Por: James Petras
Las guerras al por mayor provocan guerras al por menor. Las bombas en naciones extranjeras nos traen bombas en casa. Las invasiones y las ocupaciones provocan indignación y represalias. La respuesta no es hacer a los otros lo que no quieres que te hagan a ti.
Introducción
En la actualidad, las bombas, en casa o en el extranjero, son un elemento definitorio fundamental de la política en Estados Unidos, la Unión Europea y grupos e individuos islamistas radicales. La escala y alcance de la política de bombardeos varía en función de quien la practica. Los Estados practican “bombardeos al por mayor”, campañas de uso de bombas a gran escala y largo plazo cuyo objetivo es destruir gobiernos o movimientos enemigos. Los “bombardeos al por menor” son practicados por grupos o individuos que participan en atentados esporádicos y a pequeña escala para provocar el miedo y conseguir resultados simbólicos.
Además de los atentados y bombardeos planificados, hay atentados improvisados que cometen individuos perturbados que participan en ataques suicidas sin ningún trasfondo político ni propósito coherente.
Este artículo se centrará en la naturaleza del uso de bombas “al por mayor” y “al por menor”, su frecuencia, consecuencias políticas e impacto a largo plazo sobre el poder político global.
Los bombardeos como sucesos cotidianos
Estados Unidos y la Unión Europea son los más destacados practicantes del “bombardeo al por mayor” del mundo. Utilizan ataques en serie contra múltiples países sin declararles la guerra ni introducir en el territorio tropas terrestres de su propio país. Están especializados en ataques indiscriminados sobre población civil desarmada: mujeres, niños, ancianos y hombres no combatientes. Es decir, utilizan los “bombardeos al por mayor” para desatar el terror cotidiano en las sociedades.
Los EE.UU. y la U.E. practican la “guerra total” desde los cielos, sin perdonar ningún ámbito de la vida civil cotidiana. Bombardean barrios, mercados, infraestructuras vitales, fábricas, escuelas y centros sanitarios. Las consecuencias de sus bombardeos diarios y “normales” es la eliminación total de las propias estructuras necesarias para la existencia civil, provocando la desposesión masiva y la migración forzosa de millones de personas que buscan su seguridad.
No es sorprendente que los refugiados busquen refugio en los países que han destruido sus medios normales de existencia. Los bombardeos al por mayor de EE.UU-UE no caen sobre sus propias ciudades, por lo que millones de desposeídos intentan desesperadamente encontrar un hueco en ellas.
Las políticas de bombardeos masivos han surgido porque las guerras prolongadas sobre el terreno en los países que están en su punto de mira provocan una fuerte oposición interna de los ciudadanos que se niegan a aceptar bajas de soldados de EE.UU. o la U.E. Los bombardeos masivos provocan mucha menos oposición interna porque el que bombardea sufre menos bajas.
Pero estos bombardeos aéreos masivos, a la vez que reducen el riesgo de bajas nacionales, aumentan y profundizan la hostilidad en el extranjero. La salida masiva de refugiados hacia los centros de población estadounidenses y europeos permite la entrada de combatientes violentos que trasladarán a casa de sus invasores sus propias versiones de las estrategias de guerra total.
La resistencia civil solía enfrentarse a los soldados enemigos, ya fueran invasores imperiales o mercenarios yihadistas. Sus ataques eran fundamentalmente contra el ejército. Pero enfrentados a las políticas a largo plazo de bombardeos masivos, la oposición civil resulta ineficaz. Cuando disminuye la “oposición civil”, surgen las tropas combatientes etno-religiosas.
Los islamistas se han hecho cargo de la resistencia, adaptando sus tácticas a la política imperial de la guerra total.
La guerra de atentados al por menor
Al carecer de fuerza aérea, los terroristas islamistas practican guerras sobre el terreno para contrarrestar las guerras aéreas imperiales. Su respuesta a la guerra con drones son las bombas improvisadas de fabricación casera que matan a miles de civiles. Sus víctimas pueden ser decapitadas mediante espadas en lugar de serlo mediante misiles controlados por ordenador. Capturan a la población hostil, cometen pillaje, torturan y saquean en vez de bombardear desde lejos, para desposeer y empujar al exilio.
Los “terroristas al por menor” suelen estar descentralizados y ser captados en otros países. Son atentados son primitivos e indiscriminados. Pero, al igual que los bombardeos al por mayor, sus objetivos son los centros de población y su intención es provocar el pánico y la desesperación entre la población civil.
Los “terroristas islamistas al por menor” pretenden ampliar el alcance de sus acciones atacando los países que practican “terrorismo al por mayor”: EE.UU. y la U.E. Estos atentados son un arma de propaganda y no constituyen ninguna amenaza para los objetivos militares estratégicos imperiales pero ponen al descubierto la vulnerabilidad de la población civil de sus enemigos.
