Por: Luis Muñoz Sarmiento
Las cuatro condiciones para la felicidad:
el amor de una mujer, la vida al aire libre, la ausencia de toda ambición y la creación de una belleza nueva. Edgar A. Poe
Nunca hubiera podido imaginar que una ausencia ocupara tanto espacio, mucho más que cualquier presencia. Ana M. Matute
Deja que todo te suceda: la belleza y el terror. Sólo sigue adelante. Ningún sentimiento es definitivo. Rainer Maria Rilke
Desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, vía Cine-Club Al Filo del Tiempo, se aborda Der Himmel Über Berlin (1987) o El cielo sobre Berlín, retitulado en inglés Wings of Desire, segundo filme del II Ciclo sobre WW, una historia/pretexto sobre ángeles para hablar de humanos. Igual, sobre las dos caras de Berlín: una parte occidental, sucedáneo de presente, y una parte oriental, de pasado e Historia. Cuya gran parte se narra voz en off y desde la óptica de Damiel y Cassiel, dos ángeles de los cuales el primero deviene humano y a ellos se suma un ex ángel, el actor gringo de cine y TV Colombo, quien protagoniza un filme gringo hecho en las ruinas de Berlín, para a su vez recuperar el pasado nazi. El filme se inicia con la toma de la Torre de la Radio, el ICC de Berlín y los Brandmauer o Muros Cortafuegos, elemento berlinés que no hay en otra ciudad y se opone al urbanismo convencional: a esa idea que tanto expertos como legos tienen de la llamada ciudad funcional.
Cosa clave pues entre las ideas que tuvo para rodar, WW anota el choque entre conservar un lugar y proyectar el crecimiento urbano: para ello, evitó cometer la injusticia de un filme con un lugar: no dejar ver el gran tiempo del mismo, sino hacer creer que su historia es más relevante. Igual, se remite al robo de tantas fotos que, sin querer, escamotean al lugar una pizca de segundo que le faltará a futuro y lo desfigurará para siempre (1). Una lección para fotógrafos y cineastas sobre no imponer su tiempo o historias a un lugar sin guardar respeto al mayor tiempo y a su más grande historia. El cielo sobre… es una soberbia definición de cine, por manejo fotográfico, alternancia de b/n y color, movimientos de cámara. Esta, entra y sale de los espacios como si de ángeles fotógrafos se tratara, porque, v. gr., atraviesa una ventana del exterior al interior y viceversa, sin dar visos de violencia o transgresión alguna. Con un montaje que por vía de flashbacks y/o elipsis le ahorra tiempo al filme y al espectador.
La b.s.o. es muestra de eficacia en el uso de música hecha para un filme de esas condiciones, con seres de carne y hueso y otros no tanto, aun así, ambos dignos de percibir como ciertos, aunque algunos estén más dentro de la fantasía que de la realidad. El papel de los ángeles, al parecer seco y desangelado, deslumbra; no tanto el del ex ángel; en cambio, el de Marion, la trapecista y encargada del discurso amoroso del filme, a la postre apabulla sin afán de hacerlo. Fuera de lo dicho, WW se ocupa del pasado alemán, la situación de la mujer en la sociedad, el racismo que apenas se insinúa en un bus, la división de Alemania, la lucha entre materia y espíritu o cuerpo y alma, la música de sus más queridos grupos de rock, la ultra presencia del Muro de Berlín, la guía de un Homero narrador, los objetos de paz como héroes de hoy y no guerreros ni reyes, las plazas como lugares sin vida, los espacios vacíos de la urbe como sinónimo de desierto, la importancia e imponencia de la Staatsbibliothek o Biblioteca Estatal.
