Pudimos acceder, en detalle, a cómo la agencia publicitaria La Ese tiene un equipo de jóvenes que, en negro, hace un trabajo de desinformación que contraviene todos los principios éticos de la información pública. Resumidamente: algunos muchachos y chicas tienen que llamar a las radios para leer mensajes escritos por creativos publicitarios mientras que otros intervienen en las páginas webs de los diarios simulando ser lectores interesados en dejar sus opiniones. La Ese no actuó por vocación cívica sino por un contrato con el Grupo Clarín.
El lunes, Carlos Souto mostró que había acusado recibo. La Ese, que se muestra en su página web como una sólida estructura de comunicación política, tembló varios grados en la escala Magnetto. Souto dio consigna de que llamaran a todos los trabajadores en negro con la orden terminante de que no se presentaran a trabajar. Evidentemente, tenía miedo de que la investigación periodística hubiera alertado a los inspectores de la AFIP o del Ministerio de Trabajo y quedara ensartado en esa maniobra miserable de tener una fachada de publicitario millonario y una trastienda de “taller de costura clandestina” -como afirmó Miradas al Sur- con el agravante de que los trabajadores de esos talleres no están obligados a mentir todo el tiempo, como tienen que hacerlo los empleados de La Ese.
El martes, los empleados en negro fueron convocados a trabajar y los esperaba un regalo: ¡El bueno de Souto los ponía en blanco! El miércoles, el dueño de La Ese tenía una conferencia en público y el periodista Ezequiel Siddig, de Miradas al Sur, concurrió a la misma y pudo hacer algunas preguntas. Souto, cuyo fuerte es hacer libretos para otros, perdió el control y atinó a decir, muy enojado: “¡Yo no tengo un taller clandestino de costura!”. Es cierto que no lo tiene, al menos a partir del martes.
La investigación publicada el domingo anterior fue, incluso, generosa en cuanto a las labores que despliega para el monopolio Clarín, que le adjudicó, casi casi, la autoría de la solicitada firmada por Felipe y Marcela Noble Herrera así como la adaptación televisiva emitida por TN. La realidad es que los directivos del Grupo Clarín están tan atacados por las debilidades de su comunicación pública que no dejan en manos externas el armado de esas piezas. Un joven, pero experimentado, ejecutivo del monopolio fue quien escribió el texto. El lugar de los creativos de La Ese fue, si era posible, embellecerlo con algún giro sintáctico que impactara para mostrar qué buena madre es Ernestina Herrera de Noble. Lástima que ni siquiera revisaron los archivos en los que ella decía que había hablado con los chicos muchas veces sobre la posibilidad de que fueran hijos de desaparecidos. Lástima, porque el texto les endilgó a Felipe y Marcela que “no hay ningún indicio de que seamos hijos de desaparecidos”.
De todos modos, el escaso trabajo de Souto en este tema no pudo servir para mucho. El desplazamiento del juez Conrado Bergesio de la causa por el análisis de ADN y la responsabilidad de la dueña de Clarín como supuesta apropiadora puso al monopolio en el escenario más temido. Por decisión de la Sala II de la Cámara Federal de San Martín y en virtud de un pedido de recusación por parte de la fiscal Rita Molina, este expediente ahora lo tramitará la titular del Juzgado Federal I de San Isidro, Sandra Arroyo Salgado, quien ya tuvo dos causas de hijos de desaparecidos y las tramitó con toda corrección. En concreto, Clarín no maneja a Arroyo Salgado como sí manejaba a Bergesio. Tampoco sus abogados ahora pueden acudir a chicanas jurídicas para impedir que el Banco Nacional de Datos Genéticos devele, finalmente, quiénes son los padres biológicos de Marcela y Felipe si, como todo indica, fueron efectivamente secuestrados cuando eran bebés y entregados como parte de una maniobra típica del terrorismo de Estado.
La construcción del emporio mediático Clarín tiene cada vez menos puntos oscuros. Cuando se devele la identidad de los padres de Felipe y Marcela, se podrá avanzar un paso más. Quizá se descubran las razones subyacentes por las cuales Clarín fue cómplice activo de la dictadura
Periodistas famosos. Mientras este escenario fue cobrando un lugar preponderante en algunos medios de comunicación, el Grupo recurrió a otro golpe de efecto. Esta vez, con la participación protagónica de algunos connotados comunicadores que revistan en sus filas, quienes fueron al Senado a escuchar la solidaridad de la presidenta de la Comisión de Comunicación, María Eugenia Estensoro.
Bien vale recordarlo, es la hija del poderosísimo empresario José Estensoro, que presidió YPF al principio de la privatización y que murió en una situación que nunca fue investigada a fondo. En plena guerra entre Ecuador y Perú, mientras las figuras principales del menemismo estaban asociadas al contrabando de armas a Ecuador, Estensoro viajó en su avión particular a ese país. Lo pilotaba el experimentado Arturo Pagnés. Lo que se reportó como accidente tuvo muchos puntos oscuros. Especialmente sobre un viaje a Ecuador en plena guerra.
La familia de Pagnés siempre fue remisa a hablar, ni siquiera en confianza con sus ex compañeros de Aerolíneas Argentinas. Las compañías de seguros no investigaron. No se sabe cómo fue -si es que hubo- el resarcimiento económico a la familia de Estensoro. En la Argentina no se radicó ninguna causa. Seguramente la senadora Estensoro, más allá del dolor personal por la muerte de su padre de la cual el lunes próximo se cumplirán 15 años, sabrá cosas sobre las cuales no querrá que los periodistas investiguen. Ella es la que tomó la voz cantante en esta nueva maniobra que pretende que hay miedo entre los periodistas. Ella fue la que recibió al grupo de comunicadores del establishment que fue el miércoles al Senado. A excepción de Magdalena Ruiz Guiñazú, el resto son formadores de opinión del grupo Clarín: Eduardo Van der Koy, Ricardo Kirchbaum, Nelson Castro, Edgardo Alfano, Marcelo Bonelli, Daniel Santoro y Joaquín Morales Solá. Se trata de periodistas de mucha trayectoria y, sin dudas, con mucha influencia sobre las vastas audiencias del grupo.
Todos abordaron el peligro del autoritarismo K. TN y Clarín hablan del miedo de los periodistas. Un arma tan efectista como superficial e inconsistente. Ninguno de ellos se anima a romper el cerco de silencio de Clarín sobre el miedo de los directivos del grupo a que se sepa la verdad de los hijos de la dueña. Ninguno de ellos se anima a dar una explicación sobre este vuelco del grupo cada vez más insidioso sobre una agenda periodística sólo destinada a atacar a un gobierno que sí se animó a impulsar una ley que democratice la palabra.
Y, desde ya, ninguno de ellos se animó a hablar de la actividad de Souto para Clarín. Si lo hacen por miedo o por convicción es algo que excede el análisis de esta columna. Pero ya que hablan tanto de miedo podrían decir si hay algo a lo que no le tengan miedo. Por bien de la comunicación. Y, sobre todo, de la sociedad.
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