Entrevista realizada por Will Lewallen

En 1930, el economista John Maynard Keynes publicó un ensayo en el que predecía que, para 2030, la semana laboral media sería de apenas quince horas. Hoy, la gente trabaja más y durante más tiempo sólo para cubrir sus necesidades básicas y busca soluciones en la «cultura del ajetreo» más que en la política.

¿Qué explica nuestro perverso apego al trabajo incluso cuando sus recompensas materiales disminuyen? Esta es la pregunta que el filósofo Jason Read se propuso responder en su nuevo libro The Double Shift: Spinoza and Marx on the Politics of Work (El doble giro: Spinoza y Marx sobre la política del trabajo), publicado por Verso Books en marzo.

Read derrumba la distinción tradicional entre trabajo e ideología, argumentando en su lugar que el trabajo siempre desempeña un papel en la configuración de nuestras visiones políticas y éticas del mundo. Mezclando filosofía y cultura popular, con referencias a El club de la peleaBreaking Bad, etcétera, The Double Shift es un intento de responder a lo que Baruch Spinoza consideraba la pregunta definitiva de la filosofía política: ¿Por qué la gente lucha por su servidumbre como si fuera su salvación?

Will Lewallen

La mayoría de la gente habrá oído hablar de Karl Marx. ¿Pero quién es Spinoza y cuál fue la idea de combinar a estos dos pensadores?

Jason Read

Baruch Spinoza fue un filósofo holandés del siglo XVII. Y, en realidad, se puede considerar que Spinoza y Marx abordan lagunas en el pensamiento del otro. Marx tiene un sentido mucho más histórico de cómo la economía da forma a las relaciones sociales y lo que Spinoza puede ofrecer es un sentido más profundo sobre cómo la imaginación y la emoción forman la ideología.

Una de las cosas que Spinoza destaca es ese componente activo, en el que la ideología no es sólo algo que la gente soporta y acepta pasivamente sino algo por lo que la gente lucha activamente. No es sólo que la gente siga apegada al trabajo a medida que disminuyen sus beneficios materiales sino que, en cierto sentido, el apego al trabajo como medida de la propia valía y posición aumentó a medida que disminuyen los beneficios materiales. Se considera que el trabajo alimenta un cierto sentimiento de identidad, incluso cuando deja de cubrir las necesidades básicas de la existencia. La gente redobla la apuesta por el trabajo porque es la única forma de mejorar su existencia.

WL

Defines nuestro momento como de solidaridad negativa. ¿En qué consiste esto?

JR

La solidaridad negativa es un sentimiento de indignación o injusticia dirigido no contra el capitalismo, las corporaciones o las condiciones de trabajo en general sino contra quienes parecen no trabajar o quienes trabajan en mejores condiciones. En Estados Unidos hay una pegatina popular que dice: «Sigue trabajando, millones de personas que reciben asistencia social dependen de ti».

Es extraño porque la asistencia social desde la presidencia de Bill Clinton se redujo tanto que la idea de que alguien pueda no trabajar y vivir cómodamente es pura ficción. Sin embargo, persiste la idea de que hay gente que no trabaja o que se beneficia de mi trabajo. También lo vemos cuando los profesores van a la huelga. Se les considera trabajadores relativamente cómodos porque tienen protección laboral y más tiempo libre, pero la respuesta no es «¿Por qué yo no puedo tener esas cosas?» sino simple resentimiento porque ellos tienen esas ventajas. Se trata de una solidaridad que sólo puede funcionar a la baja, en una carrera hacia el fondo.

WL

En el Reino Unido, esta retórica es habitual durante las oleadas de acciones sindicales, sobre todo contra los trabajadores de industrias con fuertes niveles de sindicación, como el sector ferroviario.

JR

Sí, esta situación se refuerza cuando sólo un pequeño porcentaje de la mano de obra tiene sindicatos y negociación colectiva; se ve más como algo elitista en lugar de algo que todos los trabajadores deberían tener. El trabajador ya no es esa figura colectiva, sino que se transformó en una muy individualista. Se trabaja como individuo y se compite para ser mejor, para trabajar más. Los trabajadores pasaron de ser un colectivo a ser individuos y, al hacerlo, perdieron su oposición real al capital.

WL

Escribes que esta indignación proviene de un sentimiento de impotencia. ¿Cómo conduce esa impotencia a una solidaridad negativa?

JR

Una de las cosas que Spinoza subraya es que intentemos en la medida de lo posible pensar en cosas que aumenten nuestro poder. Entonces la pregunta es: ¿Qué hacemos cuando nos encontramos en una situación de relativa impotencia, incapaces de controlar las condiciones en las que uno trabaja o la naturaleza cambiante del trabajo, etcétera? Parece que una respuesta es hacer de nuestra capacidad para soportar esas condiciones un punto de orgullo estoico. «Mira todo lo que aguanté, ¿no demuestra esto lo poderoso que soy?». En cierto sentido, se intenta convertir la impotencia en una especie de poder. El efecto de esto es que tener que trabajar en dos empleos para sobrevivir ya no se ve como un problema del sistema económico sino como algo que demuestra mi mérito.