El doble de Dostoievski (2), alusión directa a un factible doble de Hitler, la estrella amarilla símbolo de muerte, Damiel desea entrar en la historia del mundo, el escepticismo de los jóvenes frente a Colombo, a quien aquél se topa y le dice: I Wish You Where Here, como invoco a Valentina casi cada día, Marion y el miedo a la muerte. Damiel comprende el mundo a partir de la violencia; WW valora los grafitis en el Muro: uno dice Esperando a Godard y no… Homero/guía sabe que si la Humanidad lo pierde perderá la infancia, que la gente y la policía ya no son amables y que los alemanes se dividen en tantos pequeños Estados como personas, busca la Postdamer Platz; las imágenes de M. Ambrosius le dicen mucho a WW sobre respeto y distancia por el lugar Berlín; el alma alemana actual conquistada/gobernada sólo por quien llega con el santo y seña adecuado, el del fascismo: el migrante busca refugio donde menos lo esperan y donde lo más seguro es que halle xenofobia, odio e intolerancia…
En medio de todo esto se filtra un leitmotiv de principio a fin, Cuando el niño era niño…, que retoman los dos ángeles y la mensajera del amor, Marion, la trapecista del circo, y a quien tanto le duele que de ella lo único que importe sea su belleza y no su arte de la acrobacia que con tanto derroche de virtudes despliega en su trabajo: el Circus Alekan, de contera un guiño al gran camarógrafo francés Henri Alekan, el mismo que dirigió la fotografía de sublimes filmes del realismo poético. En su filmografía destacan obras como La bella y la bestia (1946), de J. Cocteau, Topkapi (1964), de J. Dassin, La caza humana (1970), de J. Losey, Sol rojo (1971), de T. Young con Alain Delon (1935-2024), El techo de la ballena (1982), de Raoúl Ruiz. Así: Cuando el niño era niño, caminaba balanceando los brazos. Quería que el riachuelo fuera un río, el río un torrente, y este charco, el mar. Cuando el niño era niño, no sabía que era un niño. Todo le parecía lleno de vida, y todas las almas una sola.
Esto no acaba: Cuando el niño era niño, no tenía opiniones sobre nada, no tenía costumbres. Se sentaba en el suelo con las piernas cruzadas, echaba a correr, tenía un remolino en el pelo, y no quedaba mal en las fotos. “Filme escrito por [WW] junto con P. Handke”. El cielo sobre Berlín – Las alas del deseo. Nubes negras en el cielo, como al final de Marea de ratas (3). Un ojo que se abre y abajo, en toma cenital, la ciudad. De pronto, aparece el ángel Damiel en lo alto. Desde el suelo citadino, una mujer lo ve. Regresa el leitmotiv y cuando el niño era niño, era el momento de preguntarse: “¿Por qué yo soy yo y no tú? ¿Por qué estoy aquí y no allí? ¿Cuándo empezó el tiempo, y dónde se acaba el espacio? ¿La vida bajo el sol es sólo un sueño? ¿Lo que veo, oigo y huelo es sólo la apariencia de un mundo previo al mundo? ¿Existe realmente el mal, y personas que de verdad son malas? ¿Cómo puede ser que yo, que soy yo, antes de llegar a ser, no fuera? ¿Y que yo, que soy yo, algún día ya no sea más el que soy?”
El cielo sobre Berlín es una soberbia definición de cine en tanto combina imágenes y texto con una gran factura poética. Marion es poesía en sí misma, por la gracia de su cuerpo y de sus movimientos, la filigrana de su discurso personal, filosófico, amoroso, en fin, por su gusto musical (Nick Cave & the Bad Seeds). Los ángeles Damiel y Cassiel son muy discretos, para ser tan observadores y curiosos. El ex ángel Peter Falk, alias Colombo, es tan buena persona que sólo en cuanto detective parece gringo. El pasado alemán está en ese inframundo berlinés de ruinas, violencia y muerte que parece de película, pero que es la película de la vida hecha guion de antemano por EE.UU. La situación de la mujer en Alemania la describe Marion como nadie y de la forma más sencilla: sólo se fijan en ella por su físico; como le pasa hoy a Álica Schmidt, a quien se le declaró en los JJOO de París la atleta más sexy del mundo (4) y ella expresa que deberían fijarse más en sus atributos deportivos, en la calidad de su trabajo.
