Por: Antoine Besson
Bienvenido a la «Zona C» de Cisjordania, verdadero campo de batalla bajo control exclusivo de Israel y donde se juega un pulso crucial para el futuro de la región. La ayuda humanitaria es esencial aquí para paliar las urgencias (construcción de carreteras y de viviendas decentes, acceso al agua potable). Pero Israel destruye metódicamente los proyectos financiados por los financiadores internacionales y, sobre todo, por el dinero público europeo. Reportaje sobre los entresijos de una guerra de desgaste a expensas de contribuyente europeo.
¿Acaso Europa ha entrado en guerra en Cisjordania? Es lo que anunció este verano Yoav Mordechai, jefe de las fuerzas de seguridad israelíes en la región, con ocasión de una reunión del Knesset (Parlamento del Estado de Israel) sobre las construcciones palestinas financiadas por la Unión Europea en Cisjordania. Se les acusa de ser ilegales y son objeto de críticas de los partidos y organizaciones de la derecha israelí, que ven en ello una violación insoportable de la soberanía, tanto más cuanto que muchos de ellos consideran que esta zona es Judea y Samaria, una tierra de Israel. Los europeos responden que se trata de ayuda humanitaria y parecen irritarse de ver cómo las fuerzas israelíes destruyen sus proyectos. Sin hablar de guerra, en efecto parece que se ha entablado un pulso crucial para el futuro de la región.
La división de Cisjordania en tres zonas se debe a los Acuerdos de Oslo de 1993. La zona A comprende las principales ciudades palestinas y depende de la Autoridad Palestina, la zona B cubre una gran mayoría de los 450 pueblos palestinos y la soberanía se comparte entre la Autoridad Palestina para las cuestiones civiles y administrativas, y el gobierno israelí, responsable de la seguridad. La zona C, que abarca más del 60% de Cisjordania, permanece bajo exclusivo control de Israel hasta ser transferida a la Autoridad Palestina, transferencia que se debería haber hecho antes 1998, pero que a día de hoy sigue sin tener lugar.
El arma de las demoliciones
Por consiguiente, actualmente el Estado hebreo conserva todo el poder sobre el desarrollo de la zona C, rica en recursos naturales y en tierra agrícola. En teoría, la menor instalación, desde las viviendas a las infraestructuras, debe ser aprobada por el Coordinator of Government Activities in the Territories Unit (COGAT), la institución israelí que coordina las actividades en estos territorios. Pero cuando los palestinos solicitan permisos de construcción, un 98,5% de los casos se deniega…
Mapa de Cisjordania: la zona C está en amarillo y en naranja las colonias israelíes.
Por lo tanto, construir sin autorización es la única opción de tener acceso a los servicios básicos y a nuevas viviendas o de desarrollar una actividad económica que tienen los 300.000 palestinos que residen en la zona C o poseen tierras en ella. Resultado: Israel se precipita a destruir las instalaciones ilegales. Según el último informe de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés), aproximadamente 13.000 estructuras están actualmente amenazadas de demolición y otros cientos de ellas se destruyen o confiscan cada año [1]: viviendas, depósitos de agua, refugios para animales, etc. En 2014 la administración israelí llegó incluso a embargar el columpio de una escuela del campo beduino de Khan Al-Ahmar por considerar que se trataba de una instalación que requería una autorización del COGAT.
29 millones de euros de dinero publico esfumados
Una parte significativa de las construcciones de este territorio fuertemente tributario de la ayuda internacional está financiada por financiadores extranjeros. «Se intervienen en la zona C porque ahí es donde están las poblaciones más vulnerables y hay una crisis humanitaria real», explica un diplomático europeo. «En virtud de los Acuerdos de Oslo, Israel conservó la responsabilidad de la zona. Pero no proporciona los servicios básicos a la población, sobre todo a los beduinos, a los que quiere desplazar para ampliar las colonias», explica un trabajador humanitario de una ONG que recibe fondos europeos. «Así que debemos paliar las urgencias. Las comunidades necesitan carreteras, acceso al agua, viviendas decentes, etc. Y nos vemos obligados a hacer todo eso sin permiso».
