Fuente: Página12
Raquel Esquivel, del pueblo Qom e integrante del grupo de trabajo del Memorial Napalpí, reflexiona sobre la importancia de haber logrado que la Justicia considere al Estado Argentino como responsable de la Masacre de Napalpí.
“La masacre de Napalpí se llevó más de 400 vidas. Eso nos toca en nuestra sangre y en nuestro corazón. Vivir ese proceso no fue nada fácil porque no sólo se trata de nuestra identidad, sino de cómo explicarle al mundo que la masacre existió cuando no había nada escrito.
En los datos oficiales no se hablaba de la masacre, tuvimos que hacer un trabajo muy duro y parecía que el juicio no iba a llegar nunca, sin embargo ayer -cuando estuvimos presentes escuchando los alegatos- fue escalofriante todo lo que se vivió, todo lo que se relató. Estamos muy contentos porque al fin se escucharon las voces que se intentaron callar.
Comencé a indagar acerca de qué fue lo que pasó en la Masacre de Napalpí por una cuestión personal, por la búsqueda de nuestra identidad. No había material, pero para nuestra comunidad los libros abiertos, nuestra enciclopedias, son nuestros abuelos. Así fuimos rescatando la oralidad que culmina con un juicio muy importante, algo que todos anhelamos, pero lo veíamos muy lejano.
Siempre se buscó una reparación histórica, que se hable de Napalpí, visibilizar la masacre, que sea declarada un caso de lesa humanidad y que el Estado argentino reconozca que fue parte de eso. Estamos conformes, buscamos una reparación histórica, pero no como un beneficio personal, sino para la comunidad, para mejorar las condiciones de vida de nuestra gente. Buscamos que las necesidades básicas de nuestra comunidad sean satisfechas porque sabemos que a cuatro kilómetros donde tuvo lugar la masacre pasa el agua y nuestra gente todavía no tiene agua, eso es una necesidad.
“Buscamos que la Masacre de Napalpí sea declarada un caso de lesa humanidad y que el Estado argentino reconozca que fue parte de eso”
Nosotros creemos que este juicio es un punto de partida para que se escuchen nuestros reclamos, que exista una reparación histórica; no solamente en lo que es la vivienda y la vida de nuestras comunidades, sino que la historia se siga visibilizando, que se enseñen en las escuelas sobre la masacre de Napalpí. Sabemos que la lucha no termina con el juicio pero sí marcó un antes y un después dentro de nuestra comunidad y nuestra historia.
El proceso del juicio se trabajó con mucho respeto y responsabilidad por parte de todo el equipo judicial. Se escucharon las voces de nuestros ancianos y el trabajo que hicimos como indígenas, esta vez no hablaron por nosotros. Destacamos el trabajo que se realizó en este proceso de búsqueda de verdad y justicia.
* Integrante del grupo Memorial Napalpí, que durante más de 15 años trabajó en la recopilación de datos sobre aquel genocidio
En un juicio histórico y sin precedentes, el Juzgado Federal N°1 de Resistencia resolvió que el Estado Argentino es responsable de la Masacre de Napalpí y la consideró un crimen de lesa humanidad cometido contra las comunidades originarias Qom y Moqoit en la provincia de Chaco en 1924 en Napalpí, una “reserva de indios”, un “proyecto civilizatorio” organizado por el Estado argentino que implicó la concentración de las poblaciones indígenas qom y moqoit en un territorio acotado, donde se les imponía un régimen de trabajo forzado, mientras los nuevos propietarios comenzaban con el desmonte y el monocultivo de algodón.
FUENTE: Cítrica
FIORELLA ANAHI GOMEZ: LA ARTISTA QOM QUE LE PONE COLORES A LA MASACRE DE NAPALPI
Por Marisa Avigliano
Por la resistencia de sus ancestras y con el dolor de su abuela narrándole aquella matanza a su pueblo, la pintora inaugura la muestra sobre la matanza de 1924.
“Yo empecé a pintar cuando mi abuela empezó a perder la memoria”, dice Fiorella Anahí Gómez, la artista de veintisiete años que pinta el pasado y lo convierte en presente eterno: “Mi casa, mi lugar, es el territorio de Napaalpí, en Colonia Aborigen. Soy artista de la nación qom, de mi comunidad”.