Eso es de otro modo existencialismo: preguntarse por lo esencial y no por lo mediático-formal, por lo que nos hace extraños en la vida: así, Marion se siente forastera, aunque su entorno sea tan familiar: pero, si va a un fotomatón sale otro rostro. Y por eso siente nostalgia de una ola de amor que la levante y eso la hace tan torpe por la falta de deseo, de deseo de amar. Como una cosa lleva a la otra, por tal razón se conecta vía cosmos con el ángel Damiel, ya hecho hombre y por estar dotado ahora con unas alas que ningún otro ángel tiene: las alas del deseo. Pero, curioso, mientras veía estas imágenes y el nexo entre ellos, yo, como Marion en el fotomatón, observaba otros rostros y otra historia: la de mi hijo Santiago y su novia Carolina y no veía ni sentía extraños o extranjeros por ninguna parte. Tampoco sentía tristeza por la situación del mundo, sino una enaltecedora sensación de esperanza en la Humanidad y a escala doméstica una mayor armonía de nuestro hijo con su querida madre M. del Rosario.
Quien dicho sea de paso es uno de los miembros del Cine-Club Al Filo del Tiempo, la madre de mis hijos, y fan del cine de WW. Un breve paréntesis: nuestra bella hija Valentina siempre quiso ser mi alumna en Cafam, pero jamás me postulé ni me llamaron. En 2020, su querida madre lo hizo y me consultó si les daba clases de cine a ella y a otros seis amigos: así fue y el 19. oct./24 cumpliremos cuatro años de labores continuas. Lo que quiero decir es que con todos ellos y con Marthica, mi esposa, maestra de música, pianista y autora de dos libros, sentipensamos igual que el Homero de El cielo sobre Berlín: que nuestros héroes no son reyes ni guerreros, políticos ni abogados, empresarios ni filántropos, sino todos los seres, animales y objetos de paz que se nos acerquen. Sin importar que hasta ahora nadie haya sido capaz de entonar una epopeya de la paz, que a esta no le anime durar o que apenas se deje contar, que como tantas otras cosas la Postdamer Platz (allí quedaba el Café Josti) ya no esté.
Como ya no está Federico Estrada Vélez (1926-1990) otro adalid de paz asesinado dizque por ‘el Cartel de Medellín’ cuando fueron las fuerzas oscuras de la clara ultraderecha política antioqueña las que lo hicieron, aunque sí está su ideario, que me hizo llegar quien fuera su amigo, y el mío, Óscar J. González H., en el que aquél fijó La tarea de la paz, una que sirve para hablar tanto de la paz de Alemania, en la Era Hitler que describe WW en su filme, como de la paz en Colombia, para que ojalá un día alguien entone su epopeya: La tarea de la paz – Sólo cuando la ley se aplique en todo el territorio nacional; cuando el Estado esté presente en todos los rincones de la patria; cuando no haya espacio para el ejercicio arbitrario de las propias razones; cuando erradiquemos la delirante cultura de la violencia, habrá paz en Colombia. Y esa es una noble, difícil y peligrosa tarea que nos corresponde a todos. FEV – 21.may.1991. Placa ubicada en la puerta principal del Audit. Bloque 18, U. de Medellín (5).
Allí, en Berlín, donde también todo lo eliminan, WW cree que el hecho de que algo vaya a desaparecer siempre motivó una escena y El cielo sobre Berlín es ejemplo brutal de ello: hoy casi no subsiste ninguna de las locaciones donde se rodó: para empezar el puente donde muere el motociclista ya lo quitaron. Donde aparece el Circus Alekan ahora es un parque y ni hablar de la Postdamer Platz o el Muro de Berlín, ese monumento a la infamia que, por contraste, por sus grafitis hoy es una lección de historia mejor que la que (ya no) se enseña en colegios o universidades, por aquello del vicio negacionista de los políticos vía medios masivos/más-IVA. De súbito, y esto es lo que duele, el filme derivó en un archivo de cosas que ya no existen (6). Para sorpresa de todos esto lo logran no tanto los filmes autollamados documentales, sino los de ficción. WW esgrime una tesis que ya resulta síntesis: que, en el XXI, los de Howard Hawks recuperarán la historia de los 30 mejor que cualquier documental.