Aunque los bombardeos imperiales y los atentados islamistas han estado en guerra mutua, también pueden ser aliados de conveniencia. Podemos pensar en varios casos recientes que lo ilustran.
La campaña de bombardeos implementada por EE.UU. y la U.E. contra Libia, Yemen y Siria actuó en conjunto con mercenarios islamistas in situ. Los “bombardeos al por mayor” devastaron la infraestructura y las instalaciones militares de los gobiernos de Siria y Libia para apoyar a las tropas islamistas que avanzaban sobre el terreno. Es decir, los “bombardeos al por mayor” no bastan por sí solos para provocar el buscado “cambio de régimen”, por lo que recurren a los “atentados terroristas al por menor” y los “cortacabezas yihadistas” para avanzar en sus objetivos locales y regionales.
El ejemplo reciente más descarado de la convergencia de bombardeos masivos imperialistas en apoyo de terroristas islamistas al por menor fue el ataque del 17 de septiembre de 2016 a instalaciones militares sirias en el que murieron o fueron heridos cerca de doscientos soldados sirios que habían participado en combates contra terroristas del Estado Islámico (ISIS). Aunque Washington declaró que el bombardeo aéreo -que duró horas- contra soldados del gobierno sirio fue un “error”, este permitió a los terroristas yihadistas lanzar una ofensiva y apoderarse de la base militar. Al actuar como apoyo aéreo para el ISIS, el Pentágono cerró cualquier posibilidad de negociar la paz y saboteó el frágil alto el fuego. Fue una gran victoria de la política de bombardeos permanentes y “cambio de régimen” de Washington.
Al mismo tiempo que EE.UU. lanzaba su propaganda y su bombardeo al por mayor contra el gobierno sirio, en Estados Unidos surgió una campaña improvisada de “atentados al por menor”, ¡en Manhattan y Nueva Jersey! La última serie de atentados con bomba al por menor en Estados Unidos provocó tres docenas de heridos, la mayoría leves, mientras que el brutal bombardeo al por mayor del gobierno EE.UU. mató a 62 soldados sirios e hirió a muchos más. El impacto y las consecuencias políticas de los bombardeos al por mayor y por menor en ambas regiones fueron muy significativos. Estados Unidos no tenía más derecho a lanzar un ataque aéreo contra las tropas del gobierno sirio que participaban en la defensa de su país del que tenía el terrorista al por menor residente en EE.UU. (un afgano-estadounidense) en colocar bombas improvisadas en ciudades estadounidenses. Ambas acciones fueron ilegales.
Consecuencias políticas de la guerra de bombas
El ataque coordinado de Estados Unidos-ISIS de soldados sirios ha sentado las bases para la guerra total. Las conversaciones de paz fueron violentamente saboteadas por la Administración Obama. Siria y Rusia se enfrentan ahora a las fuerzas combinadas de ISIS, Turquía y EE.UU. sin esperanzas de una solución negociada. La batalla por el control de Alepo crecerá en intensidad. Los negociadores rusos no han sido capaces de hacer cumplir a sus cínicos “aliados” estadounidenses su compromiso en la tan cacareada “guerra contra el terror”. No les queda otra alternativa que continuar suministrando apoyo aéreo a sus aliados del gobierno sirio. Estados Unidos ha aceptado la invasión turca de Siria, traicionando tanto a sus aliados kurdos como a algunos elementos de sus socios del ISIS. Los bombardeos siguen siendo la principal solución de Washington para Oriente Próximo.
La última campaña de terror al por menor en Estados Unidos ha tenido las consecuencias previstas: unos medios de comunicación lanzados a una campaña frenética para sembrar el miedo. La cara del “enemigo” (un joven afgano-estadounidense cuyo propio padre había intentado entregar al FBI sus conexiones yihadistas) está continuamente presente en 100 millones de pantallas de televisión. A la campaña electoral se le hace la boca agua anticipándose a la guerra contra el terror que emprenderá quienquiera que gane la presidencia. El debate político se centra en el miedo ciego en lugar de hacerlo en propuestas económicas concretas.
Los inmigrantes, los musulmanes y los terroristas reemplazan a los evasores de impuestos de Wall Street, los usureros y los especuladores en el papel de villanos de un país atrapado en crisis económicas y sociales. Las políticas económicas que han creado inseguridad y miseria masivas se ven empañadas por la retórica militarista.
El militarismo, la guerra y los bombardeos masivos reemplazan a los avances graduales de las relaciones productivas y pacíficas con Cuba e Irán.
El uso generalizado de bombardeos como estrategia y modo de vida afecta a la política interior y a la exterior… aunque la inmensa mayoría de los votantes estadounidenses busquen alternativas, empleo, vivienda y educación e intenten vivir sin miedo y sin amenazas.
Las guerras al por mayor provocan guerras al por menor. Las bombas en naciones extranjeras nos traen bombas en casa. Las invasiones y las ocupaciones provocan indignación y represalias. La respuesta no es hacer a los otros lo que no quieres que te hagan a ti.
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