Israel ha desatado un infierno en el Líbano. Las brutales oleadas de ataques aéreos israelíes se suceden sin tregua desde el lunes. Hasta el martes por la mañana habían matado a 558 personas en el sur y el este del Líbano, entre ellas mujeres y niños, al tiempo que desplazaban a otros miles que huyeron hacia el norte en busca de seguridad tras las advertencias de evacuación de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Al menos 1835 civiles han resultado heridos.

Las imágenes muestran a las fuerzas israelíes bombardeando viviendas civiles en el sur del Líbano y el valle de la Bekaa, alcanzando al menos 58 ciudades y pueblos. Según el Ministerio de Sanidad libanés, los bombardeos israelíes han alcanzado viviendas, centros médicos, ambulancias y coches de personas que intentaban huir. Familias libanesas enteras han sido aniquiladas. Horribles imágenes muestran a niños atrapados bajo los escombros.

Se trata de un flagrante crimen de guerra.

El asalto del lunes se produce en medio del temor a una inminente invasión terrestre israelí en Líbano, que amenaza con convertirse en una guerra regional en toda regla. En una entrevista concedida el domingo a la CNN, el secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió de que una guerra total supondría «la posibilidad de transformar Líbano en otra Gaza», lo que sería «una tragedia devastadora para el mundo».

Pero una guerra regional es precisamente lo que quiere Israel. Armado con un suministro sin fin de armas estadounidenses, Netanyahu está extendiendo su guerra genocida con la clara intención de una escalada regional que podría implicar directamente a Estados Unidos. Tras la masacre del lunes, el Pentágono envió tropas adicionales a la región en previsión de un conflicto más amplio. El asalto se produce también pocas horas después de que el Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, expresara su «apoyo al derecho de Israel a defenderse de los ataques del Hezbolá libanés».

Siguiendo el guion de Gaza, el Ejército israelí ha caracterizado la masacre como un asalto «extensivo» contra Hezbolá, mientras repite como un loro la lógica genocida de que no hay civiles en Líbano. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, señaló el domingo que el asalto de las FDI a Líbano no ha hecho más que empezar, jactándose de que «en los últimos días, hemos asestado a Hezbolá una serie de golpes que no había imaginado». En un vídeo colgado en las redes sociales ese mismo lunes, un portavoz de las FDI describió el bombardeo como un ataque preventivo lanzado en medio de «indicios de que Hezbolá se preparaba para disparar hacia territorio israelí». Otro funcionario israelí describió el asalto como una «desescalada a través de la escalada».

El primer ministro provisional de Líbano, Najib Mikati, calificó el lunes la oleada de ataques aéreos israelíes de acto de genocidio, declarando: «¡La continua agresión israelí contra Líbano es una guerra genocida en todos los sentidos de la palabra, y su objetivo es destruir al pueblo libanés!». Mientras tanto, el gobierno libanés ha solicitado una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU tras el último ataque israelí en Beirut, acusando a Israel de llevar a cabo actos «similares al genocidio» en suelo libanés.

Los propios ministros israelíes han estado llamando abiertamente al genocidio en Líbano, mientras que otros piden ahora a las IDF que «tomen el control» y establezcan una «zona tampón» en el sur de Líbano. En respuesta a los ataques israelíes, Hezbolá ha lanzado un aluvión de cohetes contra el norte de Israel, que en su mayoría han sido interceptados y no han causado víctimas (Hezbolá ha prometido en repetidas ocasiones poner fin a sus ataques contra Israel si se produce un alto el fuego en Gaza).

La matanza del lunes se produce poco después de que los servicios de inteligencia israelíes lanzaran un ataque terrorista masivo dentro de Líbano, haciendo detonar a distancia miles de dispositivos electrónicos, matando al menos a cuarenta personas e hiriendo y mutilando a otras miles, al tiempo que «desataba el miedo, el pánico y el horror generalizados entre la población de Líbano», como declaró un alto funcionario de la ONU. Este ataque se produce después de la mortífera ofensiva aérea israelí del viernes en Líbano, en la que murieron más de treinta civiles y un alto mando de Hezbolá.

Israel tiene un largo historial de masacres de civiles en Líbano. La matanza del lunes coincide con el aniversario de la masacre de Sabra y Shatila. En septiembre de 1982, las fuerzas del IDF invadieron el campo de refugiados de Sabra y Shatila en Beirut, permitiendo a los falangistas maronitas entrar en el campo y masacrar a sangre fría a miles de indefensos refugiados palestinos, en su mayoría mujeres y niños. La masacre tuvo lugar incluso después de que el campo se hubiera rendido a las fuerzas israelíes y los miembros de la Organización para la Liberación de Palestina hubieran abandonado Beirut.

El 18 de abril de 1996, Israel llevó a cabo una horrible masacre cerca de Qana, un pueblo del sur de Líbano, entonces ocupado por Israel, donde el ejército israelí bombardeó un complejo de las Naciones Unidas, que albergaba a más de 800 civiles libaneses, matando al menos a 106 de ellos. Un informe posterior de Amnistía Internacional concluyó que «las FDI atacaron intencionadamente el complejo de la ONU». La masacre de Qana fue aclamada por Israel como «Operación Uvas de la Ira», en referencia a la novela del escritor estadounidense John Steinbeck.

Bajo el pretexto de luchar contra el terrorismo, Israel sigue actuando con impunidad en la región, envalentonado por el apoyo incondicional de Estados Unidos y el incesante flujo de armas. Durante doce meses, Estados Unidos ha fabricado y enviado bombas con las que Israel ha masacrado a más de 40.000 palestinos en Gaza y a casi mil civiles en Líbano (según Armed Conflict Location and Event Data, Israel ha lanzado más de 8000 ataques en Líbano desde el pasado octubre). Desde el comienzo de su guerra genocida en Gaza, Israel ha cometido crímenes de guerra casi todos los días, y cada crimen de guerra lleva las innegables huellas de la complicidad de Estados Unidos.

Tras la masacre del lunes en Líbano, un grupo de legisladores estadounidenses ha instado a la administración Biden a detener el suministro de armas a Israel. La congresista Rashida Tlaib escribió en las redes sociales: «Es más fácil que el gobierno deje de enviar armas para que Israel lleve a cabo sus guerras genocidas que evacuar a todos los estadounidenses en el Líbano». Sin un cese inmediato del flujo de armas de Estados Unidos hacia Israel, resulta difícil ver por qué Israel debería dejar de masacrar civiles en Gaza y Líbano mientras amenaza con desencadenar una guerra regional.