Por Stanislaw Czaplicki Cabezas
Con la suscripción del contrato para el diseño final del proyecto “Hidroeléctrica del Bala y el Chapete” estaría viento en popa lo que, de hacerse realidad, sería una de las inversiones más grandes en la historia de Bolivia. Se trata de aproximadamente USD 6000 millones que han sido garantizados por el gobierno para la construcción de estas dos hidroeléctricas cuya capacidad combinada sería de 3676 MW es decir 1,63 US$/Wh. Una inversión de esas dimensiones sin lugar a dudas tiene el potencial para definir el futuro del país. Representa la mitad de nuestras inversiones en hidrocarburos de toda la década 2006-2016 cuya importancia para el crecimiento de la economía boliviana es indiscutible. En 15 meses se entregará el diseño final del proyecto, y el tema pasará a un proceso de consulta pública.
Estamos en un momento clave donde tenemos que definir y planificar nuestro futuro. El gobierno está apostando por la reducción de nuestra dependencia a los hidrocarburos y la generación de capacidades energéticas que cumplan nuestras futuras necesidades. Es clave seguir en esa dirección, la duda reside en cuál es el mejor camino.
Lo primero que habría que decir es que asombra la apuesta por las hidroeléctricas en un contexto internacional en que la energía solar está conociendo un boom histórico. Según la Agencia Internacional de Energía Renovable (AIER), las inversiones en energía solar a nivel mundial han alcanzado los USD 160 billones, más que los 130 y 50 USD billones que se han invertido en hidrocarburos e hidroeléctricas, respectivamente. Es más, hoy en día, por cada USD 5 invertidos en energía en el mundo, USD 1 va a la energía solar. Los avances tecnológicos en materia de energía solar son asombrosos y los costos se han dividido por 3 desde el 2008. Dicho de otra manera, mientras el mundo está apostando por la energía solar nosotros optamos por las mega hidroeléctricas.
Pero no descartemos la propuesta sin analizarla. Veamos, idealmente, el establecimiento de estas hidroeléctricas tendría el potencial de generar 3676MW o 1,63 US$/Wh. No obstante, en términos de productividad, desgraciadamente de una hidroeléctrica grande sólo se puede esperar una producción de entre el 25 y 90% de su capacidad instalada. Además, la experiencia boliviana a la fecha nos indica que la producción de energía hidroeléctrica ha llegado apenas a un poco más del 50% de su capacidad. Si somos optimistas y alcanzamos el nivel de nuestros vecinos con el porcentaje más alto en la región, podemos esperar un 70% de rendimiento como en el caso de Paraguay, Perú y Uruguay. En ese caso estaríamos hablando de un costo de producción de 2,33 US$/Wh.
Asimismo, es responsable considerar que proyectos de hidroeléctricas suelen tener, al momento de su ejecución, no sólo retrasos sino también costos adicionales inesperados de gran importancia. Por otro lado, el costo de mantenimiento anual representa entre el 2% y 2,5% de la inversión inicial; es decir, entre USD 120 a 150 millones adicionales por año. En contraste, la energía solar fotovoltaica tiene un costo de producción muy variable en función a factores locales. En promedio en el 2015 se podía esperar un costo de 1,8 US$/Wh pero
Perú justamente está lanzando un mega proyecto pionero de energía solar fotovoltaica a 0,48 US$/Wh en su zona altiplánica. Costo que es muy por debajo del de la producción hidroeléctrica considerando el mejor escenario productivo y no tomando en cuenta los costos de mantenimiento mencionados anteriormente. Es más, para el año 2018,cuando se entregue el estudio del o y el diseño final, la AIER pronostica que el costo de generación de la energía solar fotovoltaica a nivel mundial va seguir disminuyendo e incluso dividirse por 3 hasta el 2025. En otras palabras, nos saldría considerablemente más barato apostar por energía solar fotovoltaica, tanto ahora como a futuro.
En Bolivia tenemos ya cierta experiencia con la energía solar. No solo a nivel de hogares y empresas sino que además existe una planta de energía fotovoltaica en el departamento Pando. Aunque se trate una de las zonas del país con menor potencial solar para este tipo de energía, es importante seguir adelante ese esfuerzo y analizar lo alcanzado. Otro esfuerzo importante se va realizar con un proyecto de USD 95,7 Millones en el departamento de Oruro con una capacidad de 50MW. Además, Bolivia como lo señala los estudios de la ONG Energética tiene un potencial solar único sobre todo en su Altiplano.
