Por: Ollantay Itzamná
En la literatura occidental se entiende por izquierda infantil a la actitud y retórica pueril de compañeros/as de lucha que asumen que las ideas de revolución (transformación) aprehendidas en los idearios deben encuadrar en la realidad sin contradicciones, ni demoras, ni concesión alguna a los contrarios.
Esto incluso como mapa mental podría ser coherente. Pero, en la práctica se vuelve peligroso porque la parvularia retórica revolucionaria termina desacreditando los pocos o muchos logros de los procesos de cambio emprendidos porque no satisfacen sus deseos/caprichos. Y acrecentando así la fuerza mediática y electoral del imperialismo que no admite redistribución de la riqueza alguna, y es implacable con gobiernos insumisos.
La izquierda infantil no sólo está activa en Bolivia, sino también en el resto del mundo. De allí que las viscerales críticas en contra (de los errores) de los procesos de cambio de Bolivia, Venezuela, Ecuador, Brasil, etc., llevan improntas de compas académicos, activistas en las ONGs, u otros, autodefinidos como izquierdistas, incapaces de plasmar sus ideas de “revolución de todo o nada” en la realidad.
Muchos de estos compas desconocen las contrastantes realidades sociopolíticas de los países y de las latinoaméricas profundas, aunque sí formulan tesis doctorales o conceptos sobre los pueblos y sus revoluciones. Por momentos incluso hablan en nombre de nosotros indígenas y en defensa de nuestra Madre Tierra, aunque aún siguen presos del racismo y del especismo que los habita.
El enemigo de la izquierda pueril boliviana no es el Imperio. Es Evo Morales y Álvaro García
Cuando hace una década atrás, excluidos movimientos indígenas y campesinos convirtieron la mayoría demográfica de los empobrecidos bolivianos en una mayoría política, propios y extraños se quedaron estupefactos, con la boca abierta, porque los “ignorantes y salvajes”, sin manuales, ni vanguardias revolucionarias, rompimos las compuertas opresoras de la hegemonía imperial.
En este proceso, la izquierda política radical (troskistas, comunistas, anarquistas, etc.) no formaron parte de ninguna constelación cercana al núcleo de movimientos sociales que ideó y dinamiza el proceso de cambio boliviano. Estos radicales narrativos se quedaron en los cafés revolucionarios. Eso ocurrió y ocurre en Ecuador, Venezuela, Argentina, Brasil, etc.
Otro sector de la izquierda política, menos activa políticamente, pero presente en los procesos de la construcción de la fuerza social (sujeto sociopolítico), apoyó activamente (pero sin involucrarse políticamente en el instrumento político del MAS) el proceso de cambio. Es decir, apoyaron con beneficio de inventario. Su perseverancia estuvo supedita a: “Si me dan algo sigo apoyando, si no…”.
Hubo un tercer grupo que sí estuvo políticamente activo y vio en el proceso de cambio su oportunidad para coronar su “carrera revolucionaria” con algún cargo en la función pública. Varios de este grupo entraron a formar parte de la administración pública durante el actual gobierno, pero por sus falsas conciencias de ser “los únicos portadores de la verdad revolucionaria” no lograron mantenerse mucho tiempo en los puestos. Y muchos de éstos, una vez despedidos de la administración pública, intentaron minar la base electoral del MAS articulándose políticamente en lo que llaman la Tercera Vía. [1]
Los primeros, gracias a la descriminalización de la identidad revolucionaria (fruto de proceso de cambio) lograron salir de los cafés y exponer en libertad sus ideas en público. Algunos de ellos incluso están en la administración pública. Los segundos, junto a los terceros, lograron mayor legitimidad social en las ONGs y en algunas facciones de algunos movimientos sociales de interés de la cooperación internacional. Es el caso de los TIPNIS, activistas profesionales mestizos que no querían que los indígenas de La Amazonía tuviésemos acceso a la modernidad.
Ahora, esta izquierda infantil detestan a Evo Morales y a Álvaro García Linera porque les hace mucha sombra y no les permiten “crecer” (o no los reconocen) como la vanguardia revolucionaria. Al creerse ellos/as especialistas en escribir manuales para las revoluciones de masas, les enfada que el proceso de cambio (encabezado por un indígena) continúe sin manuales.
Según el concepto de democracia (alternancia) de esta izquierda infantil, el pueblo no puede, ni debe ratificar o reelegir permanentemente a su gobierno (por más que éste haga buen gobierno).
La posibilidad que un buen servidor, como Evo Morales, sea re-elegido en el cargo les resta las probabilidades que sus aspiraciones políticas se concreten. En el fondo la alternancia lo exigen para ellos. Ellos se creen los predestinados para tomar las posta. Y, al ver que la legitimidad de Morales-García tiene para rato, al igual que el corpus teórico de este binomio, entonces, prácticamente lo han declarado en su enemigo interno principal. De este modo, la izquierda infantil en la época de Morales-García dejó de ser anti imperialista, y se convirtió en anti Morales-García.
Es aquí donde se encuentran/complementan (quizás sin querer) la izquierda infantil con la derecha recalcitrante que ya goza de mayoría de edad en Bolivia. Y al final, aquella siempre terminan haciéndole la cama a ésta para las fiestas electorales. La Argentina actual también es en buena medida consecuencia del infantilismo de la izquierda.
Bolivia no ha tenido, ni tendrá la oportunidad que tiene ahora (afianzada en los logros de la década de cambios) de caminar sobre sus propios pies y orientarse con su propio pensamiento. Estos 10 años del gobierno de cambio tuvieron y tienen sus dificultades y errores. Pero, los logros son infinitamente mayores. La razón básica indica que lo bueno debe continuar. Mucho más cuando alternativas políticas de igual o mayor benignidad para el país no existen o por lo menos no aparecen.
Nota
[1] http://www.la-razon.com/
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