Algún día, añade WW, los filmes de ficción serán los verdaderos y decisivos documentales. A ello no es ajeno El cielo sobre Berlín, como lo sabe el viejo Homero, guía, lector, autor, al no reconocer la Postdamer Platz ni cruzarse con nadie a quien pueda preguntar: o sea, otro extraño, como Marion, y extraviado en un mundo que, como el de la NY de Sting, también es suyo, pero la xenofobia callada lo manda a callar, es decir, a matar, aunque no lo mate. Y por eso (claro, sin que nadie lo note) mucha gente entra en depresión, pero a nadie le importa, entonces muere o se suicida y los medios se tapan de plata por vía de los obituarios; o ciertos gobiernos se llenan de oro robándoselo a Venezuela, pero el hachepé, qué curioso, es Maduro y no los autores del acto delincuencial, llámense Trump/Guaidó que se robaron USD$ 2.000 millones por la venta de Citgo (7); o el Banco de Londres (8); aquí, el falso/noble Duque que no lo regaló más a España: prefirió hurtarlo para él y sus secuaces, en caso de que los hubiera.
Para El cielo sobre Berlín, WW partió de cuatro grandes diálogos que P. Handke escribió y que guiaron a todo el equipo como si fueran faros; de resto, el desarrollo y la mayoría de escenas surgieron, como en Alicia en las ciudades y en Al filo del tiempo, durante el rodaje. A WW se le ocurrió darle un papel a Peter Falk desde el plan original, sobre la puesta en escena de un filme gringo en la que había un personaje/actor de cine célebre y, a la vez, un ex ángel. Al principio creyó que el filme derivaría en comedia al suponer que hay ángeles sin trabajo: pero, en el primer mes descubrió que era una lástima perder ese toque cómico. Así, luego retomó la idea del ex ángel tras notar que faltaba frescura. Al final, pensó, debía tratarse de un actor de cine, que el mundo conoce y, entre ellos, los gringos, máxime si han trabajado en TV, sin importarle, eso sí, el peligro de aculturación que de suyo cargan. La cosa se aclaró: era Colombo. Lo llamó y le dijo que había descubierto en él a un ex ángel: entonces, se rió…
Falk aparece en el filme con un rol muy definido e integrado en su biografía (como H. D. Stanton en Paris, Texas) con abuela, cuaderno, lápiz y todo lo demás. La voz en off suya no se pudo grabar hasta mucho tiempo después (la semana que pasó en Berlín estuvo rodando) pues ya había vuelto a Los Ángeles y le era imposible irse de allí, y a WW le resultaba difícil tomar un avión para grabar con él: lo hablaron todo por teléfono y él fue a grabar a un estudio. Antes le envió un guion para su voz en off, lo utilizó, pero a veces no lo leía y se distraía hablando de sí mismo. La mayoría de lo que se escucha en el filme son cosas de su propia cosecha: lo hilarante en torno a que no dejaba de hablar de su abuela es que sólo en una cosa se pifió y es que ‘los ángeles no tienen abuela’, suelta WW. Otro hecho gracioso es que tras descubrir que sería un ex ángel se metió de lleno al proyecto. WW cuenta que al parecer lo hizo sobre todo ‘porque no teníamos nada escrito para su personaje, ni una sola página…’ (9)
Damiel invita a Cassiel a ver unos niños en el circo y éste se suma así al coro de… Cuando el niño era niño, se atragantaba con las espinacas, los guisantes, el arroz, la leche y la col hervida. Y ahora se lo come todo y no sólo porque sea necesario. Cuando el niño era niño, una vez se despertó en una cama extraña [pero tranquilos, no se convirtió en escarabajo] y ahora lo repite a menudo. Muchas personas le parecían hermosas, y ahora sólo si hay suerte. Se imaginaba claramente el paraíso, y ahora a lo sumo lo sospecha. No podía imaginarse la Nada, y ahora lo estremece. Cuando el niño era niño, jugaba con entusiasmo y ahora sólo se sumerge en algo, si ese algo es su trabajo. Ahora, Damiel quiere conquistar una historia propia, otro paso en su devenir a ser humano, convertirse en una persona no etérea ni virtual (la palabra más odiada por el ya citado A. Delon, m. el 18.ago.2024), sino real/concreta. Así, piensa en transmutar en algo sublime lo que aprendió al mirar hacia abajo toda una eternidad.
