Todos morimos y cualquiera se muere.
No hay muerto ni muerte ajenas
porque las campanas suenan por nosotros
y la vida sin muerte no se llamaría vida.
Pero el hombre que murió
no pasó en vano
no pasó pasando
sino pisando la tierra
Esta. La tierra
que hoy lo entierra
como quien contiene
una semilla
No hay que llorar más que
las lágrimas que la semilla necesita
para no ahogarla.
No hay que recordar más que
lo que la memoria necesita
para no atosigarla
Y no hay que dejar
que lo que el muerto deja
todavía caliente se enfríe
sino que hay que seguir
calentándolo
con la misma llama.
No es la letra K estúpidos:
es el abecedario entero.
Y lo que muere no muere
si no lo matan
la negación y el olvido.
Se murió. ¿Y qué?
Si todo lo que el muerto
deja a su alrededor vivo
-lo inasible y profundo,
lo que excede y supera
la finitud-
sigue viviendo.
Sigue viviendo.
Solo la muerte sabe
cuando pierde.
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