Según la Comisión Europea, de 2001 a 2011 destruyeron los proyectos de desarrollo por valor de 49 millones de euros, 29 de los cuales provenían de la Unión Europa y de sus Estados miembros. Cuando los buldóceres destruyen estructuras en la zona C financiadas por los financiadores internacionales lo que se esfuma es el dinero público de la ayuda humanitaria. Según fuentes diplomáticas, actualmente estarían amenazados más de dos millones de euros de fondos europeos.
La Comisión Europea sube el tono
Esta situación no deja indiferente a Bruselas ni a las capitales europeas.«Invertimos dinero del contribuyente: tenemos que ser capaces de entregar las cuentas», confía un responsable europeo. Europa inyecta cada año cientos de millones de euros en los territorios palestinos a través de la Autoridad Palestina y las ONG o a través de la financiación directa de proyectos. Ahora bien, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y el Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), los indicadores socioeconómicos ahí son los más bajos desde 1967. Para esta agencia de la ONU se trata de una situación de «des-desarrollo», «un proceso por el que no solo se ponen trabas al progreso, sino que se invierte». Según calcula el Banco Mundial, los obstáculos al desarrollo de la zona C representan unas pérdidas de más de 3.000 millones de dólares para la economía palestina.
En un contexto de austeridad resulta difícil digerir la falta de eficacia de la ayuda. Un informe de evaluación de la Comisión Europea de mayo de 2014 califica la cooperación con Palestina de «insostenible y contraproducente». Empiezan a circular rumores sobre la paralización de las financiaciones. La financiación de infraestructuras solo representa una parte de la ayuda europea, que se dedica en su mayor parte a mantener a la Autoridad Palestina, pero es difícil de digerir la destrucción de infraestructuras por parte de Israel. Un hecho excepcional: en octubre de 2014 Bélgica condena estas demoliciones y exige reparación. Convoca al embajador de Israel tras la demolición de un proyecto de electrificación en el pueblo de Khirbet Al-Tawil, cerca de Naplus (Cisjordania). A finales de ese año, tras largas negociaciones, el grupo Masreq/Magreb de la Unión Europea adopta una decisión inequívoca: «La UE y sus Estados miembros protestarán sistemáticamente en caso de demolición/confiscación de proyectos financiados por la UE o por Estados miembros».
Israel contraataca
Una resolución que no frena a Israel, todo lo contrario: «En agosto de este año se aceleraron las demoliciones. Si se continúa a este ritmo, 2015 podría ser un año récord», constata un empleado de una ONG instalada en Ramala. «No se trata necesariamente de una reacción ante la postura de la UE, pero en todo caso demuestra que en la práctica nada ha cambiado». Según la OCHA, entre el 1 de enero y el 12 de septiembre de 2015 los israelíes destruyeron 459 estructuras, 86 de las cuales habían sido financiadas por financiadores internacionales.
Una prueba del endurecimiento por parte de Israel es que el COGAT israelí se dirige ahora directamente a los financiadores internacionales para protestar contra las estructuras que considera ilegales. Y los correos electrónicos que reciben las ONG, hasta entonces relativamente lapidarios, están ahora trufados de argumentos jurídicos más precisos. La administración israelí invoca los Acuerdos de Oslo, pero también la Convención de La Haya que le da la responsabilidad del territorio ocupado en tanto que potencia ocupante.
Este verano el ministerio de Asuntos Exteriores israelí recordó firmemente a los europeos que se arrasaría toda construcción ilegal y anunció la celebración de reuniones regulares sobre este tema entre la UE, el ministerio y el ejército a partir de septiembre. «Estamos sumidos en un diálogo de sordos. Israel se basa en sus derechos de potencia ocupante, pero nosotros constatamos su inacción y la urgencia humanitaria, a la que hay que dar respuesta», deplora un diplomático europeo.
Imposible condenar oficialmente a Israel
No es seguro que los Estados europeos aguanten ante al presión. «Hoy existe una clara voluntad por parte de los europeos de un mayor compromiso político y de que sea concertado», indica un trabajador de una ONG. Pero parece difícil trabajar de manera concertada. Las conclusiones del grupo Masreq/Magreb siguen limitándose a vanos deseos a falta de una adopción de principios para llevarlo a cabo. Según algunos diplomáticos, «algunos Estados miembros tienen por objetivo en Bruselas bloquear su aplicación».
