Por: Héctor Bujanda
Las encuestas hablan de un empate casi técnico entre los partidos tradicionales, PP y Psoe, y los emergentes, Podemos y Ciudadanos. El sociólogo y periodista español Juan Agulló bucea, desde Brasil, en el contexto de las elecciones, municipales y regionales, que se celebrarán este domingo
Héctor Bujanda.- Este domingo el mapa político de España podría cambiar como nunca en su historia. La irrupción hace un año del partido Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, y del movimiento Ciudadanos, ha provocado un auténtico deslave en la estructura bipartidista, y por primera vez desde las elecciones municipales y autonómicas de 1979, los partidos tradicionales (PP y Psoe) podrían perder su ya larga hegemonía.
De hecho, ambos partidos mantuvieron desde entonces el control de los resultados, período a período, y han llegado a repartirse entre el 65 y 70% de los votos. Hoy, los últimos sondeos de Metroscopia en Madrid y Barcelona, las dos ciudades claves de esta batalla electoral, prácticamente declaran un cuádruple empate entre las organizaciones tradicionales y las emergentes.
Sin embargo, la expectativa fundamental se centra en lo que pueda hacer el partido Podemos, una fuerza con ánimos “rupturistas” que surgió del corazón del movimiento de los indignados (15-M) y que desde el año 2014 se ha colocado en el centro de una feroz disputa por la transformación de España, a partir de un pregón que apela a ir contra “la casta”, fórmula que le ha permitido a la agrupación amalgamar a las élites políticas, económicas e incluso europeas que han manejado o decidido sobre España en los últimos seis o siete años de crisis económica.
Su posibilidad de obtener una victoria tanto en Madrid como en Barcelona, a través de coaliciones amplias como Ahora Madrid y B-Comú, hacen pensar que el partido Podemos podría ser en muy poco tiempo la alternativa presidencial para España, con Pablo Iglesias como su candidato natural. Una posibilidad que estimula la idea, manejada desde hace meses por los medios españoles e internacionales, de comparar al chavismo con esta organización emergente, dados sus viejos vínculos de trabajo y asesorías (Juan Carlos Monedero, Ceps) con los gobiernos de Hugo Chávez y ahora de Nicolás Maduro.
El hecho es que las cartas están echadas y una victoria de Podemos en Madrid o Barcelona los catapultaría a la escena principalísima del futuro político en España. Su derrota, por el contrario, llenaría de preguntas su posibilidad real de desbancar al bipartidismo y obligaría a hacer una revisión de sus vertiginosos pasos por los pasillos de la política y las palestras televisivas.
Juan Agulló, sociólogo y periodista español, le ofrece a Contrapunto -vía correo electrónico- su perspectiva de lo que ocurrirá este domingo en las elecciones municipales españolas. Actualmente funge como profesor titular del Instituto Latino-Americano de Economía, Sociedade e Política de la Universidade Federal da Integraçao Latino-Americana, en Brasil, y mira muy atento, y con ojos abiertos, lo que va a ocurrir mañana en las urnas.
-¿Qué papel va a jugar Podemos en estas elecciones? ¿Y cómo cree que saldrá de ellas?
-Podemos jugará un papel interesante porque es uno de los actores centrales de la transformación, actualmente en marcha, del sistema político español. Lo que será interesante observar es hasta qué punto obtendrá unos resultados que le permitan ser percibido por la gente como una opción electoral con posibilidades reales, porque la transformación del sistema político español no es una revolución, sino un lento proceso evolutivo que puede detenerse (e incluso involucionar) en cualquier momento.
Cómo saldrá Podemos de ellas, es una de las grandes incógnitas. Y la respuesta depende del punto de vista: si consideramos que es un partido creado hace un año, casi cualquier resultado será bueno; si, por el contrario, tenemos en cuenta las expectativas creadas, el riesgo de decepción puede ser mayor. Otro factor interesante es que Podemos se presenta en solitario a las elecciones autonómicas, pero en múltiples y variadas alianzas a las municipales, por lo que también de ahí podrán extraerse otras conclusiones, quizás de consumo más interno, en relación al modelo de organización y estrategia más adecuados de cara al futuro.