En una mirada súbita permanente, en un grito breve, en un olor penetrante, esto es, en activar sus sentidos hasta ahora narcotizados por hallarse como en un fuera de campo: ausente mucho tiempo, fuera del mundo. Quiere entrar a lo que aspira cualquier sujeto consciente de su condición de clase, soberano sólo de su dignidad, esclavo apenas de su libertad, es decir, a la historia del mundo. Ya no más vida marginal, ya no más exclusión, ya no más anonimia. O nada más que tomar una manzana en la mano, mirar las plumas en el agua, las marcas de llantas en el asfalto, la colilla de cigarro que rueda, el río primigenio que se secó: de ello hoy sólo queda una imagen, las gotas de lluvia del presente que tiemblan. Así que ahora Damiel le dice adiós al mundo que está tras el mundo. Mientras, en el Circo Alekan, Marion habla del miedo a la muerte, que por una vuelta de tuerca es hablar del amor a la vida; y al mirarse al espejo piensa que tiene derecho a tener miedo, pero no a hablar de ello y así por eso llora.
Marion cree que aún no está ciega, su corazón le palpita y, no obstante, llora. Le gustaría hacerlo como una niña que siente una pena muy grande, pero que no se agobia ni se arredra por ello y, más bien, decide, con Damiel o sin él, ser feliz. Como Valentina decidió en su última época y, aun con su partida, no fracasó. Ahora estamos los ya sabidos, y la nueva familia que nos heredó o ayudó a conformar, la de Cinéfilos. Marion concluye con lo que le gustaría contar a Damiel: que tiene una historia y seguirá teniéndola. Nadie se la puede quitar. Ni a nuestro grupo/familia que ya va para cuatro años de hacer Historia, con las mejores intenciones, sin fastidiar a nadie, ayudándonos entre todos, leyendo, viajando, escribiendo, en fin, trabajando. Como hacen Damiel y Marion, Santiago y Carito, Rosario y Gonzalo y demás integrantes de Cinéfilos: Beatriz, Luz Ángela, Luz Marina, María Aída y Margarita. Ahora, Marion reitera el primer mensaje de Damiel acerca de Cuando el niño era un niño…
Por qué es él y no otro, por qué está aquí y no allá, cuándo empezó el tiempo y dónde acaba el espacio, si la vida bajo el sol es sólo un sueño. Enseguida, en su coherencia cuántica, para que no entre la enfermedad, sino que el bienestar vaya de adentro hacia afuera, Marion sueña con Damiel, y a mí me atraviesa como una flecha el cerebro la idea de que lo mismo hace Santiago con Carito planeando su viaje a Europa, a Italia, Francia, Alemania, y en concreto a Berlín, a recoger y recorrer los pasos de Damiel, Cassiel, Marion, Homero y WW, en busca de la misma paz que persiguió FEV y hoy, entre miles más, su amigo ÓJGH, Marthica, Rosario, Santiago, Carito y yo, en tributo inconsciente o muy consciente a Valentina y al país. Mientras escribo, recuerdo que en El cielo sobre Berlín pasan unos jóvenes por la calle, reconocen a Colombo, pero de pronto dudan porque el de ese abrigo tan raído no puede ser el famoso actor de TV y cine. Damiel lo halla y le dice que no lo ve, pero sabe que está ahí…
Y cuando Damiel insiste en que le gustaría que estuviera ahí, pero sabe que no está, en cambio si él, el tendero de la comida rápida lo mira como si estuviera loco: quizás, porque él tampoco ve a Damiel y es que está muy ocupado en conseguir dinero, no amigos ni adeptos a la paz. Actitud muy distinta a la de Damiel, quien cuando le cae el peto de la armadura en la cabeza y luego al caminar se la toma, descubre que la sangre sabe a algo; claro, en el inicio, a peligro, violencia, muerte, como la del motociclista del puente que ya no está, que borró la gentrificación, ese proceso tan agresivo sobre la ciudad en el que algunos ven un sucedáneo de progreso cuando es mero desarrollismo, mera apariencia: como la de algunos ángeles, que no tienen abuela, ni madre, ni hijos, pero fungen ser buenas personas, incluso humanos, seres humanos, pero eso es apenas reflejo de un mal sueño, no realidad palpable como la que sí proyecta y hace sentir, ver y oír el ex ángel y ahora humano Damiel en su devenir terrígeno.
