Por: Salvador López Arnal
Libro publicado en la colección Más Madera de Icaria, una colección dirigida a un público amplio que “ofrece textos con un lenguaje preciso, pero carente de tecnicismos, que intentan contar las causas de los mayores problemas de nuestro tiempo”. La política criminal del Estado colonialista y sionista es, sin duda, uno de esos grandes problemas. Recordemos, como señala Pozo Marín, que Israel tiene una de las industrias de armas más importantes del mundo y es, con diferencia, el mayor exportador de armas per cápita, sin embargo “el modelo industrial que ha desarrollado y las necesidades y oportunidades que supone el régimen permanente de ocupación militar hace indispensable la ayuda estadounidense y la importancia de armas”.
Un apunte sobre Alejandro Pozo Marín [APM]: analista e investigador sobre conflictos armados, terrorismo y acción humanitaria, investigador del Centro Delàs de Estudios por la Paz, doctor en Paz y Conflictos y profesor de Conflictos armados, terrorismo, seguridad y geopolítica, APM ha realizado investigaciones sobre distintos contextos de conflicto armado, también en los casos de Gaza y Cisjordania.
¿Quién arma a Israel? El embargo por imperativo moral y legal consta de una Introducción y cuatro capítulos: I. Israel como modelo; II. Exportar a Israel, incumplir la ley; III. Embargo de armas. Algunas respuestas, y IV. Conclusiones.
No abro un mundo nuevo para el lector si señalo que, tal como indica el autor, la respuesta a la pregunta-título del libro es evidente y conocida por todos: “Estados Unidos, de manera permanente, con ayuda militar y con ventas y compras de armas”. Según el Instituto Internacional de Investigación para la paz (SIPRI), entre 2018 y 2022 el 79% de todo lo que importó Israel provino de Estados Unidos. Cuando sepamos las cifras de 2023 y 2024 el porcentaje será seguramente mayor.
A distancia de EEUU, Alemania es la segunda gran exportadora de armas a Israel, APM nos recuerda que según el SIPRI, Israel recibió el 9,5% de todo lo que exportó a Alemania, y Alemania exportó el 20% de todo lo importado por Israel entre 2018 y 2022. Así, pues, de Estados Unidos y Alemania provienen el 99% de las armas importadas por Israel. Más detalles, en las páginas 23-27 del libro.
APM denuncia, con detalle y razones, el uso de Israel (no es la primera vez) de fósforo blanco, una sustancia que puede tener una aplicación militar (facilita, por la densa cortina de humo que causa su contacto con el oxígeno del aire, el desplazamiento de tropas evitando su exposición a francotiradores o a los sistemas infrarrojos), pero que también puede ser utilizada directamente como arma. APM se pregunta, por ejemplo, si ha acabado en Gaza el fósforo blanco producido en Cataluña por Iberpotash S.A., una empresa vinculada al Estado colonialista.
Los lectores encontrarán información sobre el papel de España en varios apartados del libro. Por ejemplo, en “España como mercado”, pp. 37-45, especialmente el subapartado en el que APM ilustra la materialización de la colaboración entre la industria israelí y española a través de ejemplos reales. La lista es extensa nos advierte. Los ejemplos que nos menciona (Misiles Spike, Lanzacohetes PULS, Morteros CARDOM,…) solo representan una parte.
Especial interés tiene el apartado dedicado al Código de Conducta aprobado el 8 de junio de 1998, “en su momento el más avanzado y completo respecto de las exportaciones de armas”. Son ocho los criterios de ese código de conducta. Tres ejemplos: criterio 1: Respeto de los compromisos internacionales de los Estados miembros de la UE. Criterio 3: situación interna del país de destino final, en términos de existencia de tensiones o conflictos humanos. Criterio 4: Mantenimiento de la paz, la seguridad y la estabilidad regionales. En las páginas 60-83, nudo central del libro, APM examina con detalle y argumentación crítica el caso del Estado sionista en cada uno de los criterios del Código de Conducta y en la utilización de declaraciones y documentos en el ámbito de “organismos de Nacionales Unidas” y otras organizaciones de reconocido prestigio. Los países miembros de la UE, observa, han reconocido ciertamente una o varias de las preocupaciones en relación con los distintos criterios para denegar las autorizaciones para exportar armas a Israel. Entre 2001 y 2021 se han encontrado violaciones a los criterios en un total de 676 ocasiones. La pertinente pregunta que formula: ¿qué valoración pudo haber aprobado las 14.237 licencias que fueron autorizadas en esos mismos años? (España solo ha denegado a Israel 5 licencias en esas dos décadas, por 557 autorizadas).
Una de las conclusiones del autor: “Imponer un embargo de armas a Israel es una obligación política y jurídica, pero sobre todo moral. Quien debe hacerlo, el Consejo de Seguridad de la ONU no podrá evitar el veto [USA]. En la UE, no faltarán peticiones en el Parlamento, pero no se espera imposición alguna por la oposición de no pocos países. Es probable que se acuerden medidas en el mundo árabe, en cuanto a importaciones, pero son menos esperables los embargos en los grandes países productores cuyas industrias y mercados posibilitan el rol destacado de Israel en esa industria global de pacificación. La viabilidad del embargo es limitada, más incluso la de uno bidireccional, que afecte a la interacción comercial que prevalece en las relaciones militares de Israel. Pero sigue siendo una obligación y, además, puede funcionar.” (106)
El libro está dedicado “a la resilencia de la población palestina; a quienes la cuidan desde dentro; a quienes, desde fuera, no callan; a quienes no ponen excusas, sino que ejercen responsabilidad.” También lo está esta reseña.
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