-¿Qué papel juega la otra fuerza emergente, Ciudadanos, y cuál es su perspectiva y su rol en el futuro?
-Ciudadanos es liberalismo sin taras. El PP no. el PP siempre ha sido liberalismo táctico: el PP defiende, desde finales de los años 1980, unos postulados que nunca se han correspondido con la composición sociológica, muy conservadora y muy defensora de viejos intereses creados, de la derecha tradicional española. A eso yo le llamo “liberalismo con taras”. ¿Más diferencias con el PP? Ciudadanos es muy urbano (el PP tiene una extensión nada desdeñable en zonas rurales) y Ciudadanos, además, nació muy asociado a una posible Independencia de Cataluña, a la que se opone y de la que ha hecho bandera con una libertad de discurso que, por diversos motivos, ni PP ni Psoe tenían.
¿Cuáles son las perspectivas de futuro de Ciudadanos? Si saben jugar bien sus cartas, pueden ser buenas porque podría funcionar como “recambio” (o sea, como freno anti-Podemos y opciones similares) para un sistema oxidado. Pequeño problema: Ciudadanos no proviene, como Podemos, de un malestar social que viene fermentando desde hace mucho tiempo, sino de una propuesta política que, aunque conecta bien con una suma de hartazgos, no logra ir mucho más allá: sus propios militantes se están conociendo entre sí durante esta campaña electoral.
-¿Qué papel ha tenido Venezuela en la campaña política española?
-Relativamente marginal. De alguna manera, la utilización, más que de Venezuela, de los aspectos más negativos (exageradamente negativos, muchas veces) del chavismo, ya estaba amortizada. Ocasionalmente, algunos candidatos de la derecha y del Psoe han sacado el tema, que ya ha quedado identificado en el subconsciente colectivo como un dispositivo de ataque, sobre todo contra Podemos, en caso de necesidad (es decir, en caso de sentirse acorralados), pero de Venezuela no se ha hablado mucho.
El español medio no sabe casi nada de Venezuela (más allá de lo que le cuentan los grandes medios que, la verdad, no ayuda mucho a tener un conocimiento más amplio y más ecuánime). En Podemos, por otra parte, la experiencia venezolana de muchos de sus líderes les está sirviendo de mu-cho, pero ellos mismos son los primeros en no referirse a Venezuela.
-¿Cuál es el partido tradicional que más ha acusado la crisis económica y política de estos años, PP o Psoe?
-La actual transformación del sistema político español es más una evolución que una revolución. O para expresarlo en términos gramscianos: España ahora mismo se encuentra en plena crisis orgánica: lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer.
Quizás por eso es pronto para hablar. El Psoe sufrió mucho en los últimos años, porque el estallido de la crisis económica dejó al aire sus vergüenzas políticas e ideológicas, pero el turno del PP todavía no ha llegado… Es muy probable que esté al caer y que esa caída sea lenta.
De hecho, lo interesante de estas elecciones es que son también munici-pales, y los municipios, en España, son la base del clientelismo con el que el PP lleva controlando políticamente al país desde los años 1990. Si ahora retroceden, como parece previsible, las perspectivas de futuro se pueden poner realmente negras para ellos. De hecho, no solo se trata de que la gente perciba a ese partido como corrupto, desahuciador, autoritario o precarizador, sino de que el PP perderá el acceso a muchos de los recursos con los que financiaba sus redes clientelares (que provenían de calificaciones y recalificaciones de terreno, de repartos discrecionales de fondos públicos, etc.) Y claro, cuando en esquemas así deja de haber qué repartir, mucha gente empieza a migrar…
-¿Usted cree que la falta de definición ideológica y política de Podemos puede provocar su estancamiento?
-Mi impresión es que el crecimiento o decrecimiento de Podemos todavía no está definido. Actualmente, parece haberse llegado a un primer techo, pero es lógico: no solo se trata de los ataques políticos y mediáticos constantes contra Podemos, sino de sus propias contradicciones internas y, más allá de ellas, de una cultura política en la que determinados valores y mecanismos están muy trabajados para defender/proteger el orden establecido.