Entonces, por vía de la violencia, Damiel empieza a comprender el mundo de los humanos: del que ahora hace parte integral. Alguien le regala dinero para un café, va y lo toma y en el Muro del saber histórico, en el que los muertos dejan sus mensajes por conducto de los vivos de verdad, ve el aviso, se reitera, de esperando a Godard y no a Godot. Damiel regresa con que cuando el niño era niño, le bastaba con paz y manzanas como alimento, y sigue siendo así; las bayas le caían en las manos sólo como tales y no se sabe si sigue siendo así; las nueces le dejaban áspera la lengua y hoy es por otras razones; cada montaña que subía era un peldaño para la siguiente y no una meta; y en cada ciudad anhelaba otra mayor y sigue siendo así por el capricho humano, el espíritu de emulación y, cómo no, el desplazamiento forzado. En lo más alto del árbol cogía cerezas con frenesí, y hoy en mi testa sigue siendo así con Valentina, aunque las flores del deseo se me deshagan en menos de lo que dura un filme o un merengue.
Cuando el niño era niño era vergonzoso con los desconocidos, y aún lo es; esperaba siempre las primeras nieves y hoy sólo en parte es así, porque muchos ya crecidos apenas esperan sus primeras líneas. Esa noche a Damiel le saldrán unas alas enormes y no son de cuento: las alas del deseo o de la libertad que es el deseo en acción. Cuando por fin se topa con Marion, y ante su ardiente afán por besarla, ella lo frena en seco y le dice que esta vez tiene que ser serio de una vez por todas, que ha estado sola, pero nunca ha vivido sola porque, tal vez, se siente a sí misma en buena compañía. Cuando estaba con alguien, sus padres, casi siempre era feliz, pero hubiera podido ser con otras personas. Se enamoró de un hombre y lo hubiera dejado para irse con el primer extraño que se cruzara con ellos por la calle. En noche tan tranquila, con luna nueva, no correrá sangre en la ciudad. Le hubiera gustado estar por fin sola: la soledad significa ser al fin por entero uno mismo. Lo saben también Santiago y Carito.
Para Marion acabó el azar: llegó la luna nueva de la decisión. Ignora si existe el destino, pero las decisiones, no. Le pide a Damiel decidirse porque ahora ellos son el tiempo y respecto a espacio no sólo la urbe sino el mundo entero participa de su decisión común. Ahora los dos son más que únicamente ellos y encarnan algo. Se sientan en la plaza del pueblo, llena a rebosar de personas que piensan igual, aunque ellos decreten el juego de todos; es el turno de ambos para decidir; Damiel tiene las cartas, pero Marion sabe que la necesita: no hay historia más relevante que la de ellos. La de hombre y mujer, una auténtica saga de gigantes, no de reyes o guerreros, políticos/empresarios o filántropos que los medios inflan y el cine recoge. Una historia invisible, trasladable, la de una nueva estirpe. Los ojos de Marion son imagen de la necesidad, del futuro de los que están en la plaza. La noche anterior soñó con un extraño, su hombre, sólo con él podía estar sola, y abrirse a él para así recibirlo como algo completo.
