Por: Pablo Stefanoni
Al Papa Francisco le gusta dejar marcas a través de actos simbólicos, como los que hasta ahora le vienen generando tanta gran popularidad en todo el mundo. Y Evo Morales es en ese sentido una de las hormas de sus zapatos. El presidente boliviano ha construido su carrera sindical y política a fuerza de símbolos, cuya motorización le permitió llegar al Palacio Quemado como el primer presidente aymara de Bolivia. Fue Evo uno de los principales artífices, por ejemplo, de la transformación de los cultivos de coca, bajo el fuego de las políticas de erradicación con apoyo de Estados Unidos, en “hoja sagrada” (lo era en el mundo andino pero no con tanta potencia simbólica) y enemblema de la dignidad “contra el imperio”. Kawsachun coca, wañuchun, yanquis (viva la coca, mueran los yanquis), era la consigna. Todos recuerdan cuando apenas ganar, Evo resonó al presentarse sin complejos frente al rey Juan Carlos vestido con una chomba (suéter) a rayas, fuera de todo protocolo. Mario Vargas Llosa lo consideró una genialidad de un operador de marketing, pero fue más bien el azar de una maleta hecha a las apuradas. O cuando le regaló un charango forrado de hojas de coca a Condolezza Rice, o un retrato de Bolívar a Álvaro Uribe hecho con collage de esas hojas por el pintor Gastón Ugalde (el colombiano respondió “ojalá la coca solo sirviera para esto”).
El Papa es peronista, pero Evo también puede ser “peronista” cuando quiere…
Si Francisco pasó por Ecuador, donde lo recibió el presidente Correa, un devoto católico social, y la noticia fue la gran cantidad de público, en La Paz, la novedad además de las masas en las calles fue que Morales le obsequió, entre varios regalos, una cruz sobre una hoz y un martillo, una réplica de la construida por el cura hispano-boliviano Luis Espinal. Pero quién era el autor de esa obra se sabría después de cataratas de opiniones en las redes sociales.
Más tarde, el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, explicó hoy que el papa Francisco “no tuvo una particular reacción negativa”. El jueves, todos los diarios –y sitios de noticias– de todo el mundo tienen la noticia de la “cruz comunista”. Algunos, en las redes, hablan de una “cruz blasfema”, y todos tardaron en encontrar el sentido a ese gesto de Morales que tiñó la visita de Francisco a La Paz, entre un baño de multitudes, y con un discurso que el diario El País consideró “un espaldarazo” para el jefe de Estado boliviano, precisamente cuando empieza a sonar la posibilidad de que busque un cambio constitucional para poder volver a presentarse en 2020 y cuando el país está pendiente de la decisión de la Corte de La Haya, que debe decidir si acepta o rechaza la demanda marítima boliviana contra Chile. Evo metió el tema en su discurso: “Bienvenido, hermano Papa, a una parte de la patria grande a la que se le ha mutilado su acceso al mar”. Y el pontífice respondió, en uno de sus discursos: “Estoy pensando en el mar. Diálogo. Diálogo”. Música para los oídos a este lado de los Andes y alarma del otro… como escribió Sergio Molina en un artículo en la revista Nueva Sociedad, la cancillería chilena –desde que se anunció su viaje a Bolivia– temía palabras como esas.
Evo nunca tuvo demasiada simpatía por la Iglesia católica. En algunos momentos se acercó a los metodistas para marcar distancias y en otras ocasiones la acusó de aliada de la oligarquía o de colonial, pero los lazos –como en otros casos– mejoraron con el Papa argentino. Pese a esa distancia de la curia, o precisamente debido a ella, Evo siempre colocó al cura Espinal en el panteón del nuevo Estado Plurinacional. En su discurso de investidura lo nombró junto a Túpac Amaru, Túpac Katari, Bartolina Sisa, Ernesto Che Guevara y el diputado socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz (también asesinado por paramilitares en 1980). Se trata en todos los casos de líderes/víctimas, a los que a veces suma al presidente Gualberto Villarroel, asesinado y colgado de un farol de la Plaza Murillo en 1946.
Muchos escribieron sobre esa cruz en las redes sin saber de dónde venía esa “polémica” cruz. El dibujante Liniers posteó en twitter “Ateísmo comunista + Jesús + Evo + Papa = Post post post modernismo”. Una “señora católica” (tal su nombre de twiter) dijo que “Por cosas como esta, Dios le quitó el mar a Bolivia”. Otros acusaron de “ignorante” a Evo ignorando ellos el origen de esa cruz.
Lucho Espinal fue poeta, periodista, cineasta y jesuita. “Era casi medianoche cuando lo secuestraron en La Paz. Luis Espinal Camps volvía del cine a pie y le faltaba una cuadra para llegar a su casa, pero lo montaron en un jeep. Era casi medianoche cuando lo secuestraron en La Paz. Quiso la accidentada historia de América Latina que Espinal y el obispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero fueran asesinados con un margen de dos días: el primero el 22 y el segundo el 24 de marzo de 1980”, recuerda el periodista boliviano Boris Miranda en un artículo publicado en la BBC. Francisco paró su comitiva para hacerle un breve homenaje en las afueras de La Paz (donde fue encontrado su cuerpo). “Espinal predicó el evangelio y ese evangelio molestó. Por eso lo eliminaron”, dijo el Papa. El evangelio que molestó no era, sin duda el oficial.