WL

En el libro hay muchas referencias a la cultura popular. ¿Qué cree que puede decirnos la cultura popular sobre nuestra actitud hacia el trabajo?

JR

Creo que la cultura popular tiene que reflejar nuestras inquietudes y preocupaciones actuales, pero para que capte nuestra imaginación también tiene que deformar esas inquietudes al mismo tiempo. Tomemos la serie de televisión Breaking Bad: comienza cuando un profesor de química de instituto se entera de que tiene un cáncer inoperable y se preocupa enormemente de que el costo de su atención médica y la pérdida de su salario vayan a dejar a su familia en la indigencia. Así que urde un plan para fabricar y vender metanfetamina.

Ahí vemos el reflejo de una angustia muy real: que el trabajo no me dé para vivir ni me cubra la sanidad. Pero, al mismo tiempo, hay un elemento de fantasía en el que se vuelve realmente bueno fabricando metanfetamina y es capaz de destruir a su competencia. Esa es la fantasía de que puedo ser tan bueno en mi trabajo que puedo eliminar todos mis miedos y ansiedades. El trabajo es la fuente de nuestros miedos, pero también la condición para superar nuestros miedos. Juntar la cultura pop con la teoría puede mostrar las limitaciones de la cultura pop y a veces también las limitaciones de la teoría.

WL

El libro hace mucho hincapié en el papel de la imaginación. ¿Cómo afectó la pandemia —en particular en cosas como el desempleo y la pausa en el pago de la deuda estudiantil— a lo que la gente consideraba posible?

JL

Estamos atrapados en un círculo vicioso en el que lo que imaginamos depende en cierto sentido de cómo vivimos y cómo actuamos depende de cómo imaginamos. Como he dicho, creo que perseguir el trabajo individual como forma de superar las limitaciones del trabajo revela una restricción real en la imaginación. Pero durante la pandemia, el Estado hizo cosas consideradas imposibles por cualquier lógica neoliberal. Separó la existencia del trabajo: durante un breve periodo de tiempo dio a la gente cheques para vivir, sin depender del trabajo.

Esto tuvo un efecto transformador. La gente está limitada en lo que hace y en lo que cree que es posible. Pero a veces basta con que otra persona haga algo para que, de repente, eso se convierta en posible. Lo hemos visto en Estados Unidos en la oleada de acción laboral para la organización de los trabajadores en lugares como Starbucks y Amazon, que tienen un efecto casi contagioso.

Parte del spinozista que hay en mí dice que tienes que reconocer todas las formas en que estás determinado por las restricciones materiales y los límites de la imaginación antes de poder pensar en todas las formas en que eres libre. Parte del problema de partir de un supuesto de libertad es que acabas diciendo que si la gente soporta esta situación, debe gustarle por alguna razón.

BL

Escribes que la mayor parte de la resistencia al trabajo suele centrarse en las condiciones específicas del empleo más que en las condiciones generales del trabajo asalariado. ¿Cómo podría algo como una semana laboral de cuatro días ayudar a abordar estas condiciones más universales? Y, más en general, ¿qué efecto tendría una semana laboral más corta en el imaginario político?

JR

Es una pregunta importante. Creo que reducir el tiempo de trabajo tendría necesariamente el efecto positivo de crear nuevas formas para que la gente piense en sus identidades y en su lugar en el mundo que no sea a través del trabajo. Una de las cosas que hay que tomarse en serio sobre la inversión de la gente en el trabajo, dado que trabajan tanto, es que su tiempo libre suele dedicarse a lo que Marx llama las «funciones animales» básicas de dormir, comer, etc. Se crea un sentido en el que la gente va a trabajar porque sus amigos están allí; todo lo que entienden sobre la socialidad proviene del trabajo. Cuanto más trabaje la gente, más empezará a identificarse con el trabajo.

Así que reducir la semana laboral o los días de trabajo liberaría a la gente de este ciclo. Si hay tiempo para hacer algo más que comprar comida y lavar la ropa para volver al trabajo al día siguiente, puede producirse otro sentido de sí mismo fuera de los confines del trabajo. La imaginación funciona como una cuña, un pequeño punto de entrada para otra forma de pensar; si se actúa sobre ella, puede empujar a más. Por ejemplo, la reducción de la semana laboral le daría a la gente más tiempo para dedicarse a la política y para exigir menos trabajo todavía. El propio trabajo es algo que limita las posibilidades políticas.

Sobre el entrevistador

Will Lewallen es un periodista independiente con sede en Londres.