Por: Leandro Morgenfeld
Dos siglos de intervenciones militares de Estados Unidos contra la Patria Grande.
El artículo que sigue es una reseña de LAs armas de Monroe: dos siglos de intervenciones militares de EEUU contra la Patria Grande, de Loreta Tellería Escobar y Juan Román Quintana Taborga (Fundación Patria Grande, Cochabamba, Bolivia, 2023).
Esta ambiciosa obra de dos reconocidos académicos bolivianos nos ofrece un balance crítico de un aspecto central de las relaciones de Estados Unidos con sus vecinos del sur, desde que el presidente James Monroe planteó la doctrina de «América para los americanos»: el militar.
Soslayado en tiempos en que el concepto de imperialismo parece haber sido dejado de lado por un amplio espectro de analistas, este libro, resultado de una investigación histórica pero también de una experiencia de primera mano en el gobierno encabezado por Evo Morales, nos muestra que Nuestra América, sin haber sido nunca una amenaza para la «seguridad nacional» estadounidense, sufrió todo tipo de atrocidades: invasiones, ocupaciones territoriales, exterminio de pueblos, anexiones, saqueos, golpes de estados, control de mercados, posesión de enclaves estratégicos, esclavización de poblaciones afrodescendientes o indígenas y explotación de la mano de obra barata.
La hegemonía estadounidense en su pretendido patio trasero se valió del dominio económico, político, cultural, militar y tecnológico. A contramano de cierto sentido común que exagera la irrelevancia de América Latina y el Caribe, estos autores muestran cómo el dominio de la región es estratégico para la pretensión de Estados Unidos de proyectar su dominio hacia el resto del mundo. En nombre de la defensa de la libertad, la democracia y el libre mercado, el país del norte arremetió contra la Patria Grande innumerables veces en los últimos dos siglos. Ese injerencismo militar es el principal objeto de estudio en esta obra imprescindible.
En el primer capítulo, los autores realizaran un pormenorizado análisis del lugar de América Latina y el Caribe en la actual disputa geopolítica, destacando el importante rol que juega la región en tanto mercado, territorio y poseedora de recursos naturales estratégicos:
Si hay algo que ha quedado claro en estas dos primeras décadas del siglo XXI, en el ámbito de la relación entre EEUU y ALyC, es la condición imperial inequívoca del primero sobre el segundo, pero al mismo tiempo, sus límites, contradicciones y agotamiento de sus viejas fórmulas de dominio e intervención. A diferencia del pasado inmediato, en el que con cierta dificultad se reconocía la existencia del imperialismo estadounidense como un fenómeno político, económico y cultural, hoy, lo que está en debate es la velocidad de su declive frente a una vigorosa tendencia al multilateralismo, la regionalización de economías cada vez más competitivas y la emergencia de potencias militares y económicas como Rusia y China, además de la India. (p. 23).
Invirtiendo el tradicional enfoque cronológico y etapista, la obra empieza analizando el presente y, con las preguntas que nos arroja la situación actual, se aborda luego, en el capítulo siguiente, el análisis histórico. En este primer capítulo, luego de estudiar la militarización de las relaciones de Estados Unidos con la región en el siglo XXI, se focaliza en el impacto de la «Doctrina Bush», en la retaliación de Obama y la «guerra híbrida» y en la consolidación de la región como frontera imperial, durante la Administración Trump:
Las democracias y los proyectos políticos emancipadores son objeto de un asedio permanente y sufren las consecuencias perversas derivadas de la política exterior y de seguridad de EEUU. Washington considera que sus intereses tradicionales en la región son incompatibles con las autonomías políticas nacionales, la recuperación de la soberanía y los procesos de integración regional. Las concepciones divergentes entre ALyC y EEUU sobre democracia, desarrollo, comercio y seguridad se transforman en un conflicto intolerable para EEUU. Entretanto, los procesos progresistas y las resistencias sociales continúan avanzando en su tenaz lucha por la soberanía política, autonomía y control de los recursos naturales, sin los cuales no hay futuro posible para los pueblos del sur. (p. 29-30)
Se destacan dos cuestiones centrales: el hecho de que la región es objeto de una fuerte disputa y su relevancia estratégica, en general minimizada por diversos analistas:
Como muy bien lo han retratado estudiosos latinoamericanos —Katz, Merino, Morgenfeld, Borón, Rodríguez, Saxe-Fernández, Hernández, Bruckmann, Suárez, Romano, Lajtman y García—, desde diversas perspectivas analíticas, ALyC ocupa un lugar central en la disputa geopolítica global. Particularmente, para EEUU la región asume una función y un rol estratégico, mucho más, cuando la competencia por mercados, inversiones en infraestructura y acceso a materias primas con China y otras potencias, tiende a agudizarse. Existen muchos motivos por los cuales EEUU trata de apropiarse de ALyC como prolongación territorial subalterna y funcional a sus intereses. El telón de fondo son sus ingentes recursos naturales que incentivan la voracidad y el apetito desmedido del gran capital en un contexto de declive hegemónico, tendencia a la multipolaridad y competencia global irreversible. (p. 35)
El capítulo 2 estudia los orígenes políticos e ideológicos de la Doctrina Monroe, considerada como uno de los fundamentos de la militarización imperial, en tanto establece una cláusula de injerencia y guerra perpetua contra Nuestra América: «Con la declaración de la Doctrina Monroe, en tanto política exterior de EEUU sobre América Latina, quedó clara la pretensión estadounidense de ejercer tutela política y dominio territorial sobre las nacientes repúblicas latinoamericanas, en el momento mismo en que el imperio español se desplomaba. En ningún momento existió interés de EEUU en apoyar o proteger las independencias, todo lo contrario, su interés de fondo residía en alejar lo más posible la amenaza europea, reducir la influencia inglesa y fundar su propia hegemonía, sosteniendo la primacía de sus intereses nacionales, con el pretexto de preservar su seguridad» (p. 108). Al analizar los antecedentes históricos y políticos de la misma, los autores exponen los proyectos de Monroe y Bolívar como antagónicos. Se analizan, luego, los distintos corolarios de la doctrina, su relatividad y los sucesivos incumplimientos, ante distintas intervenciones europeas.
El capítulo 3 presenta un pormenorizado recorrido de las intervenciones militares estadounidenses contra la Patria Grande hasta la segunda guerra mundial, destacándose los casos de México, Cuba y Puerto Rico, en el siglo XIX, y las operaciones y ocupaciones militares de las primeras décadas del siglo XX, durante el gran garrote, la diplomacia del control y la diplomacia del dólar. Doctrina Monroe y Destino Manifiesto fueron instrumentos para la dominación imperial:
Si la Doctrina Monroe estuvo dirigida a definir el perímetro geográfico para que EEUU impusiera su hegemonía, impidiendo la incursión de potencias colonizadoras o la instalación del sistema político europeo monárquico en su «zona de influencia», la formulación del Destino Manifiesto, constituyó la fuente de legitimación y justificación programática para consumar, por vía armada, la expansión territorial a costa de las naciones recientemente independizadas de ALyC. En un tiempo muy breve, la Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto, constituyeron dos caras de una misma medalla, cuyo objetivo fue proyectar el dominio del naciente capitalismo estadounidense en la región, desplazando a sus competidores más inmediatos: España, Inglaterra y Francia. Las incursiones armadas de EEUU en las siguientes décadas, dejaron en claro que el denominador común de ambas formulaciones, reposaba en la defensa de los intereses imperiales, por lo mismo, la cuestión de la seguridad de EEUU pasó a ocupar un lugar central de su política exterior. (p. 125-126)
El último capítulo se divide en tres partes. En la primera, se analiza la colonización militar estadounidense en Nuestra América durante la guerra fría (1945-1989), especialmente contra Guatemala, Cuba y Nicaragua: «En la región de ALyC, el proceso de acoplamiento a las posturas norteamericanas se desarrolló de manera casi perfecta. El despliegue de un sistema militar intervencionista que abarcó los ámbitos doctrinarios, normativos, institucionales y de formación, junto con las históricas intervenciones directas, las intervenciones indirectas y los planes de militarización, fueron el andamiaje perfecto para concretar un proceso de colonización militar de EEUU, que tuvo dramáticas consecuencias en materia de democracia, derechos humanos y soberanía» (p. 171-172). En la segunda, la huella militar del Neoliberalismo (1989-2016) y, en la tercera, la disputa territorial en los tiempos actuales del declive imperial. En las tres etapas se analizan tanto el despliegue del sistema intervencionista, como las intervenciones militares concretas, directas e indirectas, y también los planes de militarización.