Cuando Fiorella habla de ella habla de su comunidad, no hay fronteras. La abuela de Fiorella era Matilde Romualdo, descendiente de una de las familias víctimas de la Masacre de Napaalpí. Matilde murió el 15 de enero de 2024, tenía 92 años. Durante casi toda la vida que vivieron juntas la abuela y la nieta no dejaron de compartir el dolor pero apenas lo nombraban, apenas hablaban de él hasta que una noche, cuando la memoria anunció su mudanza, ese desplazamiento que la memoria hace cuando principia el olvido, Matilde empezó a hablar de la Masacre y le contó a su nieta lo que a ella le había contado su abuela Lorenza Molina.
En el susurro de la noche las dos fueron nietas. ¿Cuándo supo Fiorella que la revelación del recuerdo iba a ser imagen, iba a tener textura, iba a tener colores? Tal vez lo supo cuando en la protección de la luna escuchó la voz de su abuela contando lo que toda la vida le había dado miedo contar. Desde aquella noche Fiorella fue para Matilde y gracias a ella, refugio y megáfono multicolor. “Antes no se animaba, para ella era algo malo hablar de Napaalpí, porque todo aquel que sabía la historia de lo que sucedió en 1924 era buscado y era desaparecido o lo metían preso, entonces ella por miedo guardó esa historia y siempre nos decía no cuenten esto a nadie porque me van a buscar y me van ameter presa. El silencio se volvió palabras y las palabras, cuadros: “cuadros que dicen que Napaalpí sí existió y sigue existiendo en este territorio porque somos los descendientes de esas abuelas y abuelos, tíos y tías”, dice Fiorella antes de explicar que la palabra memoria no existe en el vocabulario qom: “para nosotros los qom es el recuerdo y ese recuerdo está atravesado por el tiempo. Porque nuestros abuelos cuando nos cuentan, lo siguen viviendo, mientras lo cuentan ellos están en ese presente. Es un recuerdo constante”.
Ese recuerdo constante que llega para que darse hará su entrada triunfal el sábado 3 de agosto cuando se inaugure la muestra de Fiorella en el Parque de la Memoria. La muestra (20 dibujos y pinturas sobre tela, madera y papel. Sin enmarcar. Pequeño y mediano formato. Realizadas entre 2021 y 2024) que estará hasta el 27 de octubre a orillas del río en Buenos Aires, “un río que acuna violencias y emancipa memorias” como escribió Kekena Corvalán, la curadora de la muestra, también será presente eterno en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile a comienzos del año próximo.
Para Fiorella “llevar la historia de Napaalpí al lugar del espacio de Memoria al que vamos a ir, va a ser algo muy impactante para mí y para muchos de mi comunidad, porque somos muy cuidadosos, hay historias que se quedan con nosotros, pero esta historia debe ser escuchada, reconocida y recordada desde el arte por toda la Argentina. Debería ser contada en las escuelas, así como se cuenta la historia de la Argentina, también es importante contar nuestra historia, la de los descendientes. Somos los pueblos originarios que hace miles de años que estamos en este territorio de la Argentina. Somos personas también importantes”.
Cuando se cumplen 100 años de la Masacre (fue el 19 de julio de 1924) quienes no están solxs dibujan y pintan para no perder la memoria, como lo hace Fiorella que definitivamente no está sola, como lo hacemos cuando cantamos un verso lorquiano: “no me dejes perder lo que he ganado” y como también lo hacen quienes la acompañan a Fiorella en esta muestra: Celeste Medrano y Tati Cabral con “¿Cuántxs podés contar sin llorar?”, una instalación de esculturas de yeso obtenidas a partir de un trabajo comunitario junto a la población qom de Napa’alpi y tierra del sitio de la masacre de Napa’alpi (Colonia Aborigen, Chaco) y Paola Ferraris y Camila Barcellone con Memorabilia Masacre de Napaalpí, una instalación archivo montada sobre la pared que emancipa recuerdos en compañía de papeles, fotos y dibujos. La voz pintada en la proximidad de la carne, delicia y redondeo. Imperdible.
Comentario