistas de viejo cuño, quienes ya estaban ahí en 1968 y no renunciaron entonces al PRI sino en 1988 (dos décadas después) y aún más tarde, pudieran de la noche a la mañana despertar en “la izquierda”. No nos sorprende entonces que la cabra tire al monte y que hoy el GDF –PRD, como prácticamente todos los gobiernos de esa izquierda partidaria, reprima, tenga presos políticos, use la fuerza pública contra las manifestaciones, y todo eso para defender a la derecha y sus proyectos: está en su genética política priista.
Pero, nos decían los lúcidos analistas geopolíticos, hay un contexto latinoamericano al cual México no ingresó con un triunfo de AMLO en 2006 o en 2012 (incluso tienen un culpable: los zapatistas) y eso suponía que, al menos del gobierno del sandinismo en Nicaragua hacia el Cono Sur, la izquierda está en el gobierno en países importantes. Incluso algunos dicen construir el socialismo del siglo XXI. Sin embargo: Brasil reprime como Díaz Ordaz en 68, como el gobierno español en Barcelona o el chino antes de sendas olimpiadas, y usa el futbol como parapeto mediático como la dictadura argentina lo hizo en su momento.
Eso nos llena de preguntas: ¿Por qué la actuación de un gobierno de izquierda se parece tanto a las de la derecha? Y los analistas expertos (no los pamboleros, a esos dejémoslos por la paz defendiendo su derecho la frivolidad y al nacionalismo tribal de irle al Tri, simplemente los perdimos) nos dicen que “Brasil no es para principiantes”, así como otros nos dicen que China es compleja y se cuece aparte… Es claro cuando la derecha reprime: es la derecha, estaríamos mejor con López Obrador, pero cuando la izquierda reprime (y sus políticas favorecen al capital) lo mismo en el DF que en Brasil… nadie se pone a exigir “responsabilidad” ni se oye ninguna autocrítica seria. Pero esos gobiernos llegaron con los votos de quienes creen en la izquierda electoral, partidaria, parlamentaria, de quienes invitan a “tomar el poder” y se enorgullecen de usar su poder ciudadano cristalizado en la credencial de elector.
No obstante hay muchos hechos que contradicen ese “contexto latinoamericano” de izquierda y hasta protosocialista: al menos en el caso de gobiernos insignia como el brasileño, el de Bolivia, el de Nicaragua, el de Argentina en su momento: favorecen los mismos megaproyectos mineros, de represas, de devastación ambiental por el extractivismo, la soya trasgénica y sus agroquímicos, el desplazamiento de la población, confrontándose (en Brasil violentamente) con los trabajadores, los indígenas, las mujeres, los niños, el pueblo pobre que siempre es objeto de la retórica de sus campañas electorales. El pueblo es bueno cuando hay que pedirle su voto, es sagrado, pero cuando “se opone al desarrollo” ahí están las fuerzas armadas para quitarlos como estorbo.
Concedamos que en México la izquierda electorera es una falsa izquierda, priistas transfigurados para la campaña, ¿pero qué pasa con el sandinismo, el lulismo, con Evo Morales? Pongámoslo no como un argumento ad hominem o ad feminam: ¿Por qué los gobiernos de izquierda no tienen un plan ni mucho menos un modelo de desarrollo alternativo, claramente diferente, del desarrollismo depredador del medio ambiente y explotador de los pueblos que tienen los proyectos del capital y de la derecha? ¿Por qué impulsan la civilización petrolera del automóvil, las carreteras, la mafia del concreto para la urbanización salvaje y el extractivismo, igual que lo haría la derecha?
La cosa se agudiza si recordamos que no es la primera vez que eso sucede: ¿Acaso no el socialismo realmente existente se desmoronó porque su modelo desarrollista (predador del medio ambiente, explotador de sus masas trabajadoras, causa de desastres ambientales del tamaño de Chernobyl) colapsó en su carrera contra el desarrollismo capitalista occidental? ¿Acaso China no parece ahora más un paraíso del capitalismo con mano de obra esclava que un país socialista modelo?
¿Acaso no las izquierdas latinoamericanas están administrando una alternativa al capitalismo y no una alterativa para la vida y la salud, la libertad, de sus pueblos? Ya del PRD, de Morena, y de los deslices de AMLO proponiendo el mismo modelo con su tren bala que cercene las comunidades indígenas de Chiapas, su proyecto transístmico que devaste el eje Coatzacoalcos -Salina Cruz y su nacionalismo lightque obligaría a las empresas mineras a pagar impuestos, pero sin considerar que la devastación de la tierra no la compensa impuesto alguno… mejor lo dejamos.
En México la izquierda electoral fanatizada se comporta como inchas del futbol (y probablemente ahora están viendo el futbol, quién puede atentar contra su sagrado derecho a divertirse, defendido con el ejemplo por sus gurús panboleros como Carmen Aristegui, Enrique Galván Ochoa o sus teóricos: Eduardo Galeano y Juan Villoro) linchando a todo crítico de su candidato- fetiche y sus proyectos y aventuras electorales. La izquierda es eso, no hay otra, es el dogma. Pero uno de sus argumentos más socorridos se les desmorona: el Sur de izquierda y hasta protosocialista del siglo XXI también reprime, la izquierda en el Sur se esfuerza en demostrarle al capital que son disciplinados, que no dejarán que la clase trabajadora reclame sus derechos y atente contra los rituales del poder, por ejemplo, contra la transnacional de futbol.
Si algo nos legó el 68 fue el espíritu crítico para echarle en cara a las izquierdas anquilosadas su burocratismo, su falta de autocrítica, su verticalismo y autoritarismo e incluso su totalitarismo: También hubo tanques militares soviéticos aplastando un gobierno popular autónomo en Praga…
En México, ciertos comunistas piden al EZLN su autocrítica por “aislarse de las luchas del pueblo” en 2006 y 2012, pero ¿dónde está la autocrítica de esos marxistas (y de algunos “anarquistas”) que siempre han ido a la cola de AMLO y sus masas para heredarle a la izquierda mexicana a Mancera, a Juan Sabines, a Graco, a Bartlett?
¿Y dónde, después de tantos años de teorizar sobre el poder, cómo tomarlo y no dejarlo ir, está pensado o al menos planteado el problema de que no existe un modelo de desarrollo de la izquierda? ¿Acaso el petróleo se volverá ambientalmente inocuo cuando lo administre la izquierda?, ¿será, como la cocacola de Adiós a Lenin, un invento genial del socialismo que el capitalismo nos había robado?…
Brasil no es para principiantes… hasta la izquierda, cuando intenta gobernarlo, saca el manual de la derecha y ordena: la fuerza pública a las calles. Por qué ese pueblo… quién lo entiende: lo explota la derecha y se queja, lo explota la izquierda y se queja… no sabe nada del arte de lo posible.
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