Marion piensa encerrar a Damiel en el laberinto de la felicidad compartida: Sé… que eres tú, dice. Él, por su lado, reta al mundo sobre quién podría afirmar haberse unido a alguien: Yo me he unido a ella. Sabe que no se engendró ningún mortal, sino una imagen común inmortal. Esa noche aprendió qué es el asombro: ella acudió para llevarlo a casa y allí encontró la suya. Ocurrió y así seguirá siendo, ojalá también con Carito y Santiago. Damiel espera que la imagen común creada los acompañe a la hora de la muerte: romanticismo/existencialismo, como el de Camus, Santiago y mío. Viene el sablazo no mortal de Damiel, cuando sabe que vivirá en el interior de Marion: que sólo el asombro causado por ellos, por el hombre y la mujer, hizo de él un ser humano y ahora sabe lo que ningún ángel sabe. Pide que le muestren a hombres, mujeres y niños que buscarán a su narrador, a él, al cantor que les da el tono, porque lo necesitan más que a nada en el mundo: ¡Hemos embarcado! Y así acaba la odisea.
En conclusión, fuera de que no crea en ángeles, iglesia ni dios alguno, en El cielo sobre Berlín vi a los ángeles, no los terribles de las Elegías de Duino, laI,de Rilke (10): los sólo humanos, demasiado humanos. Sin más alas que en los pies, para caminar y buscar el horizonte o, igual, la utopía; sin más alas que en las manos, para escribir o dejar huella para siempre; sin más alas que en pies y manos, como cuando se trata de El Viajero de la Imagen, para dirigir con maestría un filme. Filme que a partes iguales es poderoso en lo espiritual y al mismo tiempo potente en lo corporal. Al fin y al cabo, el espíritu no es más que la parte etérea del osario humano. Y el cuerpo no es otra cosa que el espíritu hecho materia. Pero, antes que nada, materia sintiente y materia pensante o sentipensante. Como diría M. de Unamuno: “Hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento”, frase de la que, se reitera, O. Fals Borda sacó la expresión sentipensante que más temprano que tarde E. Galeano fusiló/acuñó como suya.
En el epílogo, sin que sea un manido Happy-End gringo, El cielo sobre Berlín es un acto de amor libre en modo cine que por fortuna no cae en garras del porno ni del sadomasoquismo ni del sexo o del erotismo: no, es sólo alas del deseo en acción o, si se prefiere, libertad como acción del deseo. O libertad como sacrificio en nombre del amor. Y dicho sacrificio no hecho como obligación, sino en calidad de compromiso abierto entre dos seres que no se ven ni se sienten impelidos a hacerlo más que por una decisión personal. Es decir, por completo ajena a dictados familiares, sociales, políticos, militares o religiosos: tomada a voluntad, sin los lastres de la inmanencia histórica, del yugo patriarcal/machista androcéntrico, de los vicios eclesiales o de las taras religiosas. La declaración de amor libre de Marion a Damiel y luego de él a ella es única en la historia del cine, en tanto carece de lastres familiares, societales, en fin, del statu quo de toda época: en suma, atemporal, específica, exclusiva y a la vez inclusiva.