En la actualidad, tal como se establece en la Estrategia de Seguridad Nacional de 2022, Estados Unidos aplica la disuasión integrada: «Para EEUU, la implementación de la “disuasión integrada” en ALyC, no es otra cosa que ampliar la influencia militar para dar respuesta a todo tipo de problemas. Desde la amenaza de poderes “autocráticos” como China y Rusia, hasta el cambio climático, pasando por los desastres naturales, los ciberataques, el crimen organizado, el narcotráfico, los flujos migratorios, las pandemias, los conflictos sociales, etc. Esto significa, en otras palabras, promover el militarismo en la región, con todo lo que ello implica en materia de democracia y paz» (p. 226).
En las conclusiones, los autores sintetizan el aspecto coercitivo-militar del vínculo entre Estados Unidos y Nuestra América: «Desde hace dos siglos, la relación entre EEUU y ALyC ha estado mediada por una guerra civilizatoria y colonial, en la que la primacía del capital y su maquinaria coercitiva, ocuparon la primera línea de dominación imperial. Nuestra Patria Grande ha sido, sin duda alguna, la víctima preferida en una larga historia de desencuentros, presidida por una lógica despectiva y supremacista, que ha llevado a construir, en las altas esferas de la administración estadounidense, la imagen de subalternidad y marginamiento, caricaturizada como su “patio trasero”» (p. 241). Recuerdan allí que, en 2023, justo en el bicentenario de la doctrina Monroe, Laura Richardson, la jefa del Comando Sur, declaró que la región era fundamental para Estados Unidos por los apetecidos recursos naturales que poseía, en particular litio, petróleo, cobre, oro y agua dulce, así como la biodiversidad del Amazonas.
En las antípodas de las visiones idealizadas y edulcoradas de las relaciones interamericanas, los autores demuestran en esta obra el enorme peso que la cuestión de la «seguridad nacional» tiene para los intereses estadounidenses: «Las innumerables y sistemáticas intervenciones militares contra las nacientes repúblicas latinoamericanas en el siglo XIX, y aquellas ejecutadas durante su desarrollo político en los siglos XX y XXI, constituyen una prueba empírica sobre la centralidad del uso de la fuerza en la construcción del poder hegemónico de EEUU» (p. 243). El dominio sobre la región, entonces, no se debe únicamente a la primacía económica que ejercen las corporaciones estadounidenses imponiendo el libre mercado, a la influencia de la política exterior o a la injerencia política sobre las naciones latinoamericanas, sino también, especialmente, a la amenaza y al uso de la fuerza militar. Las recurrentes intervenciones armadas, en consecuencia, son constitutivas del proyecto hegemónico imperial.
En la actualidad observamos que el imperio se vuelve más agresivo ante su pérdida de poder económico y ante las mutaciones geopolíticas en curso:
Frente al declive del sistema imperial, en un mundo que tiende cada vez más a una dinámica multipolar, y con una región, que construye paso a paso su autonomía política de cara a nuevas formas de integración, se corre el riesgo de enfrentar escenarios inciertos, en nombre de la «inseguridad nacional» de EEUU. Por ello, convendrá tomar plena conciencia sobre la importancia de acelerar todos los procesos de unidad e integración regional, que sirvan de escudo protector frente al acusado hábito de pensar nuestra región como su «patio trasero». (p. 249)
El libro tiene un destacable valor en tanto permite recuperar la memoria histórica crítica y a la vez pone de relieve los actuales desafíos que enfrenta la Patria Grande. Lejos de las miradas ingenuas o simplistas sobre la política estadounidense, los autores demuestran que la hegemonía acorazada de coerción no puede entenderse sin el injerencismo y las agresiones militares que sufrió y sufre actualmente Nuestra América. Para dejar de ser el patio trasero estadounidense, entonces, también es necesario y urgente construir un sistema de defensa regional que permita frenar las intervenciones imperiales.
Comentario