Por: Alfredo Serrano Mancilla
Mientras en Davos el poder económico hegemónico mundial se ratifica a sí mismo, a muchos kilómetros Evo Morales cumple diez años como Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia. Pocos hubieran imaginado que aquel dirigente sindical, luchador contra la hegemonía neoliberal, tras varios lustros, hoy es el mismo que lidera una década ganada del gobierno de la Revolución Democrática y Cultural en el país andino.
No fue fácil llegar hasta aquí. Fueron necesarios muchos años de luchas y firmeza en este ciclo político de transformaciones históricas que continua en pleno desarrollo en Bolivia. Evo luchó contra la injerencia constante del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, participó activamente en las continuas demandas que el pueblo boliviano realizó en tiempo de la larga y fría noche neoliberal, defendió la soberanía de los recursos naturales (gas, agua, coca) como el que más. Así llegó a ser elegido en el año 1997 (por el 70% de los votos) como diputado. En el 2002, se presentó como candidato presidencial quedando en segundo lugar. Luego, a finales del año 2005, definitivamente Evo fue electo como Presidente por mayoría absoluta (53,74%) y fue investido el 22 de Enero del 2006. Así, Bolivia por primera vez en su historia tuvo a un Presidente que se parecía a su pueblo.
Desde entonces, hasta la actualidad, Evo tuvo que sortear los obstáculos y dificultades propios de cualquier transición entre una vieja hegemonía que se acaba y otra nueva que emerge sólidamente. En este camino, la Asamblea Constituyente fue indudablemente uno de los pilares fundamentales para la refundación del nuevo Estado. Evo cumplió desde un primer momento con esta promesa al promulgar (en Marzo del 2006) una ley especial de convocatoria para una Asamblea Constituyente que se acabó instalando el 6 de agosto de ese primer año de gobierno. El proceso constituyente fue intenso y disputado políticamente. Contó con una amplia participación de representantes de todos los sectores de la sociedad boliviana, incluidos aquellos que habían sido históricamente mantenidos al margen de la vida política del país. Ese periodo constituyente atravesó momentos de altísima tensión política porque lo que estaba en juego era el futuro del país, entre aquellos que querían cambiarlo y los de siempre, que preferían seguir gozando de sus privilegios a costa de las mayorías. En medio de esta continua confrontación, el Presidente Evo optó una vez más por una salida democrática para destrabar ciertos nudos políticos: decidió someterse a un referéndum revocatorio (10 agosto de 2008) para que fuera el pueblo quien decidiera qué hacer políticamente en cada momento histórico. Una vez más, Evo volvió a obtener el respaldo de su mayoría (67 %). Así, el periodo constituyente continuó hasta que finalmente se logró disponer de una nueva Constitución Política del Estado que fue respaldada mayoritariamente por el pueblo boliviano (61,43 %).
Esta Constitución respondía así a un nuevo pacto social, que ha sentado las bases para un nuevo modelo económico, político y social destinado fundamentalmente a la recuperación de la soberanía, en busca del vivir bien de todos y todas, sin excepciones. En estos años, se ha llevado a cabo un eficaz proceso de reapropiación de los sectores estratégicos y de redistribución de la riqueza. Se han puesto en práctica políticas sociales (Renta Dignidad para los ancianos, Bono Juancito Pinto para los niños, Bono Juana Azurduy de Padilla para las embarazadas, Plan Vida para erradicar la pobreza extrema) sin pedir permiso al FMI, demostrando que se puede distribuir creciendo económicamente. Es ampliamente destacado por todos los organismos internacionales los avances en materia de reducción de la desigualdad, pobreza y exclusión social. También ha mejorado notablemente los indicadores de educación, sanidad, empleo, vivienda y servicios básicos. Se ha logrado aumentar los niveles de consumo al mismo tiempo que lo ha democratizado. Bolivia ha sido capaz de lograr un equilibrio perfecto entre bonanza macroeconómica y bienestar microeconómico. Las cifras macro gozan de muy buena salud gracias a una política económica muy certera. Ha tenido el mayor crecimiento económico de toda América latina en 2015 (casi al 5%) a pesar de la caída de los precios de las materias primas. Bolivia ha iniciado exitosamente la senda hacia un proceso de industrialización para reducir la dependencia del rentismo importador en ciertos bienes con alto valor agregado. El cambio de la matriz productiva está encaminada, además, a democratizar la economía; es una cuestión de nuevos productos, pero también con nuevos productores, pequeños y medianos, con nuevas formas de producción más acorde al nuevo marco constitucional y su Vivir Bien. Y en relación a lo internacional, el nuevo proceso de cambio ha considerado desde siempre que sólo es posible una transformación adecuada hacia dentro si ésta viene acompañada por una reinserción soberana en el mundo, dándole mayor importancia a la integración latinoamericana y buscando resituarse virtuosamente en la actual transición geoeconómica que permita definitivamente revertir los patrones de intercambio desigual del pasado.
Durante esta década ganada, Evo ha seguido teniendo el respaldo mayoritario en las urnas. En las elecciones presidenciales del 6 de Diciembre de 2009, ganó por el 64,22 %; el pasado 12 de Octubre del 2014 volvió a vencer por un amplio margen, 61,36%. Parece imparable este proceso de cambio de la mayor de una mayoría popular. La nueva hegemonía económica-política-social-cultural avanza a pasos agigantados en Bolivia. Los ‘Chuquiago Boys” (en alusión a la ciudad de La Paz en aymara), tal como dijera el mismo Vicepresidente Álvaro García Linera, han desplazado totalmente a los Chicago Boys (con sus recetas de ajuste neoliberal bajo el brazo). Bolivia ha elegido su propio camino, sin copiar-pegar, sin imitaciones y con valentía. El nuevo sentido común boliviano es fruto de este cambio de época. Evo es artífice de esta revolución en marcha que no se frena y que sigue empecinada en demostrar al mundo que sí hay posibilidad real de hacer las cosas de otra manera, con soberanía, justicia y eficacia.
La próxima estación es el referéndum sobre la reelección del mismo Evo quien, como siempre, opta por las urnas cada vez que toca dirimir sobre el destino político del país. El próximo 21 de febrero, de este año, será seguramente una nueva oportunidad para que tenga un nuevo respaldo de su pueblo, para que siga siendo él quien lidere y dirija esta nueva etapa al interior de esta época, en la que deberá afrontar las próximas tensiones y contradicciones propias de cualquier proceso de cambio. A un mes de esta cita, lo que sí se puede afirmar a diez años de gobierno es que el lema electoral “con Evo vamos bien” es una realidad social y económica lograda a favor de las mayorías, al mismo tiempo que se abre hacia delante un futuro lleno de nuevas y mejores expectativas. Así Evo ganó el pasado y el presente para Bolivia, y está preparado para ganar el futuro.
Alfredo Serrano Mancilla. Director CELAG, Doctor en economía
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