Luego de ver/oír y sentir la historia de Damiel y Marion, sólo queda desear que cada miembro de una pareja, en especial Santiago, acceda a las condiciones que Poe marca como ruta hacia la felicidad. Desde que partió Valentina, es fácil imaginar que una ausencia pueda ocupar tanto espacio, aunque no sé si mucho más que cualquier presencia, pues hay algunas que son imprescindibles: la de ella misma; también, desear a los humanos que tengan la suficiente lucidez y ecuanimidad para permitir que todo suceda a su alrededor; que sean capaces de asumir el riesgo de alternar entre la belleza y el terror, sin miedo a caminar tras la utopía, sabiendo que no hay un sentimiento definitivo: al contrario, c/u es tan efímero como la flor del cerezo, el merengue a la entrada de un colegio o el alcohol en casa del santo bebedor. El cielo sobre B… reúne ángeles sólo como excusa para hablar de humanos, de carne y hueso, no falsos modelos/estereotipos culturales, ni seres de película (o plásticos) como Peter Falk.
Para Santiago y Carito, este ensayo que los invita a adueñarse del tiempo y del espacio sin talanqueras.
Para Marthica y Ma. del Rosario, mujeres a quienes por distinta vía debo gran parte de lo que ahora soy.
Para los Cinéfilos, Federico E. y Óscar Jairo G., por quienes sigo creyendo en la utopía/epopeya de la paz.
Notas, enlaces y bibliografía:
(1) WENDERS, Wim. El acto de ver. Paidós, La memoria del cine 20, Barcelona, 2005, 267 pp.: 154.
(2) DOSTOIEVSKI, Fiódor M. El doble, PDF, 81 pp. Prólogo: Juan López-Morillas.
(5)
(6) Íbidem, nota 1, 2005, 267 pp.: 163-164.
(7) Wikipedia es muy discreta al respecto: “Citgo [Petroleum] es una filial de PDVSA que opera en EE.UU desde 1990. Conoce su origen, sus dificultades financieras, sus demandas y su posible venta [raro: no dice ‘posible robo’ ni, mucho menos, ‘por cuenta de Trump y Guaidó’] en 2024”.
(8) El Banco de Londres le robó 31 Ton de oro a Venezuela, que están valorados en USD$ 1.000 millones.
(9) Íbidem, 2005, 267 pp.: 225.
(10) https://ciudadseva.com/texto/elegia-primera-rilke/
FICHA TÉCNICA: Título original: Der Himmel Úber Berlin. En castellano: El cielo sobre Berlín. País: Alemania / Francia. Año: 1987. Gén.: Drama / Historia. For.: 35 mm; b/n / color; 127 min. Dir.: Wim Wenders. Guion: Peter Handke / Richard Reitinger / WW / Bernard Eisenschitz (sin crédito). Mús.: Jürgen Knieper. Fot.: Henri Alekan. Mon.: Peter Przygodda. Dir. Art.: Heidi Lüdi. Int.: Damiel (Bruno Ganz); Marion (Solveig Dommartin); Cassiel (Otto Sander); Homero (Curt Bois); Colombo (Peter Falk); Maestro de capilla (Laurent Petitgand). Prod.: Anatole Dauman / WW. Prod. Ejec.: Ingrid Windisch. Prod. Asoc.: Pascale Dauman / Joachim von Mengershausen. Prod.: Westdeutschen Rundfunk / Argos Films. Dist.: Metro-Goldwyn-Mayer. Premios: Mejor Director, WW, Cannes/87 / Bundesfilmpreis / Bayerischer Filmpreis/ Premio Europeo/88. Premio del Público, São Paulo/88. Estreno: Berlín, 15.I.1988.
Luis Carlos Muñoz Sarmiento, (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico de literatura/cine y jazz, catedrático, corrector de estilo, traductor y, ante todo, lector. Colaborador de El Magazín EE, 2012; columnista, 2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por MLK: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, lo lanzó UFES, el 20.feb.21. Invitado por Pijao Eds. al Encuentro Nal. de Narrativa vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23). Invitado por UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, 25.nov.23). Autor en ARC, Rebelión, Magazín de EE, Las2Orillas y traductor/coautor, con Luis E. Soares, en dichos medios. Director del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños. E-mail: lucasmusar@yahoo.com
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