Fuente: Terc3ra
Hace 35 grados, apenas hay sombras. Es Ramadán, desde las 2:57 hasta las 19:36 no se puede comer, beber o fumar. El valle, vacío y rodeado, crea una nube de calor. Las montañas a su alrededor están ardiendo. Al lado de la carretera que cruza, Salih limpia camiones cargados de petróleo. Tiene doce años.
Él es uno más de los 800.000 niños que trabajan en Turquía, pero no habla turco. Nació en la ciudad de etnia kurda Silopi, la última antes del paso fronterizo. Los camiones llegan desde el otro lado del río el Pequeño Khabur, que se une prontamente con el Tigris que creó la cuna de la civilización, Mesopotamia, la tierra entre ríos que hoy abastece a sus hijos de oro negro. Llegan desde el nuevo semiestado petrolífero, la Región Autónoma del Kurdistán, donde sí existe el autogobierno que en Turquía jamás existió.
Mientras Salih trabaja, los transportistas descansan en la última, o primera, cafetería. Tras lainvasión a Iraq, el norte del país, los kurdos, se alinearon con Occidente. Tras el derrumbe del estado, Barzani (ahora presidente) y Talabani lideraron el proceso de autonomía, con la sexta reserva mundial de petróleo en sus tierras, produciendo 45000 millones de barriles diarios. Utilizaron su reciente potestad de negociar las exploraciones para firmar acuerdos con empresas como ExxonMobil, Total o Chevron. Un gran oleoducto sale desde Kirkuk y llega a la ciudad marítima turca de Ceyhan, donde se cargan 800.000 barriles diarios. Tal es su importancia que se llegó a planear su inclusión en el proyecto Nabucco, la alternativa al gaseoducto ruso South Stream, con vistas a reducir la dependencia energética que Europa tiene de Rusia. Sin embargo, la comercialización le corresponde a Bagdad, que transfiere una parte del dinero recaudado a Erbil, la capital de Kurdistán iraquí, con la que se encuentra en continua disputa. Ello ha desembocado en que parte del petróleo sea transportado por carretera, y no en poca cantidad destinado al contrabando. La cafetería está llena de conductores. A escasos kilómetros se encuentra la fábrica de Powertrans, que se encarga de la distribución internacional, y en la que colaboró el ministro Berat Albayrak, yerno del presidente Erdogan. Además, son muchas las refinerías que se asientan en el Kurdistán turco. De los restos del negocio es de lo que vive Salih, limpiando camiones.
La ribera donde ondea la bandera kurda es custodiada por los peshmerga, el ejército kurdo. Se juntan en corrillos y bromean, están tranquilos. Con la ayuda de Estados Unidos, laoperación contra el Daesh, Estado Islámico, avanza según lo previsto. Confían en que el fin del Mosul integrista llegue en apenas meses, lo que asentaría definitivamente la región. Al otro lado del río, en la cafetería, descansa el soldado Ahmet junto a los camioneros. Su expresión es seria, no habla. Después de realizar el servicio militar obligatorio continuó con la carrera profesional. Ahora, tras la operación militar de diciembre, fue uno de los 10.000 soldados que se apostaron en Bakur, el Kurdistán turco, para luchar contra la guerrilla kurda del PKK,de orientación marxista. Terminó destinado al último de los cientos de controles militares que poblan las carreteras, apostado a cincuenta metros de la cafetería.
Las batallas se dieron en cada ciudad. La economía de la región se encuentra severamente dañada, el rechazo al ejército es casi total, los soldados viven con presión. A 30 kilómetros se encuentra Cizre, una ciudad destruida. Tras medio año de derrumbes de edificios, la contienda volvió a su lugar habitual, las montañas. Hacia allí mira Ahmet, viendo como arden. El ejército turco no dudó, incluso, en traspasar la frontera y bombardear territorio iraquí, ya que el PKK apostó sus bases principales en los montes Qandil, región iraquí, más seguros. A fin de cuentas, Atatürk, el padre de Turquía, los llamó “turcos de las montañas”.
El puente, que no es ni Turquía ni Iraq, está paralizado por el tráfico. Decenas de personas están sentadas a los lados, observando el río. La paciencia es parte del trabajo. Los transportistas pagan su vida con ingresos directos del crudo. Otros muchos se van buscando sus ganacias del negocio que queda, o de lo que se crea. Con muchos kilómetros ya a las espaldas, cuando crucen la frontera, harán una pequeña parada. Salih les limpiará el camión.
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