Por: Dani Farrús
Los pueblos de una reserva sioux de Dakota del Norte, apoyados por miles de personas, se enfrentan a la construcción de un oleoducto que afectará a sus tierras y lugares sagrados.
En la Reserva Sioux de Standing Rock (Dakota del Norte, Estados Unidos) se está llevando a cabo una movilización sin precedentes para oponerse a las obras de construcción del oleoducto Dakota Access. Movilización que lleva ya seis meses; con miles de acampados, cientos de naciones tribales trabajando juntas y decenas de detenidos.
La construcción del oleoducto tiene un presupuesto de 3.700 millones de dólares y, cuando se termine, está previsto que cubra una distancia de cerca de 2.000 kilómetros, cruzando cuatro Estados (Dakota del Norte, Dakota del Sur, Iowa e Illinois), y que transporte 470.000 barriles de petróleo crudo al día. En principio, el oleoducto tenía que pasar por la ciudad de Bismark (capital de Dakota del Norte), pero, aunque la empresa que lleva a cabo el proyecto asegura que es muy seguro y no hay peligro de accidentes o pérdidas, decidieron cambiar la ruta para evitar una zona tan habitada.
El nuevo recorrido pasa por el límite de la Reserva Sioux de Standing Rock y por debajo del río Missouri, su principal fuente de agua potable, por lo que el oleoducto pone en peligro sus tierras y su forma de vida: un accidente afectaría el agua que utilizan para beber, regar los cultivos, alimentar el ganado, pescar… Y contaminaría sus tierras. Además, aseguran que con la construcción se verán afectados y se destruirán lugares sagrados y cementerios tribales.
Proteger la tierra
“Este lugar es mi tierra, donde está mi casa, mis sitios sagrados e históricos, mi cementerio familiar, mi pueblo, mis lugares de ceremonias, la fuente de toda mi agua potable. Al lado del río están enterrados mis antepasados y mi hijo. Si ellos destruyeran la tumba de tu hijo, ¿tú no lucharías?” Son las palabras de LaDonna Brave Bull Allard, de la Reserva de Standing Rock, y cuyas tierras son las más cercanas al oleoducto. Ella fue la persona que lanzó, en las redes sociales, el primer llamamiento de ayuda.
Y la ayuda y la solidaridad llegaron, desbordando todos los pronósticos; convirtiendo esta lucha en un tema de interés a nivel internacional. Una difusión a la que han ayudado personajes públicos como la actriz Shailene Woodley (protagonista de la sagaDivergente), que ha estado en la primera línea de las protestas contra las obras. El actor Leonardo Dicaprio mostró en Twitter su solidaridad con los sioux en su lucha por sus tierras y su agua. Y el senador Bernie Sanders, que participó en una protesta en contra del oleoducto en frente de la Casa Blanca y manifestó que “el Dakota Access Pipeline tiene que pararse. Se tienen que respetar los derechos de los nativos americanos. Y tenemos que transformar nuestros sistemas de energía, alejándonos de los combustibles fósiles”. Posición que también defiende la histórica activista y escritora Winona Laduke, que ha acudido a la zona. “Podemos pasarnos toda la vida luchando contra un oleoducto tras otro y tras otro, pero alguien tiene que enfrentarse al problema de verdad. Ya es hora de dejar atrás los combustibles fósiles”.
Y del primer campamento, establecido el 1 de abril en el Oceti Sakowin Camp de Cannonball, a los cuatro campamentos que hay en la actualidad, donde ya se cuentan más de 8.000 personas. Y sumando.“Es increíble la unidad entre toda la gente que ha venido, de todas las naciones tribales, de grupos ecologistas, aliados no-nativos, gente de otros países…”, comenta LaDonna, emocionada por la respuesta recibida. Muchos de ellos han viajado miles de kilómetros: hay miembros de cientos de naciones tribales de Estados Unidos, gente de pueblos de Latinoamérica, y hasta hay una representación de activistas hawaianos que han cruzado el Pacífico para estar al lado de los protectores, como la cantante Hawane Rios y su madre, la líder espiritual y cultural Pua Case.