Al no haber una línea de común conducta de los europeos, las diplomacias nacionales se ocupan del asunto. Algunos Estados protestan sistemáticamente en caso de demolición de sus proyectos, aún a riesgo de enemistarse con el Estado hebreo. Otros no reaccionan nunca. Pero en todos los casos no hay una diplomacia «pública» sobre el tema, es imposible hablar de ello oficialmente. Incluso la lista de los proyectos destruidos o amenazados sigue siendo confidencial. «El problema es que nadie quiere enfadar a Israel debido a las negociaciones de paz. Pero si Israel recupera la zona C, ¿qué quedará para negociar? », constata un diplomático.
Unos proyectos humanitarios al servicio del pulso geopolítico
Ese es el reto: los israelíes no demuelen para garantizar que se respetan las leyes sobre los permisos de construcción, sino en función de sus planes de desarrollo de las colonias. Este verano han tenido lugar muchas demoliciones en el sector de E1, en el que un proyecto de expansión de las colonias al este de Jerusalén va a dividir Cisjordania en dos y dificultar la viabilidad de un futuro Estado palestino.
«Los israelíes quieren cambiar la demografía de la zona C para evitar la solución de los dos Estados. Hoy en día han progresado lo suficiente para acelerar abiertamente esta política», constata un trabajador de una ONG implicada en la zona C. La cantidad de colonos israelíes en Cisjordania se ha cuadruplicado desde los Acuerdos de Oslo y hoy son más numerosos que los palestinos.
«El objetivo principal de nuestras intervenciones es permitir que los palestinos que quieran permanecer en la zona C puedan hacerlo», explica otro trabajador humanitario. Los diplomáticos implicados en la región están en la misma línea:«Evidentemente, los proyectos humanitarios tienen una dimensión política ya que permiten preservar lo que podría ser un Estado palestino. Debido a sus dimensiones, su geografía y sus recursos, la zona C es indispensable para un futuro Estado palestino. Hace años que las capitales defienden la solución de los dos Estados y, por consiguiente, eso es lo que tratamos de salvar sobre el terreno».
Sistema D en la zona C
Frente a las dudas políticas, sobre el terreno es donde se lleva a cabo un guerra de territorio que se parece más bien a una guerrilla discreta. Construir de noche, durante el sabbat, recurrir a las comunidades locales antes que a los subcontratistas, etc. Las estrategias para ser discretos y poder llevar adelante las obras son muchas y a veces sorprendentes, como recubrir con tiendas beduinas viviendas más sólidas para ocultar su existencia.
«En la zona de Belén hemos desarrollado un proyecto agrícola en el que uno de los muros del recinto es el muro de una colonia y así no podrá expandirse», afirma divertido Mahmoud Zwahre de la organización palestina Popular Struggle Coordination Committee. «Y cada vez que tenemos un peligro de demolición o de embargo de tierras, acudimos a la justicia. También es una manera de recopilar datos en caso de que un día haya un procedimiento judicial ante un tribunal penal internacional».
Sin la zona C no habrá un Estado palestino
Muchos de los proyectos de su organización están financiados por financiadore internacionales, pero no todos reaccionan cuando se amenaza a sus proyectos. Algunos Estados europeos aceptan ser visibles si eso puede proteger las estructuras, pero otros rechazan toda presencia para evitar la confrontación . «Estos países deberían asumir sus responsabilidades. Aquí la cooperación no es una cuestión de caridad, no somos un país pobre. Se trata de un reto político. Sin la zona C no tendremos un Estado palestino».
Dados los escasos márgenes de maniobra que se les deja respecto a Israel, hay una gran frustración entre los diplomáticos que quieren defender la existencia de un Estado palestino o, simplemente, evitar que se despilfarre el dinero público:«Después de cada demolición, habría que exigir siempre reparaciones financieras a Israel, para poder reconstruir de manera sistemática. Solo así se le podría contrarrestar. No se puede continuar así, al final quien paga siempre es el ciudadano europeo».
P.S.: En este artículo se citan muchas personas anónimamente. Resulta imposible mencionar los países de donde proceden estos diplomáticos ya que temen ser reconocidos, pueden ser expulsados o tener graves problemas por sus declaraciones. Por lo que se refiere a las ONG, las personas que han opinado temían perder su capacidad de operar y la retirada de los permisos por parte de Israel. Bienvenidos a la «única democracia de Oriente Medio»…
Nota
[1] Véase http://www.ochaopt.org/results.aspx?id=4771672
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