Por: Julio Dìas*
Como expresión de su perfecta simbiosis, el faro de su criminal avance histórico, constantemente camuflado bajo cruces, banderas y supremacías culturales y raciales, siempre ha sido el mismo: la ganancia y la acumulación de riqueza y poder mediante la reproducción ampliada del Capital.
Proceso que en su fase de acumulación originaria, mediante el saqueo de América, la esclavitud y la desposesión del campesinado europeo, nació chorreando sangre, como ya nos advirtiera Marx, pero que como bien ha demostrado la historia, no ha parado jamás de hacerlo.
Hoy, en 2024, los hechos no demuestran lo contrario. En medio de una evidente crisis general de claro carácter estructural, el capitalismo que conocemos, el único posible, desata su violencia por doquier. En su propósito de frenar el irremediable derrumbe económico y de hegemonía al que se ve abocado, nos conduce precipitadamente a una nueva guerra mundial de consecuencias incalculables por su posible carácter nuclear.
Una vez más, la guerra, el instrumento que para el capitalismo, “lejos de ser una amenaza…es un medio para prolongar su existencia” 2 y al que nunca renunciará está en el centro de la palestra. ¡Tomemos nota y saquemos conclusiones!
El imperialismo, hegemonizado por los EE.UU y nucleado en torno a la OTAN y el poder sionista, son los mayores enemigos de la humanidad.
Su mera existencia representa la muerte en una batalla sin cuartel y sin espacios de convivencia equidistante con la vida, con la posibilidad, con el deseo humano, de seguir dándole continuidad en el único planeta habitable que conocemos: La Tierra.
Siempre lo ha sido, y ahora que a su descomposición estructural se le suma el cuestionamiento del marco histórico de su hegemonía política y cultural (Occidente) por la nueva realidad multipolar emergente, esta posibilidad lo es más que nunca.
La denominada “modernidad”, toca a su fin porque las contradicciones que acumula en su base material (Capitalismo) y superestructural, ya no dan más de sí y ya no logran encontrar ninguna fórmula, ninguna contratendencia que permita seguir estirando por más tiempo su dominación secular.
Al imperialismo, solo le queda la guerra, el armagedón, tras el que iniciar una nueva fase de acumulación.
A los pueblos del mundo, a los explotados y oprimidos, hombres y mujeres condenados por siglos de dominación capitalista y colonial, nos cabe la victoria, el saber que, como en Palestina, si se lucha se vence.
Esa es la magnitud de la batalla crucial que se libra en Palestina, en el Sáhara y en el Donbass, también en China, Cuba, Venezuela, Korea… y a la que es preciso que, con urgencia, nos sumemos de forma activa todos los partidos comunistas europeos, incorporando a las más amplias masas obreras y populares.
Es la hora de hacer realidad la consigna ¡Socialismo o Barbarie!
Cuando los cañones de guerra ya suenan en Europa y la economía de guerra es un hecho impuesto por la OTAN y la UE, no es posible mirar para otro lado o tratar de rebajar el alcance de la realidad que nos acecha..
Es necesario intervenir y conseguir que las directrices y consignas de los partidos comunistas, vuelvan a ser relevantes para el desarrollo de la batalla política absolutamente decisiva que libra la humanidad. Es urgente que, en el marco de una bien definida propuesta de Frente Mundial Antiimperialista, la lucha concreta y cierta por la paz, contra las guerras imperialistas, sanciones y bloqueos a los pueblos que defienden su soberanía, se convierta en el centro de todo el combate político, en definitiva, del desarrollo de la lucha de clases desde su concepción más integral y totalizadora conforme a la dialéctica materialista.
Ese debe ser el propósito del que hagamos bandera la militancia comunista en los más diversos frentes en los que intervengamos, levantando referentes de lucha concretos. En el movimiento antiimperialista, sindical, vecinal, feminista, juvenil…, todas las luchas deben confluir en un propósito unitario contra la guerra imperialista y la OTAN.
Pero la constatación de la existencia de esta nueva realidad multipolar absolutamente determinante en el complejo escenario geopolítico actual, a efectos de su consideración para la lucha de clases, no significa más que eso; no es más que una circunstancia a tener en cuenta y caracterizar como corresponde.
Para los y las comunistas, la realidad de un mundo multipolar, en ningún momento puede constituirse en un objetivo en sí mismo, ni mucho menos en una meta definitiva por la que luchar. Simplemente es un marco diferente que, afortunadamente, supera las décadas de Pax Americana padecidas tras la desaparición de la URSS y la derrota temporal del socialismo en Europa del Este y que define una nueva correlación de fuerzas a nivel internacional, pero de la que, en absoluto, se pueden sacar conclusiones categóricas en cuanto al avance de las posiciones revolucionarias a nivel mundial.
Un escenario que por muy diferentes factores3, sin duda es más favorable para el desarrollo de la lucha antiimperialista y la independencia y soberanía de los estados, pero en el que, como siempre, nuestro propósito, enmarcado en la lucha de clases, no puede dejar de ser otro que el socialismo y el poder obrero y el final de la explotación y de la era del valor de cambio.
Sin el avance hacia el socialismo, inevitablemente la hipotética derrota del epicentro occidental del imperialismo, sería sustituido por ejes diferentes pero que con el tiempo acabarían jugando el mismo papel imperialista que hoy combatimos.
Es por ello, que cuando hablamos de la necesidad de unir todas las fuerzas del movimiento obrero y popular para derrotar al Imperialismo, de trazar desde la necesaria flexibilidad táctica la más compleja política de alianzas, en ningún momento olvidamos que la única lucha consecuentemente antiimperialista, la que debe guiar nuestro accionar como militantes comunistas, es una lucha por el socialismo y el poder de la clase obrera.
* Secretario General del PCPE
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