Al lado de los carteles con las frases más reivindicadas –“Mni Wiconi” (el agua es vida, en idioma dakota/lakota/nakota) y “Somos protectores, no manifestantes”– ondea la bandera de las barras y estrellas al revés, en señal de sufrimiento y protesta, y los cientos de estandartes de las diferentes naciones tribales. “Las tribus están uniéndose y trabajando juntas, incluso algunas que han sido enemigas hasta ahora. Es histórico”. Comenta la activista Malia Hulleman, que hace semanas que está en el campamento, y que fue arrestada por protestar en la zona de las obras. “La gente está viviendo de forma comunal, y ¡funciona! Aquí, el dinero y las cosas materiales no se necesitan”. Unos campamentos donde se vive en comunidad, organizando la comida que llega de donaciones, con una escuela y actividades para los niños, donde se celebran ceremonias religiosas tradicionales, asambleas, talleres, conciertos…
Pueblos ignorados
La empresa que lleva a cabo el proyecto, la texana Energy Transfer Crude Oil Company, LLC, asegura que los oleoductos son la forma más segura de transportar el petróleo, y que el proyecto supera con creces todas las regulaciones de seguridad y de medio ambiente, por lo que consideran como infundadas todas las preocupaciones.
Pero son muchas las voces que ponen en duda la idoneidad de los oleoductos, y a los datos se remiten: desde 1995 ha habido más de 2.000 accidentes importantes en tuberías de petróleo y gas, todos ellos con efectos devastadores. Y, sin ir más lejos, este mismo mes de septiembre, en el Estado de Alabama, se derramó más de un millón de litros de gasolina. A la vista de lo cual Malia Hulleman considera que “la pregunta no es si la tubería se romperá, la pregunta es: cuándo pasará. Y lo peor es que las compañías lo saben; si no, ¿por qué cambiaron el recorrido de Bismark a Cannonball?”
Y en cuanto a las alegaciones de la posible destrucción de cementerios y sitios sagrados, la empresa afirma que hay múltiples estudios arqueológicos que demuestran que no hay sitios importantes afectados.
Otro hecho que indigna a los nativos americanos es que, otra vez, se han tomado todas las decisiones sin consultar a la nación que allí reside, ignorando los tratados con las naciones indias y las normas internacionales. Y así lo ha indicado recientemente el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas, que considera que se está violando el artículo 19 de la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas, que reza que “los Estados celebrarán consultas y cooperarán de buena fe con los pueblos indígenas interesados por medio de sus instituciones representativas antes de adoptar y aplicar medidas legislativas o administrativas que los afecten, a fin de obtener su consentimiento libre, previo e informado”.
Y las acciones de solidaridad y protestas siguen. Desde concentraciones en lugares del mundo tan alejados como Japón, Australia o Francia, a grupos de corredores que han recorrido cerca de 3.000 kilómetros hasta Washington DC para entregar 160.000 firmas al Gobierno, o marchas de cientos de nativos a caballo.
En la primera línea del frente, en la zona de las obras, las protestas se han llevado a cabo de forma pacífica: sentadas para no permitir el paso de camiones y máquinas excavadoras, activistas encadenados a estas máquinas… La respuesta de la policía y los guardias de seguridad que vigilan que las obras se puedan llevar a cabo no ha sido tan pacífica y, de momento, han utilizado perros, dejando varias personas heridas, y gas pimienta. Y, en las últimas semanas, se ha arrestado a varias decenas de activistas.
La acciones legales de la tribu han conseguido que, el pasado 16 de septiembre, un tribunal de apelaciones ordenase parar las obras temporalmente, mientras se valoran las reclamaciones de los sioux de la reserva respecto a que el proyecto puede dañar tierra sagrada. Y, aunque en el momento se consideró como una victoria, fuentes del lugar aseguran que las obras continúan en algunos puntos. Y, además, se es consciente de que queda mucho trabajo para ganar la batalla. “La tribu sioux de Standing Rock continuará explorando todas las opciones legales, legislativas y administrativas para parar la construcción del oleoducto Dakota Access”, asegura David Archambault II, jefe de la tribu. En Standing Rock todos lo tienen claro: “No descansaremos hasta que nuestras tierras, nuestra gente, el agua y los sitios sagrados estén permanentemente protegidos.”
Comentario