Los países del grupo BRICS están sentando las bases de una nueva arquitectura financiera con el Acuerdo de Reservas de Contingencia y la creación de su propio banco de desarrollo. Sin embargo, observa Ariel Noyola Rodríguez, la cooperación entre los miembros del grupo se caracteriza por la existencia de fuertes rivalidades que dificultan el trabajo conjunto.
Al día siguiente de la final de la Copa Mundail de fútbol en Brasil, se llevará a cabo en ese país la VI Cumbre del grupo BRICS (sigla de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Fortaleza y Brasilia serán las ciudades anfitrionas del encuentro a realizarse los días 14, 15 y 16 de julio, para asentar finalmente una arquitectura financiera de nuevo tipo bajo la consigna: “Crecimiento incluyente y soluciones sostenibles”.
A diferencia de las iniciativas de regionalización financiera asiática y sudamericana, los países del BRICS, al no conformar un espacio geográfico común, al tiempo que están menos expuestos a sufrir turbulencias financieras en simultáneo, incrementan la efectividad de sus instrumentos defensivos.
Un fondo de estabilización monetario denominado Acuerdo de Reservas de Contingencia (CRA, del inglés Contingent Reserve Arrangement) y un banco de desarrollo, llamado Banco BRICS, ejercerán funciones de mecanismo multilateral de apoyo a las balanzas de pagos y fondo de financiamiento a la inversión. De hecho, el BRICS tomará distancia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, instituciones edificadas hace 7 décadas bajo la órbita del Departamento del Tesoro estadounidense. En medio de la crisis, ambas iniciativas abren espacios de cooperación financiera frente a la volatilidad del dólar y alternativas de financiamiento para países en situación crítica sin someterse a condicionalidades mediante programas de ajuste estructural y reconversión económica.
Como consecuencia de la creciente desaceleración económica mundial, se ha vuelto más complicado para los países del BRICS alcanzar tasas de crecimiento superiores al 5%. La persistente caída del precio de las materias primas para uso industrial, derivada de una menor demanda del continente asiático y del retorno de capitales de corto plazo hacia Wall Street, ha impactado negativamente el comercio exterior y los tipos de cambio. A excepción de la ligera apreciación del yuan, las monedas de los países del BRICS han perdido frente al dólar desde 8,80 (rupia india) y hasta 16 (rand sudafricano) puntos porcentuales entre mayo de 2013 y junio del año en curso.
En este sentido, el CRA BRICS –dotado de un monto de 100 000 millones de dólares, anunciado en marzo de 2013, con aportes de China por 41 000 millones de dólares; de Brasil, India y Rusia, con 18 000 millones cada uno; y Sudáfrica, con 5 000 millones de dólares–, una vez en marcha reducirá sustantivamente la volatilidad cambiaria sobre los flujos de comercio e inversión entre los miembros del bloque.
Los escépticos argumentan que el CRA tendrá importancia secundaria y que sólo ejercerá funciones complementarias a las del FMI. Dejan de lado que, en contraste con la Iniciativa Chiang Mai, por ejemplo (integrada por China, Japón, Corea del Sur y 10 economías de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), el CRA BRICS podrá prescindir del aval del FMI para realizar sus préstamos, con lo cual garantiza una mayor autonomía política frente a Washington. La guerra de divisas de las economías centrales contra las economías de la periferia capitalista exige su ejecución a la brevedad.
Por otro lado, el Banco BRICS ha despertado muchas expectativas. Ese banco, que iniciará sus operaciones con un capital de 50 000 millones de dólares (con aportaciones de 10 000 millones y 40 000 millones en garantías de cada uno de los miembros), tendrá posibilidades de ampliarse en 2 años a 100 000 millones de dólares y en 5 años a 200 000 millones, y contará con capacidad de financiamiento de hasta 350 000 millones de dólares para proyectos de infraestructura, educación, salud, ciencia y tecnología, medio ambiente, etc.
Sin embargo, para el caso de América del Sur, los efectos en el mediano plazo presentan un carácter dual. No todo es miel sobre hojuelas en los mercados de crédito. Por un lado, el Banco BRICS bien podría contribuir a reducir los costos de financiamiento y fortalecer la función contracíclica de la Corporación Andina de Fomento (CAF), a través del aumento de créditos en momentos de crisis y así descartar los préstamos del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Por otro lado, no obstante, como proveedor de crédito, el Banco BRICS entraría en competencia con otras entidades financieras de influencia considerable en la región como el BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil), la CAF y los bancos chinos con mayor número de acreencias (China Development Bank y Exim Bank of China). Y parece imposible que las mencionadas instituciones financieras hagan converger sus ofertas de crédito de modo complementario sin afectar sus propias carteras de prestatarios.
También hay fricciones dentro del propio BRICS. La elite china pretende realizar la aportación mayoritaria (a diferencia de la propuesta rusa de establecer aportaciones alícuotas) y convertir a Shanghái en sede del organismo (en lugar de Nueva Delhi, Moscú o Johannesburgo). En caso de que los préstamos del Banco BRICS se denominen en yuanes, la moneda china avanzará en su internacionalización y afianzará gradualmente su posición como medio de pago y moneda de reserva en detrimento de otras divisas.
Más allá de la consolidación de un mundo multipolar, el CRA y el Banco BRICS representan las semillas de una arquitectura financiera que emerge en una etapa de la crisis llena de contradicciones, caracterizada tanto por la cooperación como por la rivalidad financiera.
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