Por eso, superar ese listón, es algo que dependerá de Podemos: de si gobierna, de lo que logre, de cómo se organice, de qué proponga, de cómo se desplegará en el territorio, de cómo conectará con la gente. El proceso es lento. Podemos, en todo caso, no me parece fruto de la coyuntura. Es decir, el partido en sí, sí, pero el malestar al que representa y organiza y el cúmulo de organizaciones y sociabilidades que están forjando el partido son produc-to de una veintena de años de políticas neoliberales muy salvajes.
Después, lo de no definir fronteras de izquierda/derecha, también me des-pierta dudas. Esa dicotomía, muchas veces, puede convertirse en una trampa que estigmatiza, más que ayudar, en el universo mediático actual. Plantearlo, entonces, como estrategia de supervivencia, puede ser aceptable en un contexto como el de la España actual (bastante conservadora) pero si eso termina yendo mucho más allá, puede volverse en contra como un boomerang.
-Ciudadanos, en el ánimo rupturista, queda mejor parado en términos ideológicos porque sabe lo que quiere. ¿Es una fuerza que plantea el problema sólo desde el punto de vista generacional?
-No, definitivamente, no. La dirección de Ciudadanos tiene muy claro, no un programa, no medidas concretas, pero sí la inspiración ideológica con la que afrontarlas. Otra cosa es que eso guste o no, pero su inspiración, su identidad, su filiación, es bastante evidente. Sin embargo, por donde pueden venir los problemas es por la base: no está tan claro que los militantes y candidatos recientes tengan tan claras esas cosas o, al menos, la experiencia suficiente como para bandearse en política. De hecho, por eso, Ciudadanos es un partido tan centralizado pero, aún así, corre riesgos.
-¿Qué perspectivas reales tienen de ganar u ocupar ciertos espacios de poder estos partidos, Podemos y Ciudadanos, a partir de las últimas encuestas existentes?
-Es difícil de saber, porque una cosa son las encuestas y otra los resultados electorales. Otra variable es -como demuestra el reciente caso de Andalucía- el camino al que pueden conducir las negociaciones posteriores, en función de los resultados. A partir de esa base, además, otro elemento a considerar es que para finales de año hay previstas unas elecciones generales, y ante dicha perspectiva es previsible que, sobre todo los nuevos partidos, no quieran cometer errores, es decir, que no quieran ser identificados ante el electorado como tal cosa o la otra.
Dicho esto, lo que parece más o menos claro no es tanto qué espacios de poder tendrán Podemos y Ciudadanos, sino que ambos tendrán -como demuestra, nuevamente, el caso de Andalucía- capacidad de bloqueo. Y eso es una novedad muy interesante en el panorama político español, que hasta ahora -sobre todo durante los últimos 25 años- ha solido ser muy plano e incluso previsible.
-¿España no va a salir de la tradición bipartidista en estas elecciones? ¿Sigue vivo el bipartidsmo?
-Ni vivo ni muerto, sino todo lo contrario. Estamos en plena “crisis orgánica”, en pleno proceso evolutivo. De momento, el bipartidismo va a sufrir un bajón considerable. Es probable que, en los próximos tiempos, sufra otro pequeño bajón derivado del plus de votos que el PP sigue consiguiendo por estar en el poder: cuando no esté o esté menos, como habrá menos que repartir, perderá votos.
Dicho esto, habrá que ver cómo evolucionan los llamados emergentes (Podemos + Ciudadanos): la situación podría estabilizarse en una especie de cuatripartismo; los partidos tradicionales podrían ir perdiendo posiciones, muy lentamente, a lo largo de los próximos años (demografía pura y dura: lo cual podría llevar a escenarios inéditos) o quizás, incluso, si Podemos y/o Ciudadanos cometen muchos errores, pudiera regresar el bipartidismo. En fin, son muchos factores: Wiston Churchill siempre decía que los sociólogos somos aquellos que siempre predecimos lo que va a ocurrir para luego explicar por qué no pasó. Mejor, entonces, no vaticinar demasiado: acompañemos el proceso y tratemos de entenderlo.
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