Por: Ollantay Itzamná
La sostenibilidad del empinado camino libertario emprendido por los sectores excluidos, en busca de la construcción del Sumaq Kawsay (buen convivir), no depende sólo de logros y de cambios tangibles desde el Estado, sino, sobre todo, del cambio de pensamiento, actitud y sentimiento de la población en general.
Los envidiables logros socioeconómicos del proceso de cambio boliviano, durante la última década, son más que evidentes. Pero, también es evidente que el principal problema del país no es económico, sino asunto cultural-espiritual.
Es triste corroborar en la cruda realidad que los cambios o logros económicos y sociales no estuvieron suficientemente acompañados por procesos culturales de descolonización. Mucho menos, por procesos de consolidación y profundización de la construcción y praxis del paradigma del Sumaq Kawsay.
En otros términos, la inflexión histórica en lo político no estuvo acompañado por la inflexión en lo cultural espiritual, en especial en los segmentos sociales más permeadas por la ilusión de la modernidad.
En algún momento se creyó que la “revolución democrática cultural” había comenzado en el país. Pero, eso, en buena medida, no pasó de ser eso: una creencia. En los hechos, la gran mayoría de bolivianos/as, citadinas o campesinas, continuamos presos o víctimas de las taras coloniales. Más creyentes que pensantes. Más seguidores que innovadores. Más moralistas que humanistas. Más dineristas (amantes del dinero) que felices. Más teledirigidos y ciberpresos que ciudadanos autónomos o internautas libres.
Con asombro verificamos que, en pleno siglo XXI, y en la Bolivia “libertaria” actual, la vida sexual del Presidente Evo Morales extasía a moros y cristianos de todas las clases sociales, Por encima incluso de todos los históricos problemas urgentes del país.
Profesionales, intelectuales, ex gobernantes, buscan o hacen rating en las redes sociales con el morbo Zapata: el caso de la ex pareja del Compañero Presidente Evo Morales. Todos/as, concentrados en “cómo le hizo Evo el hijo a Zapata”. Si la llevó o no a la Sra. al Palacio Presidencial. Y Ella, como no podía ser de otra manera, capitalizó y capitaliza a tope dicha situación.
Esta actitud morbosa, aparte de traslucir la superficialidad mental clasemediera, también denota la candidez espiritual de comunicadores, intelectuales y columnistas que creen que son ellos quienes “forman la opinión publica” en Bolivia. Cuando en los hechos, es la geopolítica norteamericana (que ahora enarbola la bandera anti corrupción para destituir gobiernos incómodos a sus intereses), quien agenda y ejecuta golpes de Estado edulcorados en nombre de “anticorrupción”.
En Centro América, el Imperio levanta la bandera anticorrupción para estabilizar al desestabilizado sistema neoliberal. En América del Sur, el discurso anticorrupción sirve para restablecer el sistema neoliberal. Veamos caso Argentina, y lo que viene en Brasil, Ecuador, Bolivia. ¿Seremos tan ingenuos que ni cuenta nos damos que quienes, ahora, “nos bombardean con lecciones de anticorrupción” fueron y son los depravados corruptos y corruptores del sistema republicano por casi dos siglos?
Es evidente que persiste corrupción en la administración pública. Pero, este y otros males son una enfermedad social ubicua que permea casi a la totalidad de la población (por pasiva y por activa).
Quienes despertamos gracias a los procesos libertarios, ya no somos, ni seremos parte de la feligresía del corrupto Imperio neoliberal por que a sus agentes por sus frutos ya los conocemos.
Quienes sabíamos y sabemos que el camino del proceso de cambio es espinoso y empinado, no nos desanimamos, mucho menos abandonaremos el camino sólo porque el Estado no hace “el milagro” de transformar a su ciudadanía en honrados sujetos/actores sociopolíticos. Creemos que somos nosotros/as, organizadas o no, quienes construimos el Estado Plurinacional. No al revés.
Estamos convencidos que en América Latina el Imperio de la muerte decretó una guerra global mediática de cuarta generación en contra de los procesos de la restauración de la Vida. Y esta guerra injusta y desigual lo venceremos en la medida en que cada uno de nosotros/as avancemos simultáneamente en el camino de la autoliberación cultural espiritual.
Comentario