Hacia el final de sus días, Espinal fue director del mítico semanario Aquí. Además de quedarse definitivamente en Bolivia, comprometió su vida con las luchas obreras, en las que los mineros eran la vanguardia indiscutida. Su muerte ocurrió poco antes del “golpe” de Luis García Meza, quien suele ser asociado al crimen, que quedó impune. En esa narcodictadura el ministro del Interior Luis Arce Gómez recomendó a los díscolos “andar con el testamento bajo el brazo”. El golpe fue en julio pero desde antes los paramilitares comenzaron a asesinar activistas vinculados al movimiento popular y a la izquierda. García Meza dejó sus memorias en el libro Yo dictador.
Espinal también se dedicó al producción y a la crítica cinematográfica. En 2007 –recuerda Miranda– el Evo Morales decretó la fecha de su secuestro como el día del cine boliviano. DesdeAquí denunció las injusticias y combatió el orden social, al tiempo que se ponía al servicio de las luchas por la democracia en un periodo marcado por breves gobiernos y brutales golpes de Estado. Sus oraciones eran a quemarropa, como se titula uno de sus libros que compilan sus intervenciones. En uno de sus editoriales escribió: “El periodismo oficial es un periodismo para el consumo; por esto su base es el sensacionalismo; los hechos más llamativos y vistosos; la historia se concibe solamente como narración y espectáculo. Por el contrario, un periodismo popular y progresista va de cara al cambio; y lo que busca es lo más importante, lo más significativo (aunque no sea vistoso) dentro de la dinámica de la historia que se está haciendo. Aclarar la actualidad histórica es indispensable para una ubicación correcta dentro de la acción histórica y política” (Luis Pedrajas, ¡Lucho Vive!, 1999).
Pero además, Espinal hacía tallados en madera. “Los tallaba sobre todo en fines de semana, con frecuencia para regalarlos a diversos amigos; y siempre con temas adecuados a su situación o reflejando ideas centrales de sus propias vivencias espirituales, cotidianas y políticas”, escribió hace poco el también jesuita Xavier Albó. “El tallado de mayor tamaño es sobre la huelga de hambre (por la democracia), con multitud de rostros, simplemente delineados, un hambriento esqueleto en el centro y, en las cuatro esquinas, en diagonal, dos cabezas de animales feroces, una flor y una estrella”. Otro fue “la nueva cruz que Lucho acopló al Cristo de sus primeros votos, con un martillo vertical y una hoz horizontal para expresar el necesario pero huidizo diálogo cristiano marxista, con los obreros y campesinos. El que lo hiciera con el Cristo de sus votos muestra cuán adentro sentía la urgencia de tal diálogo”. Esta es la cruz de la polémica.
Como toda performance, el regalo incomodó al Pontífice. Como toda performance se puede discutir sobre su “oportunidad”. Pero al menos trajo al presente a este cura incómodo que escribía cosas como estas. En su escritorio, después de su asesinato, se encontró este texto, “No queremos mártires”:
“El país no necesita mártires, sino constructores. No queremos mártires, así se queden vacías las horas cívicas. El mártir es un personaje vistoso, demasiado emotivo; es el último refugio para los ‘héroes’ revolucionarios, sobre todo si proceden de la pequeña burguesía. El mártir es demasiado vistoso, y los personajes vistosos no sirven para el socialismo; piensan demasiado en sí mismos. El mártir es el último aventurero; en otro siglo, pudo haber sido una pirata o un negrero. El mártir es un individualista, equivocado de lado. El mártir es un masoquista; si no puede vencer en el triunfo, procura sobresalir en la derrota. Por esto, le gusta ser incomprendido y perseguido. Necesita al torturador; e inconscientemente lo crea. ¿El mártir no será un flojo? No tiene la constancia para vivir revolucionariamente; por esto quiere morir, en espera de convertirse en personaje de vitrina. Porque el mártir tiene algo de figurón y de torero. El grupo político desplazado tiende a la mística del martirio; procura sublimar la derrota. En cambio, el pueblo no tiene vocación de mártir. Cuando el pueblo cae en el combate, lo hace sencillamente, cae sin poses, no espera convertirse en estatua. Por ello, necesitamos videntes, políticos, técnicos, obreros de la revolución; pero no mártires. No hay que dar la vida muriendo, sino trabajando. Fuera los slogans que dan culto a la muerte. Alguien dijo: ‘El peso lo llevan los bueyes, y no las águilas’. Para la revolución social desconfiamos del entusiasmo adolescente. Los mártires son adolescentes. Y hay adolescentes de 50 años de edad. La revolución es algo demasiado serio para tomársela a la ligera. La revolución es violenta: es una operación quirúrgica social; por esto no hay que entusiasmarse con el bisturí. Dicen que la revolución es laica; pero si nos descuidamos podemos caer en todos los mitos idolátricos de culto a la personalidad, al esfuerzo, al melodrama… Pero, revolución y melodrama no combinan. Porque la revolución necesita hombres lúcidos y conscientes; realistas, pero con ideal. Y si un día les toca dar la vida, lo harán con la sencillez de quien cumple una tarea más, y sin gestos melodramáticos”.
* Doctor en Historia, economista y periodista. Actualmente se desempeña como Jefe de Redacción de la Revista Nueva Sociedad (Fundación Friedrich Ebert). Fue director de Le Monde Diplomatique-Bolivia y miembro del consejo editorial del semanario Pulso. Es coautor de La revolución de Evo Morales (Capital Intelectual), de Debatir Bolivia (Taurus) y Los inconformistas del Centenario. Intelectuales, socialismo y nación en una Bolivia en crisis (1925-1939) (Plural).
Comentario