Otra gran ventaja de la energía solar fotovoltaica es que es altamente intensiva en mano de obra calificada. Dependiendo del sistema de producción que se adopte, podríamos generar para 3676MW de capacidad fotovoltaica instalada un sector dinámico de entre 26 000 a 150 000 empleos de calidad por año. Lo que en el peor de los casos seria tres veces más que en el caso de las mega-hidroeléctricas. Asimismo, la inversión en energía solar fotovoltaica generaría capacidades futuras para mayor inversión en Bolivia y en la región. O sea, con la energía solar fotovoltaica, no sólo se generarían más y mejores empleos, sino también mayor inversión, además Bolivia estaría en sintonía con la necesidad global de cuidar el medio ambiente, siendo consecuente con su discurso del tan mentado “Vivir Bien”.
Ahora, una de las mayores diferencias reside justamente en la capacidad tecnológica instalada. La capacidad de construcción de hidroeléctricas está bastante bien establecida por nuestros vecinos, por ejemplo Brasil. Se trata de un sector bastante maduro en el que, si quisiéramos competir, requeriríamos no sólo de grandes esfuerzos sino de que exista la demanda suficiente. Un poco como sucede ahora con YFPB que, pese a las inversiones impresionantes en su capacidad, aún no logra incursionar en la producción de hidrocarburos en otros países. En cambio, la energía solar permitiría, entre otras cosas, un salto tecnológico como el que tuvo lugar en zonas rurales con Entel priorizando telefonía móvil en vez de la telefonía fija. En el fondo, toda la cuestión tiene que ver con una apuesta por la renovación tecnológica.
Las inversiones actuales en la región sud americana en términos de energía solar todavía son bajas; aunque en los últimos tres años han tenido un crecimiento exponencial. Asimismo, ninguno de esos países ha desarrollado un sector de energía solar pero se espera que sean requeridos en los próximos años. Si sabemos tomar esta oportunidad, y considerando el potencial boliviano, podríamos convertirnos en una potencia de energía solar para toda la región, además de seguir embanderando la lucha por un modelo de desarrollo más sostenible y menos depredador.
Por último, es una apuesta política y ambiental muy importante. No es ningún secreto que algunas políticas del gobierno con relación a megaproyectos han generado descontento en varios sectores de la población. Si bien estas hidroeléctricas tendrían la ambición de tener un impacto ambiental muy reducido, el riesgo en una zona con una biodiversidad única en el mundo es preocupante; y no porque sea una preocupación del ambientalismo del norte, sino porque los costos sociales, culturales y ambientales los pagaremos las y los bolivianos, principalmente las comunidades indígenas y campesinas que habitan en las zonas plausibles de ser afectadas. Desde la idea inicial del proyecto de hidroeléctrica en los años 1950, han habido reiterados estudios evidenciando el desastre ambiental y social que éste supondría. En cambio, en el caso de la energía solar no habría ningún tipo de impacto ambiental de consideración, comparativamente hablando.
Como en el caso del ingenio azucarero de San Buenaventura, la necesidad de generar alternativas económicas concretas, está llevando a una ejecución de nuestros recursos con poca reflexión y debate público, lo que a su vez conlleva a políticas poco planificadas y perniciosas. Desgraciadamente como lo admitió ahora el gobierno, ese ingenio de 260 Millones carece de suficientes insumos para ser viable, tal y como indicaron estudios previos a su realización. Es, por lo tanto, urgente tener un debate abierto y de tomar en cuenta los argumentos técnicos, así como otras alternativas existentes. Una apertura al diálogo y la razón, podría ser la mayor apuesta política del gobierno para reconciliarse con la población descontenta por todas las apuestas extractivistas que han tenido y continúan teniendo lugar hasta el presente.
Es la hora de decidir sobre el tipo de desarrollo que queremos. Estamos en condiciones y en un momento histórico en el cual tenemos oportunidades únicas.
Nota: Excepto los datos de inversiones energeticas en Bolivia tomados de declaraciones de autoridades en periódicos, los datos usados en este texto son de AIER y se pueden encontrar en sus diferentes publicaciones de libre acceso en su página web.
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