Fuente: Periodico Diagonal
¿Es posible y deseable una marcha atrás en el proceso de unión monetaria para volver a una situación similar a la del Sistema Monetario Europeo?
El reciente acuerdo entre el Gobierno griego y el Eurogrupo ha dejado al Ejecutivo de Tsipras en una delicada situación, que pone en riesgo su cohesión interna al tener que elegir entre aceptar unas durísimas condiciones sólo para empezar a negociar o su expulsión de la eurozona.
Sin embargo, aunque sin la posición agónica de Grecia, el lado acreedor también se ha visto debilitado con este proceso. En primer lugar, se han evidenciado las divergencias entre las tres partes que componían la anteriormente conocida como Troika. Y segundo, el gobierno alemán ha hecho visible su hegemonía, anteponiendo los intereses particulares de las élites que representa a cualquier proyecto común. Esto nos lleva a plantear dos cuestiones. Una, ¿es sostenible una unión monetaria con la posición hegemónica de Alemania? Y segunda, ¿se puede revertir el proceso de unión monetaria y volver a otro tipo de integración como era el Sistema Monetario Europeo (SME) previo al euro?
Gobernanza común
Al respecto de la primera cuestión, hemos de empezar por recordar que la unificación monetaria europea surgió precisamente como una forma de gobernanza común (a la vista está que no la mejor) frente al unilateralismo germánico. A principios de los años 90, Alemania comenzó a atraer ingentes flujos de capitales para financiar su proceso de reunificación. Ello forzó al resto de socios europeos a repetidas alzas en sus tipos de interés para frenar en lo posible las fugas de capitales hacia ese país, lo que conllevó una recesión económica. Pero además se puso de manifiesto la capacidad de Alemania para condicionar unilateralmente la política monetaria del resto.
La reacción de la principal contraparte, Francia, fue optar por profundizar la integración con la unión monetaria. En buena medida, el euro, más que una “unión monetaria incompleta”, es un sistema de tipos de cambios fijos reforzado: para garantizar el carácter irrevocable del sistema de tipos de cambio fijos del SME, qué mejor manera que pasar a compartir una misma moneda. Y con el euro Alemania tenía entonces que compartir sus decisiones con el resto. Aquélla fue la contrapartida francesa a cambio de aceptar la reunificación alemana.
La crisis ha delatado las carencias estructurales de una integración monetaria aún por hacer. Mientras, Alemania aprovecha el vacío para tratar de institucionalizar su hegemonía. La crisis ha delatado las carencias estructurales de una integración monetaria aún por hacerEl problema político surge por el hecho de que acreedores y deudores comparten una misma moneda, con el consiguiente conflicto de intereses. Y en éstas entra en escena el nuevo Ejecutivo heleno, primero en oponerse a la doctrina de la austeridad pero que plantea también la realidad del asunto de la deuda como un problema europeo y no sólo griego.
En el enconado pulso entre el Gobierno de Tsipras y el resto de socios se ha impuesto la línea más dura, representada por el ministro alemán de Finanzas, Schäuble, empeñado en derribar al Ejecutivo griego, sobre todo tras convocar (y ganar) el referéndum del 5 de julio. Pero, aunque Schäuble ha encontrado por ahora el apoyo del resto, su agresiva estrategia pone en solfa la viabilidad política del euro. En efecto, al oficializar la amenaza de expulsión o plantear a Grecia una salida “temporal” dudosamente viable, se cuestiona aquella irrevocabilidad que representa la moneda común. Pero asimismo vincula abiertamente la permanencia en la unión monetaria a lo que diga Berlín. El resto de gobiernos bien puede apoyar la presión contra un gobierno de izquierdas, pero aceptar esto otro resulta más delicado.
¿Resulta pues viable esa unión monetaria con la hegemonía alemana? Tal viabilidad no depende tanto de la simetría (históricamente todas las integraciones han sido asimétricas), sino de que la parte con más poder asuma los costes de su hegemonía. Y de momento Alemania no está por la labor. Si además hace suya la gobernanza común, la integración monetaria perderá su sentido.
Marcha atrás
Esto nos lleva a la segunda cuestión planteada al inicio: ¿se puede dar marcha atrás en el proceso de unión monetaria y volver a una situación similar a la del SME? ¿Se puede dar marcha atrás en el proceso de unión monetaria y volver a una situación similar a la del SME?No resulta nada fácil. Para ilustrar la dificultad tomaré prestada una metáfora: el proceso de unificación monetaria es como hacer una tortilla. Cocinarla puede resultar relativamente sencillo, pero bastante más complicado si lo que queremos es pasar de una tortilla a cada uno de sus ingredientes por separado.
En ésas está la Eurozona. Salvar las graves deficiencias estructurales que plantea la unión monetaria conlleva cuestiones políticamente delicadas para los acreedores, como son el alivio y mutualización de deudas soberanas. Pero revertir la integración monetaria, dados los problemas políticos que plantea profundizar en ella, supone provocar una tormenta financiera incontrolable. Asimismo, intentar gestionar esa marcha atrás requiere compartir y coordinar políticas, justo lo mismo que para solventar las deficiencias estructurales del euro.
Pero la vuelta atrás no es sólo la complicación de deconstruir la tortilla de la integración monetaria, sino dar por cierta la ficción de que antes del euro existía soberanía monetaria. Precisamente una hipotética regresión hacia la situación previa, con monedas nacionales, nos situaría en el dilema de aquel tiempo: buscar una manera de gobernanza común para compensar la falta de soberanía monetaria frente al poder unilateral de Alemania. Al margen de la nacionalidad de la moneda, el problema seguirá siendo europeo.
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