Por: Mauricio Basterra
La falta de conocimientos y la intoxicación propagandística son comunes en la campaña de agitación sobre el “fantasma del comunismo” que la derecha ha lanzado tras confirmarse la coalición entre Podemos e Izquierda Unida para las próximas elecciones generales.
“Contra la revolución y sus cómplices”. Ése era uno de los lemas que los partidos de derechas llevaban en las elecciones de febrero de 1936 que dieron la victoria al Frente Popular hace ahora 80 años.
Una campaña agresiva de una derecha que no logró unirse en aquellas elecciones y que comenzó a extender por medios de comunicación y círculos sociales un miedo al comunismo, cuando éste no representaba en España más que a unas miles de personas.
Después, durante la dictadura franquista, se encargaron muy bien de extender ese miedo y odio a todo lo que consideraban comunismo, donde entraban todas las ideologías que habían combatido el golpe de Estado desde julio de 1936 (socialismo, comunismo, anarquismo, republicanismo, etc.). Campañas difamatorias que ya se habían extendido en España desde diversos sectores, como la Iglesia, desde prácticamente finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.
Y aunque algunos hablan de que todo aquello fue el pasado, que ahora no hay que abrir viejas heridas, que la memoria histórica sólo viene a dividir a los españoles en luchas que son de “nuestros abuelos”, lo cierto es que la mayoría de los partidos de la derecha y social liberales han sacado a pasear el “fantasma del comunismo” una vez que se confirmó la coalición entre Podemos e Izquierda Unida para las próximas elecciones.
Que nadie entienda mal estas líneas. No voy a defender esa coalición o confluencia. Cada cual la puede valorar como quiera. Ni siquiera voy a hacer una defensa del comunismo como sistema político o económico. Eso me lo reservo para debates puramente políticos. Pero sí quiero mostrar la falta de conocimientos y la intoxicación con propaganda barata que se hace desde determinados sectores.
No es nuevo este asunto del comunismo en los últimos tiempos. En los debates electorales de las pasadas elecciones del 20 de diciembre, Pedro Sánchez acusó a Pablo Iglesias de defender el modelo de la URSS al intentar introducir el derecho de autodeterminación, considerando que la única constitución del mundo que lo tuvo en su articulado fue la soviética. “Tu modelo, Pablo. Tu modelo”, decía entre risas socarronas Sánchez.
No sé si el modelo de Pablo Iglesias será la URSS. Pero lo que sí sé es el poco conocimiento que Sánchez tiene de la historia de su propio partido. Un partido que nace en 1879 conformado por un grupo de marxistas. Un partido que defendió la socialización de los medios de producción y consumo, que desarrolló el cooperativismo y que creía en la libertad individual y colectiva.
Y hablo en pasado porque el PSOE de Pablo Iglesias Posse poco tiene que ver con el PSOE actual, desde que se le vació de contenido ideológico tras la muerte de Franco y está más cercano a las posiciones liberales que otra cosa.
También arremetieron contra el pacto Podemos-IU desde el PSOE Antonio Hernando y César Luena, ambos haciendo alusiones al comunismo. Ni siquiera creo que esto provenga de una línea anticomunista del PSOE histórico. Esos dirigentes tenían suficientes conocimientos y causas para sostener su posición. Lo de ahora es otra cosa aunque quieran poner otra pantalla.
Leyendo el programa de Podemos me cuesta creer que es un partido soviético. Lo mismo lo ocultan y no nos damos cuenta nadie. Pero, de momento, me resulta difícil ver en ese programa algo más allá que una socialdemocracia. Sin embargo, lo que sí queda claro es que el PSOE de socialdemócrata ya tiene poco. Si es capaz de pactar 211 puntos con Ciudadanos es que tienen más en común de lo que pensamos y su arco ideológico ya se sitúa en otro eje. Por eso quizá parafrasean ahora mucho a Adolfo Suarez.
Es como si ese fantasma que recorría Europa en la segunda mitad del siglo XIX (parafraseando a Marx y su Manifiesto Comunista) estuviese redivivo en la España del siglo XXI
Ese arrebato anticomunista no se ha visto sólo en el PSOE. Mariano Rajoy hablaba de “coalición de radicales y extremistas”, situando a Podemos e IU como partidos prácticamente fuera del orden constitucional. Esperanza Aguirre ha arremetido también contra “los comunistas y los bolivarianos”, algún tertuliano hablaba del pacto Iglesias-Garzón como el pacto de nazis y comunistas en 1939. Es como si ese fantasma que recorría Europa en la segunda mitad del siglo XIX (parafraseando a Marx y su Manifiesto Comunista) estuviese redivivo en la España del siglo XXI.
Pero quizá las opiniones más graciosas han venido desde Ciudadanos. Albert Rivera arremetía contra la confluencia diciendo que “el PCE era algo del pasado, no formaba parte de la nueva política”. Inés Arrimadas hablaba del comunismo como “una ideología antigua y del pasado”, mientras Toni Cantó hablaba de Pablo Iglesias como lobo con piel de cordero que tiene “un estalinista dentro”.
A todos ellos habría que explicarles muchas cosas. Puede que Rivera y Arrimadas sean brillantes en sus materias. Pero parece que de historia y de ideas políticas conocen muy poco. Ellos se hacen llamar liberales. Quizá haya que explicar al señor Rivera y a la señora Arrimadas que el liberalismo es bastante anterior al comunismo.
Quizá haya que explicar al señor Rivera y a la señora Arrimadas que el liberalismo es bastante anterior al comunismo
Las ideas que defienden no tienen nada de nueva política. Nada es nueva política porque pocas cosas quedan por inventar. Y al señor Cantó, pues bueno. Lo del estalinismo quizá deberíamos hablar largo y tendido para ver en cuántos partidos se repiten estrategias estalinistas.
Está siendo, de momento, un circo curioso éste de las elecciones. Y hay una cosa que me queda muy clara. A pesar de que estas estrategias y que el miedo a las ideas alternativas (por decirlo de alguna forma) son anteriores a 1936, lo del miedo al comunismo demuestra el buen trabajo que hizo el franquismo. Por la desinformación, por sus consideraciones, por la confusión y por la estrategia.
Y aquí se produce la gran coincidencia de muchos que, en principio, parecen muy distintos. Es curioso ver las reacciones que ha tenido esa confluencia y lo poco que hablan Sánchez, Hernando, Rajoy, Aguirre, Luenda, Rivera, Arrimadas, Cantó, etc., ante opiniones como las de Rosell, presidente de la patronal, al considerar el trabajo estable y el sueldo digno como cosas del siglo XIX.
Todos apenas al pasado, curiosamente. Y todos para denigrar ideas que buscaron un mundo mejor o medidas que fueron conquistas del movimiento obrero, compuesto por esas ideas que buscaban un mundo mejor.
Por lo menos, todo esto nos sirve para ver dónde están algunos. Habrá que tenerlo en cuenta.
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